lunes, 6 de julio de 2020

Pandemia de corrección sanitaria


Por Sergio Sinay (*)

La última versión de esa pandemia llamada “pensamiento políticamente correcto” (que nació en las universidades estadounidenses en los años 60 y se extendió hasta alcanzar hoy campos como el del lenguaje, la ecología y los géneros) acaba de ser definida por el filósofo francés André Comte-Sponville. La denominó “corrección sanitaria”. 

En una entrevista concedida a Pablo Marín, del diario chileno La Tercera, Comte-Sponville (uno de los pensadores actuales más lúcidos, profundos y amplios, al tiempo que autor prolífico y de bellísima escritura) dice: “Lo sanitariamente correcto, como lo políticamente correcto, es una especie de autocensura que nos imponemos por miedo de ofender o de contrariar. En el punto más alto de la pandemia, es sanitariamente incorrecto hablar de la economía”.

Lo que permite al “correctismo” o “biempensantismo” expandirse y empollar en variedad de temas es que facilita aferrarse a un dogma, dejar de pensar por cuenta propia y sumarse a una manada que se supone portadora del “bien”. Vladimir Volkoff (1932-2005), ensayista y novelista francés de origen ruso, autor de Elogio de la diferencia y ganador del Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y del Premio Jean Giono, fue uno de los más duros denunciantes de esta tara del pensamiento: “Lo políticamente correcto representa el bien, y lo políticamente incorrecto representa el mal”, decía. “No se contempla, sin embargo, que el bien o el mal deban ser el punto de partida, y que lo políticamente correcto sea lo que deba adecuarse al bien y no al revés”. No paraba ahí: “Lo políticamente correcto es consecuencia de la decadencia del espíritu crítico y de la identidad colectiva, tanto social, nacional, religiosa como étnica. Los intelectuales desarraigados son sus principales practicantes, aunque el contagio puede llegar a todo tipo de personas sin que estas sean conscientes de ello. Una vez ocurrido esto, la desintoxicación es complicada, puesto que los medios de comunicación son los encargados de llevarnos al contagio masivo y estos han adquirido una importancia desmesurada”.

En su versión hoy preponderante (que desplaza momentáneamente al lenguaje “inclusivo” y otras expresiones), el fenómeno muestra su estilo binario creando falsas antinomias como “salud o economía”, “cuarentena sí, cuarentena no” o “cuarentena es vida, anticuarentena es muerte”. Así, quien critica los modos confusos, disfuncionales, desprolijos y excluyentes de las cuarentenas seriales (que no sirvieron a sus propulsores para crear alternativas y ni siquiera para imaginar modos de comunicación motivadores, portadores de visión convocante, y no solo aterrorizadores), vendría a ser un vocero de la Parca. Y como tal merece la descalificación, el silenciamiento y, si fuera posible, ser arrojado a las fauces del virus. Porque si algo caracteriza al “correctismo” y al “biempensantismo” es su intolerancia y su autoritarismo. Lo “correcto” se impone, en todos los ámbitos en que se plantea, a través de decretos de necesidad y urgencia, reales o simbólicos, y se da incluso el lujo de temerle a la inteligencia y confesarlo, como se escuchó esta semana.

Justamente con inteligencia (ese atributo tan temido) Comte-Sponville desbarata la antinomia planteada por el “correctismo sanitario”. Dice: “La salud es un gran bien, quizá el más grande de todos (es lo que pensaba Montaigne), pero no es un valor. No enfermarse no es un objetivo suficiente de la existencia, y una sociedad que eleva los bienes –la salud, el dinero– a la categoría de valores es una sociedad que está mal. Yo vería ahí dos formas del nihilismo contemporáneo: una financiera, la otra sanitaria”. Dejar nuestras vidas (en el sentido existencial y no solo vegetativo del término) en manos de “expertos” en uno u otro de estos dos campos es más que inquietante, advierte este pensador. Mientras tanto, recuerda, más gente muere víctima del hambre y de la pobreza, aunque esto, que ocurre con y sin coronavirus, no suele preocupar a los militantes de la “corrección sanitaria”, atentos, antes que nada, a su propia salvación política, profesional o personal, según el caso.

(*) Escritor y periodista

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