jueves, 7 de enero de 2021

Olvidar despacio

 Por Isabel Coixet

Olvidaremos, lo sé, olvidaremos. Y pronto se confundirán el olvido de este año aciago con el olvido de lo que éramos antes de él, se confundirán las olas, los confinamientos, miraremos sin entender las cifras, los muertos, los contagios. Como el protagonista de Memento, apuntaremos en post-it en los espejos quiénes somos, qué pensamos, qué sentimos hasta que nuestra escritura se torne indescifrable y ya no sepamos qué hacer, qué pensar o qué sentir.

Por eso necesito recordar que una vez, no hace tanto, sentíamos el aire en la cara, y es más: no ha pasado tanto desde que ignorábamos que íbamos a llevar la mascarilla más allá de unas semanas. Estar pegado a la pantalla como si ya formara parte de nosotros: hace nueve meses, el teletrabajo era un privilegio para unos pocos; ahora, los privilegiados son los que tienen un lugar al que acudir a trabajar, un lugar al que desplazarse. Un centro de gravedad permanente que nos ancle en algún puerto mientras pase esta tormenta no menos permanente.

¿Qué sabíamos de vacunas? Nada, salvo los vagos recuerdos de las que nos pusieron de niños. Ahora somos expertos: hablamos de Moderna (la de Dolly Parton), de Astro-loquesea o de Pfizer (sí, los que fabrican Viagra y una multitud de antidepresivos) con la familiaridad con la que hablamos de un tío muy simpático que siempre cantaba A mi manera en las fiestas familiares. O nos convertimos en feroces detractores de ellas, so pretexto de que todo es un complot para convertirnos en vainas sin voluntad. En voz baja, comentamos lo que indefectiblemente un médico amigo de algún amigo le ha dicho: no hay tantos muertos, hay más muertos de los que se dicen, se muere de esto, se muere con esto. ‘Esto’: las dos sílabas de la palabra que el año pasado nos era ajena. Esto que ha jibarizado nuestras expectativas, ilusiones, proyectos, metas. Esto que nos obliga a ser conspiranoicos, a nuestro pesar. Como dice un amigo mío: si esto es una conspiración, si hay un ‘ellos’ detrás de todo esto, vaya panda de bobos abismales, vaya elenco.

Otra cosa que quiero recordar: la vida a dos velocidades. Hacemos planes A, sabiendo que igual hay que recurrir al B o al Z. Hasta nos asombra que el plan A no falle. Nos estamos resignando demasiado pronto a vivir en el perímetro que nos marcan el tipo de personas que cogen los mapas al revés, el tipo de personas que dan veintisiete vueltas a las rotondas. Ese tipo de personas. Hace unos meses empezábamos las conversaciones con: «Cuando esto acabe…». Ahora hemos dejado de decirlo porque sabemos que no se acaba, que igual no termina nunca. Tenemos todos un buen cacao en la cabeza y las clínicas de fertilidad siguen teniendo listas de espera. Eso no ha cambiado. Bien mirado, es lo más coherente de todo. Temerario y coherente. Me aferro a lo que ahora se me antoja una quimera: la nostalgia de una cierta clase de inocencia. Una inocencia que sé que ya no volverá. Y si vuelve, ¿la reconoceré?, ¿la reconoceremos?

© XLSemanal

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