sábado, 11 de abril de 2020

El temporal

Por Manuel Vicent
Cuando el mar se ve azotado por un temporal, a la tripulación del barco siempre le queda el consuelo de saber que tarde o temprano obedecerá a su nombre y pasará, porque es temporal. En el Curso de Navegación a Vela de Glénans se dice que en medio de una gran borrasca es necesario que la tripulación le tema más al patrón que al mar, pero si el patrón tiene carácter y no pierde la calma podrá controlar el desánimo o la rebelión a bordo, de forma que cada uno esté a la altura de las circunstancias.

Desde el puente gritará: “Hombre libre, siempre amarás el mar” y en ese grito se reconocerá el que ha echado las tripas, pero no ha perdido el humor; el que no advierte el peligro, pero acepta ponerse el arnés y el chaleco mientras explica que en las Orcadas y en el cabo de Hornos la cosa era todavía peor; estará quien no dice nada, pero se ata la melena con una cinta roja como un día cualquiera.

En medio de la borrasca un tripulante bisoño primero se asustará porque cree que va a morir y después se asustará más aún al ver que no se muere. Según una leyenda malaya, el primer ser humano que navegó tuvo que luchar contra los Siete Tormentos del Mar: el hambre, la sed, la soledad, la autocompasión, la pena, el miedo y la esperanza.

La leyenda cuenta que logró pasar los seis primeros, pero fracasó en el séptimo, por ello la esperanza está ensartada en el corazón de los navegantes. Un buen patrón sabe que un temporal se afronta derrotando cada ola. Salvada una, todo el esfuerzo se dirige a salvar la otra, hasta que al final el peligro se aleja y el combate termina. Los malajes han ido por la borda al agua.

Entonces alguien preguntará: ¿todo bien, patrón? ¿Preparo un café? Con el mar ya en calma es el momento en que cada tripulante deberá juzgar si el patrón ha dado la talla y pensar si volvería a enrolarse en su barco para una nueva travesía.

© El País (España)

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