martes, 3 de noviembre de 2020

Manifiesto ArgenQuino

Por Carlos Ares (*)

Ayer hizo un mes de la muerte de Quino. Ese día, a las pocas horas de conocida la noticia, bajo la sábana gris de la tarde que se tendía sobre todo, escribí un tuit: “CCQ. Centro Cultural Quino”. Un intento dolido, desesperado quizá, de decir/pedir que todo lo que él representaba no nos abandonara sin más. Que esa vida, obra, personajes, mirada, inteligencia, modestia, lucidez, humor, dibujo, compasión, se quedara con nosotros para siempre. 

Esa noche, después de apurar el mal trago a partes iguales de pena/pérdida, el sentimiento borracho abrazaba. Envié entonces otro tuit en red al océano virtual: “Es de todos, no hay grietas”.

Un diputado propuso reemplazar el CCK por el CCQ. La idea servía, de paso, para revisar la imposición hecha en su momento del nombre. Sin consulta con otros sectores sociales, sin más derecho que el ejercicio autoritario del poder. Miles de ciudadanos apoyaron con su firma la iniciativa lanzada en la plataforma Change.org de cambiar una sigla por otra. Como se sabe ahí, tan arriba, solo escuchan los reclamos cuando el volumen de las voces revienta los vidrios de las ventanas. El gobierno anterior no se animó a abrir un debate.

Ni siquiera retiró la tira de mármol en la que tallaron los nombres de quienes eran las autoridades cuando el Palacio del Correo se recicló como centro cultural. Allí, aparecen el ex ministro Julio De Vido, hoy en prisión domiciliaria, y el entonces secretario de Obras Públicas, José López, detenido a su vez cuando quiso ocultar bolsos con nueve millones de dólares en un convento. El frontispicio fue cruzado con un letrero en el que se leía: “Nadie es la patria, pero todos lo somos”. Una frase de Borges, escrita en la “Oda por el sesquicentenario”, que se iluminaba cada noche.

La cita de Borges ya no está. El mármol con los nombres de los delincuentes sigue ahí. En la entrada principal, por si alguien tenía dudas de que ingresa al centro de exposición de la Cultura de la corrupción, se emplazó ahora una estatua de Néstor Kirchner. En junio de 2015 escribí aquí: “Siempre nos quedará Quino”. Entonces, decía: (...) El CCK, presupuestado en 926 millones, lleva consumidos 2.469 millones con los que se podrían haber construido cuatro hospitales de alta complejidad para niños, o 150 escuelas en la provincia de Buenos Aires. Alguien se quedó con la diferencia entre valor y precio”.

Cinco años más tarde, escribo ahora, airado, en alta voz, sin pausas, ahogado, asfixiado, casi sin aire, este Manifiesto ArgenQuino. Una proclama, un panfleto si así les parece, con el que me dejo constancia de este momento para poder recordarme en algún otro sin vergüenza de mí. Dice/digo así: “Si por culto al macho, a la santa, al caudillo, al Duce, al poronga de turno, empresario, sindical, civil, militar, por un puto puente, un camino, una ruta sin terminar, una fábrica, unos mangos, una limosna, algo que le tiró a los pobres de toda la que ganó/llevó, de la propia/ajena que administraba, si por hacer lo que era su obligación, su deber, le van a levantar un monumento, una estatua, a poner su nombre en edificios públicos, hospitales, aeropuertos, estaciones de tren, terminales de micros, plazas, baños públicos, inodoros, letrinas, en el momento de la inauguración, del discurso, cuando los cómplices, los alcachuetes, los que viven del favor, le van a pasar la lengua al busto, al bronce, al cemento, a la placa, adviertan a los presentes, a los oyentes, a los que tienen de clientes, a los inocentes escolares, que no es un homenaje de todo el pueblo, de la patria, de los trabajadores, porque hay uno, al menos uno, que no quiere, ni querrá jamás, que se instale, se asiente, se quede ahí clavado para siempre, sobre el pony, el bolso, la caja fuerte, el pedestal, la historia, sobre el común de los mortales, la memoria de unos tipos miserables, ruines, que se van sin pagar, sin ajustar antes sus cuentas con la Justicia, y que en su mayoría solo merecen desprecio.

Dicho esto, aquí en mi CCQ, ahora canta Mercedes Sosa. En minutos toca Piazzolla. Tengo en espera pintores, músicos, escritores, una bocha de artistas, de verdaderos orgullos “argenquinos” para mostrar.

(*) Periodista.Iesalc

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