domingo, 29 de diciembre de 2019

Teoría y práctica

Por Carlos Ares (*)
En teoría, todos somos iguales ante la ley. Artículo 16 de la Constitución: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”.

En la práctica, si tenés o tuviste un carguito público alto, que te llevó a intercambiar favores con la gente que importa, algo se puede hacer para desigualarte. Salvo que quieras tapar con diarios una cagada tan grande como la que se mandó López con los bolsos en el convento, la guita, la tierra y las propiedades de los Báez repartidas por el mundo, o los restos sangrientos de las rapiñas que un Boudou dejó a su paso. De esos, todos se quieren despegar. Ni hablar de ratones del tipo Samid o D’Elía. Ahí, abajo, se los descarta después de usados.

Ponele, en teoría, que lograste colarte entre una ristra de chorizos de cerdo atados por el mismo hilo de la corrupción, Baratta, Jaime, “Pata” Medina, “Mono” Minnicelli, cuñado de De Vido, Edgardo Paolucci, ex director de la Aduana, “Caballo” Suárez, Cristóbal López, Ricardo Etchegaray, el ex de la AFIP, y demás. En la práctica, con paciencia, dejando que el tiempo y la mano experta de abogados, fiscales y jueces haga su trabajo, maneje el expediente, de la sombra a la sombra, en poco tiempo se sale, salís. Con una condición: no caigas más, porque entonces sí que vas a ser rebajado a la categoría de boludos iguales.

Si la hacés bien, como se debe, te convertís en Alderete. ¿Te acordás? Víctor Alderete, uno medio pelado, de anteojos, al que Menem descansaba y humillaba en público y en privado, porque era/es muy bajito. Titular del PAMI entre 1997 y 1999. Choreo a jubilados. Un clásico. Apeló, demoró, trabó el juicio y, recién en 2015, cuando ya lo iban a condenar, admitió todo y arregló tres años y medio de prisión, más inhabilitación perpetua para ocupar nuevamente cargos públicos que, obvio, ya no pensaba ejercer. Conclusión: hace solo cuatro meses, después de veinte años, confirmaron la sentencia. Como ya tiene 86, le dieron domiciliaria. Y ahí está, tranqui, bebiéndose el último whisky, disfrutando de la vista en el balcón terraza de su pisito, situado en la zona más cara de Recoleta.

Si acaso no estás en el sector público, todo cuesta un poquito más caro por el temita de evadir, lavar, justificar. No se puede creer la que se llevan los intermediarios. Es una estafa, loco. Pero, funciona. Invertís algo de esos manguitos que seguramente te sobraron del supuesto delito por el que te engramparon y del que, no lo dudo, sos inocente de toda inocencia, un perseguido político por “combatir al capital”, defender a “los trabajadore”, por los “gorilas”, “la sinarquía internacional”, “la patria contratista”, “la oligarquía terrateniente”, “la mesa judicial” y “la mesa de póker”, donde quedaste debiendo unos tragos.

En teoría, con una parte de la diferencia que hayas hecho, en pesos, dólar queso, blue, turista, le pagás al boga, que a su vez, en la práctica, debe repartir la “pelusa” con el juez que lleva la causa. Esa cadena de la felicidad , en “cash”, es efectiva. Vas a ser uno más de los diferentes entre iguales que la ley contempla en su lado oscuro, inciso P. Que traducido del leguleyo al lenguaje vulgar, significa: nos hacemos los pelotudos y todos contentos.

En cuanto a la última línea del artículo 16 –“La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”– te aclaro: si sos pariente de alguna “familia” de la mafia, la judicial, la sindical, la política, miembro de una “barra”, tenés un banco, una cueva o podés “apretar” de alguna manera, zafás. Quedás afuera, no te ajustan nada.

Si acaso, lamentablemente, sos uno más de la mayoría de boludos, entrás en todas las categorías del monotributo social solidario. Es decir: cuanto más pertenecés a la monada que labura, más tributo pagás.

(*) Periodista

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