domingo, 4 de noviembre de 2018

Etiquetas en los huevos

Por Carlos Ares (*)

En ésas estábamos, jugando como de costumbre al ahorcado, cuando el ex capitán y actual comandante de los milicos y evangelistas brasileños, Jair Messias Bolsonaro –el “Messias” parece joda, pero no– vino a toda carrera y en una ultraembestida nos arrojó al fondo del abismo de nuestras minúsculas, rutinarias, aburridas, absurdas peleas “ideológicas”.

Caemos sin dejar de insultarnos, de rapiñarnos, de especular con que podríamos aprovechar la confusión para obtener una victoria “pírrica” sobre el cuerpo muerto del enemigo. A propósito, cuenta la leyenda que el griego Pirro, después de ganarle otra batalla a los romanos a costa de perder miles de soldados, le dijo al que montaba el caballo de al lado: “Loco, otra victoria como ésta y nos volvemos solos a casa”.

De la grieta a la gruta. En éstas estamos ahora, manoteando explicaciones a oscuras, boxeando a dos manos, izquierda y derecha, enguantadas de consignas y discursos. Más preocupados por defender la propia,  “la nuestra”, que la de millones de personas condenadas al desamparo. Acusándonos de ser responsables por las sobras vencidas de la democracia que le damos de comer a la bestia fascista.

Nada se ve acá abajo en esta puta gruta. Ni una idea. Solo el brillo fugaz de miradas furtivas. La brasa de un pucho que resplandece cuando alguien pita hondo el cigarro. Apenas si se escucha un bisbiseo. ¿Qué carajo dicen? Nada que se entienda, nada que huela a algo mejor. Nadie hace una revisión crítica de las cloacas del sistema de desagüe por el que deberían irse nuestras mierdas y que hace tiempo se tapó.

Aparte de  juzgar y condenar a los criminales de la dictadura, de legalizar derechos que ya se ejercían en la práctica, de convocar a elecciones financiadas con guita negra, de promesas insensatas, de mantener a miles de diputados, senadores, gobernadores, asesores, funcionarios, consultores, testaferros y vividores de toda calaña ¿qué otros beneficios contantes y sonantes podemos atribuirle a la democracia después de 35 años? Destacar como mérito que de las cajas de comida que el gobierno de Alfonsín comenzó a repartir entre 800 mil personas pasamos a los casi cuatro millones que reciben el subsidio de la Asignación Universal por hijo, da vergüenza ajena y revela el nivel de hipocresía que hemos alcanzado.

¿Qué más? ¿Qué más esperar todavía, después de tanto tiempo de bancar, qué más a cambio de sobrellevar la vida así como queda para siempre si te toca nacer de la mitad para abajo, si no integrás una barra, una mafia, si no engrosás los músculos como pelotas para laburar de custodio o patovica, si no entrás de soldadito al ejército narco, si no salís de caño, si no te resignás a cagar en un pozo, a llenar la panza con lo que hay, a mendigar, a esperar una changa, a cartonear, a consumir, a beber, a olvidar, ¿qué más?

Así de ciegos estamos. Después de atravesar el horror de la dictadura, la sucesión de demoledores fracasos y de estafas ideológicas de las que cuesta tanto recuperarse, además hay “buscas” tratando de encontrar un Bolsonaro para ofrecer. Como si Videla, Seineldín, Aldo Rico, Ruckauf o Milani no hubieran existido. Entonces viene un fantasma autoritario como Guillermo Moreno que quiere ser Presidente y te presenta a Santiago Cúneo para gobernador. ¿Lo tienen a Cúneo? Un “bolsorraro” argento, de terror.

A esta democrática cueva también recaen en la volteada quienes tienen necesidad de un poco de refugio, abrazos, calor y humanidad. Intuyo por los latidos de la angustia que somos más de lo que parece. ¿Qué hacer ante esos tipos que invocan a Dios y los reciben en Luján cuando los requiere la Justicia? ¿Qué hacer frente a los Moreno, los Cúneo, los Moyano, los Alfredo Olmedo, los evangelistas? ¿Qué hacer con las mafias que encubre y bendice la histórica comunión de la Iglesia y el peronismo?

Nos queda la palabra. Se escribe el nombre en una etiqueta –“Aníbal Fernández”, por ejemplo– se pega a la cáscara del huevo y se lo aparta. De ese modo, tal vez, podamos advertir y evitar que nuevos cuerpos, al calor de sus ideales, empollen por error viejos huevos de serpiente.

(*) Periodista

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