sábado, 27 de febrero de 2021

Mudez persistente

 Por Roberto García

Justo al que acusan de “palo blanco” (“testaferro” en la jerga patagónica) lo vienen a defender por “negro”. Al condenado no firme Lázaro Báez, custodio de la memoria de Néstor Kirchner –entre otras preservaciones– salió a protegerlo Oscar Parrilli, básico vocero de Cristina, luego de la pena de 12 años de prisión que le acaba de aplicar la Justicia por lavar fortunas.

Para evitar discriminaciones odiosas, el senador utilizó en su registro cromático la palabra “morocho” en lugar de negro, no vaya a ser que amenacen suspenderlo en la Cámara alta por servirse de palabras indeseadas por la moda: estima que la oscuridad de la piel de Báez contribuyó a que le colgaran el delito, más por peronista que por aprovecharse del Estado para acumular una riqueza extraordinaria durante la administración de los Kirchner. Cándida reflexión, por lo menos, como la de los entusiastas opositores que invocan esta determinación judicial para comprometer en el futuro a la familia Kirchner.

Discutible derivación: si complican a la viuda y a sus hijos, también podrían afectar a los bancos que, entre otros operadores, tramitaron negocios de buena fe con Báez. Además, la causa deberá transitar aún por Casación y, luego, por la Corte Suprema –a la que no se le pueden imponer plazos para decidirse– siempre y cuando no se habilite antes un tribunal intermedio como ha propuesto un núcleo de juristas convocado por el Gobierno. O sea, hasta las calendas griegas, aunque todos saben que en Grecia no existían las calendas.

Igual, el fallo contra Báez, hijos y asociados, iluminó un episodio que muchos olvidaron. Última cena sin registro pictórico ni obra maestra, pero de inevitable recuerdo nostálgico: Néstor Kirchner se despidió de la vida luego de compartir una comida hasta la 1.30 de la madrugada en su chalet sureño, junto a Cristina y al dilecto matrimonio Báez (ahora divorciados, ya que Lázaro atravesó dos parejas desde que lo detuvieron). Por la mañana, además, ambos amigos estuvieron repasando proyectos, haciendo cuentas, en solitario.

No era una novedad este activo tráfico entre los dos, de ahí que sorprendió luego del desenlace trágico –en el que Néstor quizás haya sido peor atendido que Maradona– la involución amistosa que Cristina sostuvo con los Báez, primero agradeciendo apenas el mausoleo que le donaron para los restos de su marido y, luego, descendiendo en el afecto y la relación a medida que transcurría el tiempo. No se le recuerdan declaraciones a favor de la familia –a menos que uno considere a Parrilli como su representante oral–, ni una visita al penal o al nuevo paradero de arresto domiciliario de Báez.

En ese plano, ha sido mezquina o nula con sus presentaciones ante lo que ella llama los “perseguidos” de la Justicia: ni siquiera firmó una de las tantas cartas de protesta por las detenciones, tampoco recorrió las salas de visita de su elegido vice Boudou (aunque dicen que le envió palabras de aliento), de su ex ministro Julio De Vido o de “Josecito” López, al que confesó haber criado con Néstor como a un hijo.

Entonces, como su vástago Máximo, creen superar en silencio lo que es público, sostienen el dicho “esta lluvia no me moja”, e ignoran la trayectoria megamillonaria de Báez, el affaire Ciccone, la tragedia de Once o los bolsos arrojados en un instituto religioso que supo crear un arzobispo (monseñor Di Monte) al que ella llamaba para que le acercara estatuas de la Virgen de Luján como un regalo a sus invitados presidenciales. Uno de los beneficiados con unción por esos obsequios católicos fue el mismo Hugo Chávez, quien retrasó en una ocasión la salida de su avión para poder llevarse personalmente la considerable efigie de yeso.

Persistencia. Como si tuviera una lesión en las cuerdas vocales, Cristina tampoco dijo nada sobre el caso VV (Vacunatorio VIP) que tanto daño el mismo Gobierno se provocó. Persiste en la mudez, como en los momentos de crisis (Blumberg, Once, etc.), no se hace cargo, y le reserva el patíbulo a Alberto: está para cobrar dividendos en la boletería, no para atender la panadería desde las 6 de la mañana.

Aunque se prescinde de culpas, algunos de sus íntimos –como otros del mismo Presidente– tuvieron la oportunidad de saltearse un orden y, lo más grave, se inmunizaron cuando no les correspondía por edad o riesgo. No solo hay cargos para Ginés González García y su parentela en este escándalo, aunque los “Fernández abogados exitosos” le confían al ex ministro que no cometió ningún delito.

Desasosiego en la Administracion, pésimas y poco adultas reacciones (un Alberto abotagado y Cafiero en una misma sintonía de insultos), impacto brutal en la población: lo que iba a ser un emblema de campaña, el relato de la vacunación, quizás la llave maestra electoral para los próximos comicios, se desmembró en minutos como un castillo de utilería.

Bríos opositores. Más que la imprevisión, brotó una incapacidad de respuesta que beneficia a los opositores. De ahí que un viejo peronista explica con visión futbolística. “Es igual a cuando Brasil bailaba al equipo argentino y, en el entretiempo, Bilardo les dijo a sus jugadores: ‘Muchachos, por favor, no se la pasen más a los amarillos’”. En este caso, hasta el color encaja en la referencia.

Con renovado optimismo de clase media, la oposicion lanza candidatos a 2023 casi sin reparar en 2021 (Bullrich, Lousteau, Cornejo, Rodríguez Larreta, Carrió, Espert), propone actos contra el Gobierno como el de hoy sábado a la tarde, se reorganiza en lo mediático y presume de ponerse la ropa de otros: quizás sueños de un día.

Macri, mientras, se mantiene aislado (ya no tiene cerca a Peña ni a De Andreis), confronta con la parte política del PRO y se toma su tiempo de espera con el modelo Cristina como ejemplo cuando él era presidente. Para distraerse, apuntó a los negocios y, junto al empresario Martín Migoya (Globant), parece que cerraron un emprendimiento en la FIFA para transmitir en todas partes, como una suerte de Netflix reemplazando a la televisión, el próximo Mundial de Fútbol. También él piensa en la boletería: está sin trabajo.

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