lunes, 22 de junio de 2020

Sin éxitos ni planes, solo enojos y conflictos


Por Claudio Jacquelin

La maldita herencia, los antiperonistas, los confundidos. Enojo y descalificación. Las reacciones de Alberto Fernández y de sus colaboradores más estrechos, o las de quienes ellos retuitean (y avalan), han adquirido en los últimos días un mismo sesgo. Y se profundizan, en la medida en que los objetivos se alejan. Los conflictos se ahondan. Lo incierto se convierte en desconcierto.

Tal vez como pocas veces y con tanta frecuencia, parece quedar en evidencia la ausencia de un proyecto definido, de un plan explícito de gobierno, y la recurrencia a las medidas de ocasión (o de improvisación). Así lo ha señalado y subrayado gente tan disímil como el moderado y dialoguista titular de la Unión Industrial, Miguel Acevedo , hasta dirigentes del ala inmoderada del Frente de Todos, como el exvicegobernador Gabriel Mariotto.

La bancarrota de una empresa privada transformada en conflicto institucional, político, económico y social; otra dilación en la reestructuración de la deuda a pesar de las concesiones; la crisis económica a la que ya no calman los analgésicos estatales; el cierre de una aerolínea, y la escalada de contagios del Covid en el AMBA y el Chaco, que prenuncia otra extensión de la cuarentena. No hay buenas noticias. Tampoco soluciones a la vista. Se explican los malos humores. Cuesta más comprender ciertos errores.

"Se trata de gente que está confundida", afirmó con evidente malestar y aparente condescendencia el Presidente para minimizar (o descalificar) a quienes salieron a la calle catalizados por el proyecto de expropiación de la empresa Vicentin , pero motivados por muchas otras razones. Una cadena de equivalencias de hastíos diversos que sacó a miles del confinamiento para protestar contra el Gobierno.

En esa sola frase se condensan varias pistas para los enigmas que Fernández va dejando abiertos y los problemas que enfrenta. Si hay gente confundida, el subtexto indicaría que hay alguien que tiene la verdad, y es quien la expresa. También indicaría un fracaso del emisor en hacerse entender por el receptor. Típicos problemas de comunicación. No es la primera vez que el Presidente se siente incomprendido. Aunque no parece decidido a revisar métodos y prácticas, en esta cuestión él también confía la solución al paso del tiempo. "Ya me van a dar la razón", completó.

La escalada del caso Vicentin , sin embargo, podría dar motivo para algunos otros análisis y llegar a otras conclusiones. El pico de rechazo y confusión alcanzado en la opinión pública llegó mucho más rápido que el del Covid. Nadie advirtió el riesgo de la viralización. En el anuncio inicial se encuentran muchas de las razones de los cuestionamientos, que no lograron modificar y hasta agravaron posteriores intentos de aclaraciones y correcciones. Para peor, en muchos casos terminaron en contradicciones. Es la que ahora padece la iniciativa de evitar la expropiación impulsada por el gobernador santafesino, Omar Perotti, relativizada al nacer. Y ahora resucitada.

Sin caer en la remanida y siempre funcional injerencia de Cristina Kirchner , cuesta encontrar en el oficialismo alguien que logre dar una explicación satisfactoria a la duda de cómo y por qué Fernández avanzó con el anuncio y el decreto de intervención y expropiación de Vicentin con tan pocos resguardos jurídicos, políticos y comunicacionales.

El resultado expone cierta superficialidad en el abordaje. Los enojos posteriores parecen corroborarlo.Al momento del anuncio, el Presidente no solo carecía de evaluaciones serias sobre el impacto social de la medida más allá de su núcleo duro de votantes. Tampoco las tenía sobre el respaldo con que contaba dentro de su propio espacio de algunos actores claves o sobre las inevitables derivaciones judiciales. Y ni siquiera contaba con la convicción, sino más bien con fuertes reticencias, de varios de los que debían ejecutar la operación. Ningún fusible saltó. Fernández podría indagar ahora si el sistema de alarmas de la Presidencia es poco sensible o carece de poder para hacerse oír.

