miércoles, 12 de mayo de 2021

Un negro panorama electoral para los K, que explica su desesperación por gastar

 Por Marcos Novaro

Los números no mienten. Y es más seguro que no mienten cuando todos indican lo mismo: tanto los que reciben los funcionarios de los gobiernos nacional y bonaerense, como los que tiene en sus manos la oposición, en todos ellos entre enero y mayo de este año la imagen pública de los dirigentes oficialistas, que ya venía cascoteada tras un año de pandemia y caída económica, se derrumbó aún más.

La pérdida de apoyo al gobierno nacional en los últimos cuatro meses va, según las consultoras que se consideren, de un 8 a un 12%. Según Giacobbe y Asociados, de diciembre a abril la imagen negativa de Alberto Fernández subió 8 puntos, mientras que la de Kicillof lo hizo 6,5%. Según Managment & Fit, la imagen negativa del gobernador bonaerense, en su propio distrito, supera ahora la de Horacio Rodríguez Larreta en casi 17 puntos. La del presidente lo hace en más de 10. Difícil imaginar cómo empezar la campaña con semejante desventaja a cuestas.

Según Opinaia, en la provincia el 52% de los encuestados tiene en estos momentos una opinión negativa sobre la gestión de la pandemia. A lo que cabe agregar que, de acuerdo con datos de Poliarquía en abril, por primera vez desde que empezó la emergencia sanitaria, los bonaerenses pasaron a tener una opinión peor (solo 38% favorable) que los encuestados del interior (43%), lo que seguramente tiene que ver con las nuevas restricciones dispuestas para el AMBA, y en particular con el cierre de las escuelas y las limitaciones a la circulación, la gastronomía y el comercio.

Pero también con el número de contagios y sobre todo de muertes que se acumulan: según datos de las últimas semanas, un 70% de los pacientes que entran a UTIs con Covid, fallecen. Es un guarismo aterrador, y que revela que el sistema de salud de la provincia no mejoró tanto como nos quisieron hacer creer, y ahora encima está, sino saturado, al menos al límite de sus posibilidades.

Todos esos datos resultan convergentes con los recogidos por CB Consultora, y según los cuales el gobernador Kicillof ha seguido cayendo en la estima de sus coterráneos: llegó a ser el tercer mandatario peor evaluado del país, con un rechazo del 54,2% solo superado por Arcioni, de Chubut.

Hay encuestadores que trabajan para los K que ruegan no los despidan cuando les llevan los números de sus sondeos más recientes: en la “zona núcleo” de su base de apoyo, la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires, con suerte llegan al 40% de adhesiones.

Si se votara hoy, y el comportamiento electoral reflejara ese estado de la opinión, el oficialismo quedaría relegado en el principal distrito del país (dado que, en promedio, no lograría superar los 30 puntos), y perdería allí unos cuantos diputados nacionales, y un buen número de legisladores provinciales y concejales.

Sus desgracias no terminarían ahí: ese deterioro se reflejaría inevitablemente en un cambio en la relación de fuerzas interna a la coalición gobernante, en detrimento de ellos y a favor de quienes hoy aparecen relegados y en silencio, los gobernadores, los sindicalistas (y cuyas bases de apoyo es probable que resistan a los vaivenes del humor social bastante mejor que las bonaerenses).

Lo que a su vez tendría uno de dos posibles efectos en el mediano plazo: la subordinación de los intereses de Cristina y su gente en las políticas que el gobierno nacional seguiría de ahí en adelante, o la frustración de ese giro moderado y la salida de la coalición de una buena porción de esos actores hoy marginados de la toma de decisiones, para tratar de reanimar a un peronismo de centro que hoy está casi extinto, o al menos bien calladito.

¿Es un pronóstico exagerado? No, pero sí puede que sea prematuro. Porque aún falta mucho para la votación, y el kirchnerismo tiene margen para mejorar su situación, sobre todo si deja de cometer errores. El principal problema que ha tenido en estos meses es la combinación entre inflación y baja tasa de vacunación. Si logra modificar ese cuadro podría recuperar parte al menos de los apoyos perdidos.

¿Cuánta mejoría necesita para torcer el curso que viene siguiendo la opinión pública? Otro dato interesante que arrojan las encuestas es el de las bajísimas expectativas que la sociedad deposita en el futuro inmediato: pocos creen que vaya a haber una mejora, son cada vez más en cambio los que creen que todo va a seguir empeorando. Si el gobierno lograra al menos que ese pronóstico no se cumpla, tal vez le alcance para incidir positivamente en el ánimo colectivo.

Otro dato a su favor es que la vacunación provee automáticamente entre 10 y 15 puntos más de apoyo: son varias las encuestadoras que han medido la opinión de la gente distinguiendo entre quienes recibieron y los que no recibieron la vacuna, aunque más no fuera la primera dosis, y la diferencia es cercana a esos porcentajes, que alcanzarían para hacer que el gobierno pasara de perder a ganar la votación, tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires. Con el mes de tiempo extra que se acaba de conseguir el oficialismo moviendo las PASO y las elecciones generales, y algo más de agilidad y criterio en las negociaciones con los proveedores de vacunas, podría inclinar las cosas a su favor.

Claro que, si sigue como hasta acá, también podría suceder que el resultado sea aún peor: si llama a las urnas con 100.000 muertos en sus espaldas, un programa de vacunación raquítico, contaminado de alevosas ineficiencias y privilegios injustificables y con los sueldos 15 puntos por debajo de la inflación, lo que bien puede suceder si, como pintan las cosas, las paritarias se cierran con un 30% de aumento en promedio y la inflación sigue escalando hasta superar el 45% anual, no hay que descartar que el oficialismo rompa los récords negativos de los malos años del primer kirchnerismo, como el que alcanzó en 2009, sumando apenas 24,4 % de los votos a nivel nacional, y perdiendo también en provincia de Buenos Aires.

En resumen: hay que ver. Las cosas pintan mal para el oficialismo, pero tiene todavía margen si reacciona a tiempo. Y también dependerá lo que suceda de lo que hagan la oposición y los peronistas moderados. De si ellos dejan pasar su propia oportunidad para corregir errores y hacer las cosas bien, sellando acuerdos más amplios con vistas a construir una coalición alternativa más poderosa que la que se gestó en 2015.

© TN

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