sábado, 15 de febrero de 2020

Aterrizar

Por Manuel Vicent
A las 14.30 del pasado lunes, 3 de febrero, terminó la sesión de apertura de las Cortes en cuyo acto solemne e institucional los partidos políticos no dejaron de enfrentarse a cara de perro, enredados en una pelea de patio de colegio sobre los aplausos al Rey. Mientras en los pasillos unos presumían de haberle aplaudido mucho, otros solo un poco y otros nada, a esa misma hora del aeropuerto de Barajas despegaba un Boeing 767 de Air Canadá con destino a Toronto.

Apenas levantado el vuelo el piloto comunicó a la torre de control un problema técnico que impedía seguir el viaje. Una rueda había reventado durante el despegue y restos del neumático habían sido absorbidos por uno de los motores, que quedó bloqueado.

Los pasajeros del Boeing oyeron una explosión y al comprobar que el avión no tomaba altura comenzaron a alarmarse. Pero el comandante de la nave, lejos de mentir como un político, les explicó con todo detalle cuál era el problema y la forma de solucionarlo porque lo había practicado más de cien veces en el simulador. Ante su explicación sencilla y racional los pasajeros se calmaron.

Mientras en el Parlamento los políticos se peleaban como gallos de corral, en el aeropuerto los equipos de salvamento funcionaban a la perfección. Un caza F-18 había salido de la base de Torrejón para inspeccionar de cerca los daños. Los bomberos, las ambulancias, los hospitales, los controladores y la tripulación estaban preparados. Después de dar vueltas varias horas para quemar combustible el avión aterrizó sin más, lo que demuestra que existen en verdad dos Españas: la de los profesionales que saben lo que hacen y cumplen con su deber y la de ciertos políticos que gritan, insultan, imparten el viejo odio cainita y en el fondo no saben nada de nada. Si la crispación política se hubiera instalado en Barajas, el avión se habría estrellado.

© El País (España)

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