martes, 3 de septiembre de 2019

Trabajos de mierda

Por Guillermo Piro
Recuerdo agosto de 2013 por muchas razones, entre otras por la aparición de un artículo de David Graeber en una revista británica llamada Strike! Entonces ni el nombre de la revista ni el del articulista le sonaban a nadie, a diferencia de ahora, cuando el nombre de la revista puede seguir siendo ignorado pero el del articulista no debería. Graeber es un antropólogo y activista estadounidense (tuvo un papel protagónico en las protestas contra el Foro Económico Mundial en Nueva York en 2002)​. Estudió en la Universidad de Chicago y es profesor en el Departamento de Antropología en Londres. También es líder del movimiento Occupy Wall Street.

En aquel agosto de 2013 Strike! publicó un artículo de Graeber titulado “Sobre el fenómeno de los trabajos de mierda”, que los medios periodísticos más recatados y españoles tradujeron como “Sobre el fenómeno de los trabajos absurdos” o “de postureo”, expresiones decorosas que inconscientemente pretendían hacer de pantalla a un hecho indiscutible: el periodismo y la traducción también son trabajos de mierda. El artículo se basaba en una intuición que el propio Graeber expresaba en los siguientes términos: casi todo el mundo está más o menos familiarizado con cierta clase de trabajos que parecen no servir para mucho, ¿pero los que los realizan lo saben? “¿Habría algo más desmoralizador que tener que levantarse temprano cinco de los siete días de la semana para realizar una tarea que uno, en su fuero interno, considera que no hace falta, que no es más que una pérdida de tiempo y/o de recursos, o que incluso hace del mundo un lugar peor?”, decía Graeber.

Voy a tratar de explicar la tesis de Graeber: nuestra sociedad está llena de trabajos inútiles, pero por alguna razón, extrañamente, cada vez que un notero en la calle entrevista a la gente que en un día de paro de transportes se obstina en llegar a su lugar de trabajo nadie reconoce odiar su trabajo, sino, por el contrario, parecen dar muestras de cierto amor, incluso de orgullo. No hablemos de presentismo, por favor, que en una noche en el bingo nos hemos gastado sumas mayores. Es otra cosa. Simplemente pareciera que es imposible admitir en televisión que uno tiene una buena excusa para no ir al trabajo –cosa a la que al parecer sí pueden referirse los humoristas. La gente que cada vez que se anuncia un paro de transporte se pone contenta es la misma que al ser entrevistada en la televisión asegura que no poder ir a trabajar representa una tragedia terrible. Nadie, dice Graeber, parece sentirse libre como para decir lo que en realidad piensa del tema –al menos en público.

El resultado fue que el artículo en pocos días fue traducido a todos los idiomas conocidos. El sitio web de Strike! recibió más de un millón de visitas y colapsó varias veces. Los blogs de todo el mundo hablaban del tema y los comentarios se llenaron de confesiones de trabajadores, gente que finalmente admitía que odiaba el trabajo que hacía. La pregunta fatal de Graeber podría resumirse en esta: ¿cómo se puede hablar de dignidad del trabajo cuando en el fondo uno siente que su propio trabajo no debería existir?

Luego vinieron las encuestas: en Gran Bretaña, a la pregunta “¿Cree que su trabajo aporta algo significativo al mundo?” el 37% respondió que no (el 50% respondió que sí y el 13% restante que no estaba seguro). Todo esto para recomendar la lectura de Trabajos de mierda. Una teoría, de David Graeber, publicado en España por Ariel.

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