Solo algunos días después de haber lanzado su proyecto, el Presidente escuchó voces para él calificadas que le expresaron algunos inconvenientes concretos que tendría la expropiación. Se sorprendió. Entre los reparos expuestos escuchó ciertas consecuencias no previstas que podría tener esa medida para el Estado. Es el caso de eventuales pasivos ocultos. Curioso. El mismo argumento utiliza el Presidente para justificar la expropiación e imputarles vicios y eventuales delitos a los Vicentin. Al parecer, no hubo abogado exitoso ni jurista científico que examinara a fondo la cuestión.

La superficialidad de algunos análisis surge nuevamente entre las causas del enredo que complica al Gobierno. Uno de los expertos a los que recurrió Fernández para el caso Vicentin aporta, a modo de justificación, una inquietante explicación para no haber previsto consecuencias y haber avanzado tan desnudo hacia una disputa previsible. "Le pasó por ser demasiado porteño", esgrimió el especialista. Una forma de admitir desconocimiento, prejuicios y subestimaciones.

El enojo y la perplejidad con que en la Rosada reaccionaron a las marchas de anteayer validan esa interpretación . "Cómo pueden salir a defender a unos tipos que se la llevaron toda y quebraron la empresa", se preguntaban y reprochaban.

Parecieron olvidar que entre los manifestantes había bastantes más motivos que la supuesta defensa de unos empresarios ineptos o presuntamente inescrupulosos. Si revisaran los fundamentos con los que el Presidente justificó la medida, quiénes hicieron los anuncios y cuál fue la épica que el kirchnerismo añadió al expandir las dimensiones y los objetivos de la expropiación, comprenderían que en las calles no se discutía el "rescate" de una empresa al borde de la quiebra, sino mucho más. Un aparente aunque no explicitado proyecto de país. Choque de cosmovisiones. Confusiones.

Parece evidente ahora que la propensión de Fernández a comunicarse sin intermediarios ni aceptar consejos profesionales estaría exhibiendo algunos problemas. O consecuencias indeseadas. El Presidente no solo admite tener inconvenientes para ser comprendido. Para colmo, la comunicación parece ocuparle buena parte de su tiempo . Y no es solo el que dedica a entrevistas en medios audiovisuales, que dejan expuesta su satisfacción cuando los entrevistadores son amigables, tanto como su susceptibilidad ante los cuestionamientos en las ocasiones (pocas) en que se lo interroga incisivamente.

También el timeline de su cuenta de Twitter ofrece interesantes datos en cantidad y calidad. El número diario de posteos o retuiteos es un elemento revelador, lo mismo que el horario de emisión de los mensajes y los tópicos que más lo convocan. Igual de ilustrativas son algunas cuentas de las que se hace eco, expresiones de los kirchneristas menos moderados, aficionadas a la disputa y a la búsqueda de enemigos antes que a los consensos. Alimento para el núcleo duro.

La consecuencia polarizadora de ese sistema de comunicación parece lógica. El ambiente que crea no es precisamente inclusivo para los votantes más blandos o menos ideologizados , esos que no llegan siquiera al umbral de los adherentes. A los opositores, aun los moderados, solo les queda abstraerse o combatir. Ruido, mucho ruido, puro y duro ruido, canta Joaquín Sabina.

El descarnado documento que la UIA emitió la semana pasada sobre la crítica situación de la industria y las oscuras perspectivas que enfrenta es otra expresión de esos ruidos e interferencias. Fue la forma en que la conducción de la central empresaria encontró para aquietar las aguas internas que había encrespado el moderado comunicado previo de la entidad sobre la expropiación de Vicentin.

"No entramos en discusiones políticas, pero exponemos la grave situación económica, la insuficiencia de las medidas del Gobierno y la necesidad de que explicite un proyecto", argumentó en defensa propia uno de los moderados de la conducción fabril. La interna industrial no se saldó, pero en el oficialismo tomaron nota. La contradicción entre lo que Fernández les dijo y lo que Fernández hizo no cayó bien entre los empresarios. También el tiempo determinará quién tiene razón.

En medio de enojos y conflictos, la falta de un plan emerge como el gran déficit y la enorme preocupación. Ante cada nueva dificultad, son cada vez más los que fuera del oficialismo recuerdan la conocida sentencia de Séneca. "Cuando un hombre no sabe hacia dónde navega, ningún viento le es favorable".

Fernández no los contradice. Ayer, para demostrar vocación de lucha ante la adversidad, se identificó con un discurso de Alfonsín. La cita empieza hablando de "un hombre que iba perdido". ¿Será otro problema de comunicación?

© La Nación

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