miércoles, 11 de diciembre de 2019

La ruta infinita

Por Juan Manuel De Prada
Coincidiendo con el quinto aniversario de la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano, José Calvo Poyato se ha atrevido a fabular la gesta en La ruta infinita (Harper Collins), una novela que aúna rigor histórico, retrato vivaz de personajes y perspicacia para la captación del espíritu de una época. A Calvo Poyato lo avalan las dotes del historiador bien pertrechado, refractario a los sectarismos, cuyo amor a España no obnubila su ecuanimidad; y sobre estos cimientos firmes ha levantado, en volandas de un brío narrativo inusitado y una imaginación fértil, una obra que reconstruye con trazos vívidos aquella proeza y, sobre todo, a los personajes que la protagonizaron.

La historia es sobradamente conocida: el 10 de agosto de 1519 salía del puerto de Sevilla una expedición de cinco naves (Trinidad, San Antonio, Concepción, Santiago y Nuestra Señora de la Victoria), al mando del navegante portugués Hernando de Magallanes y al servicio de España, para hallar el ansiado paso que, según se sospechaba, debía unir los mares llamados del Norte y del Sur y que habría de acortar enormemente los viajes a las islas de la especiería. Conseguido este primer objetivo el 1 de noviembre de 1520, después de dar nombre a la Patagonia y a la Tierra del Fuego, así como al océano Pacífico, la expedición descubrió las islas Filipinas, en una de las cuales encontraría muerte alevosa Magallanes. Y, tras conseguir arribar a las Molucas, la escuadrilla cada vez más reducida emprendió el regreso a España por la antigua y conocida ruta del cabo de las Tormentas, ya denominado de Buena Esperanza, llegando únicamente a Sevilla el 8 de septiembre de 1522 la nave Santa María de la Victoria en malísimo estado, con sólo dieciocho hombres (de los doscientos treinta y nueve que habían partido), capitaneados por Juan Sebastián Elcano.

Calvo Poyato no se limita a narrar las vicisitudes de tan apabullante travesía o las calamidades padecidas por sus intrépidos navegantes. También nos lleva a la Lisboa donde Magallanes fragua su proyecto, a una abigarrada Sevilla convertida en trampolín de la aventura, a la corte del emperador Carlos, que bulle de intrigas cortesanas y de conciliábulos. Calvo Poyato nos ofrece una penetrante visión panorámica de la situación política de la época, a la vez que unos retratos nítidos y sugestivos de sus principales protagonistas. Y, sin dejarse atrapar en las asechanzas de la leyenda rosa, pulveriza todos los tópicos de la leyenda negra, que cuando se detiene en este episodio suele demorarse en resaltar la figura de Magallanes, presentándolo como un hombre genial, adornado de las mejores virtudes, a la vez que omite que su empresa visionaria nunca se habría podido llevar a cabo si no la hubiese patrocinado el emperador Carlos y, por supuesto, escamotea la ímproba y trágica tarea que tuvo que consumar Elcano, desde las Molucas hasta Sevilla, sin poder tocar en ningún puerto y sin víveres, con sólo dieciocho hombres que eran más bien dieciocho esqueletos.

Carlyle fue artífice de una atractiva teoría según la cual los grandes hechos de la Historia, las grandes renovaciones espirituales, las revoluciones políticas, los movimientos espirituales y los cambios decisivos de las civilizaciones han sido realizados por hombres excepcionales, por héroes, en el sentido más elevado de la palabra. Es, sin duda, una teoría muy seductora y parcialmente cierta; pues es verdad que son los hombres de excepción quienes mueven el mundo. Pero tales hombres habrían estrellado sus anhelos contra los muros espesos de la incomprensión y habrían terminado por sucumbir si no hubiesen encontrado el auxilio de una coyuntura favorable. Los héroes iluminan y concretan con la fuerza de su genio lo que ya se vivía, de forma vaga o inconsciente si se quiere, entre sus coetáneos, en un trance de plenitud. Y España, el Imperio español, se hallaba entonces en ese trance de plenitud, capaz de alumbrar grandes personalidades y de atraer a las foráneas, como Magallanes (si es que puede decirse de un portugués que sea foráneo). Si había que consumar la acción imperial de dar la vuelta al globo, sólo podía consumarla España. Magallanes no fue más que un agente servicial en la consumación de un designio español.

Leyendo La ruta infinita, la amenísima y dilucidadora novela de José Calvo Poyato, aprendemos que los héroes como Magallanes o Elcano aparecen en el momento señalado por el destino providencial y ejercitan la función de ‘intérpretes’; o sea, captan el espíritu y las ansias de todo un pueblo, los anhelos de toda una civilización.

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