sábado, 15 de septiembre de 2018

Moreno, Brieva, D’Elía: soberbia, paternalismo y otras sombras ideológicas


Por Eduardo Aulicino

¿Cuánto importan realmente Guillermo Moreno, Dady Brieva y Luis D'Elía? No podría decirse que mucho. Moreno tiene escaso volumen en el peronismo, Brieva es un actor y comediante conocido pero no un referente social, y D'Elía se ha ido devaluando largamente en las organizaciones piqueteras. 

Eso, de todos modos, no definiría la respuesta. Sus dichos y gestos para cargar contra el Gobierno tal vez no sean relevantes medidos por los efectos prácticos, pero expresan más que la cáscara: traslucen inquietantes y oscuras cargas ideológicas.

Guillermo Moreno volvió a ganar algún espacio mediático y generó una previsible y rápida reacción en las redes sociales al difundir que había enviado una nota a Christina Lagarde para advertirle que el FMI no debería adelantar fondos al país. Solicitó una reunión y dijo contar para esa tarea con tres economistas comisionados, uno de los cuales, Guillermo Nielsen, se bajó rápidamente de la misión.

Moreno firmó su nota como presidente da la Comisión de Economía del Partido Justicialista. Nadie salió orgánicamente a tomar distancia del hecho. El PJ, por supuesto, no contiene hoy ni siquiera formalmente al peronismo. José Luis Gioja es el presidente del Consejo Nacional, respetado por su larga trayectoria peronista, pero lejos de ser considerado jefe o líder partidario, ni por el kirchnerismo –por momentos más próximo- ni por el conglomerado de los gobernadores.

El ex secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno

La carta de Moreno está acotada por ese contexto. No tiene el impacto, por supuesto, pero sí el eco de aquellas movidas devastadoras por su efecto y tremendas por su concepción que tuvieron como ejecutores a Domingo Cavallo y a Guido Di Tella, y que apuntaron a dinamitar el último tramo de la gestión de Raúl Alfonsín, el primero para bloquear la asistencia del Fondo y el segundo para provocar una disparada de dólar y precios.

Nadie asimilaría hoy semejante situaciones, ni la potencia de fuego de aquellos actores y la de Moreno. Sólo el eco, pero alcanza para entrever el sustento ideológico.

Moreno asume sin decirlo la peor concepción sobre el peronismo. La traducción más común suele ser que el peronismo se concibe como la única fuerza política capaz de gobernar este país y, peor, que ningún otro partido puede finalizar su mandato. Hoy, en sentido inverso, una franja importante y con peso territorial del PJ busca emitir señales de gobernabilidad, cuya prueba real será dada en el Congreso con el tratamiento del Presupuesto.

Pero el punto, volviendo al ex secretario de Comercio, es que su carilla y media dedicada al FMIcoloca al peronismo en el papel de condicionante de la gobernabilidad, no de sostén o hasta de garante de esa gobernabilidad. Desdibuja al extremo su papel de partido político, para presentar al PJ como una especie de factor de poder permanente, condicionante en definitiva de la propia política.

Ese asoma como el componente ideológico. Sólo su falta de efecto disimula la categoría de la señal del ex funcionario, la convierte casi como en anecdótica, aún como recreación desteñida de las jugadas desestabilizadoras referidas.

Dady Brieva

Dady Brieva fue por otro camino para disparar contra el Gobierno. Expresó su deseo de que "realmente la pasemos mal", como una fórmula de escarmiento para que la gente no vuelva a votar a Macri. Enojo expresado en términos de paternalismo.

Puede resultar contradictorio a primera vista, pero no lo es: es probable que el actor no lo haya elaborado así, pero viejas corrientes de pensamiento siguen funcionando increíblemente como una mixtura de ideas que colocan como eje naturalmente virtuoso al pueblo -a veces definido como conjunto amplio y otras veces casi como núcleo de clase- pero al mismo tiempo lo rebaja a una condición de niño o ingenuo al que hay que enseñarle a pensar.

Brieva hizo un giro llamativo para enfatizar que no desea una salida anticipada del poder para Macri. Aunque hay elementos a la vista para hacerlo, no profundizó en la crítica hacia el Gobierno ni tampoco en la polémica sobre el pasado kirchnerista: eligió plantear lo que resta del mandato presidencial como una especie de necesario sufrimiento colectivo que expíe los pecados electorales de 2015 y 2017. La idea del correctivo suele ser espejo de la enseñanza en términos de superiores e inferiores.

El piquetero Luis D’Elía

D'Elía ocupa otro lugar, es sabido. Sostiene desde hace rato que Macri debe caer y lo dijo de maneras que sólo le generan soledad política. En su última entrega, tal vez haya querido ser menos extremo en el vocabulario. Sostuvo que el Gobierno "está terminado", y arropó el final que imagina para el Gobierno no como fruto de un estallido social sino como un pronunciamiento del Congreso.

Al margen de algunas confusiones sobre las crisis y el modo de superarlas en sistemas parlamentarios, D'Elía buscó darle algún cariz institucional a sus últimos dichos. En su versión más extrema, había llegado a hablar de "fusilamiento" del Presidente "delante de todo el pueblo". Las palabras, está claro, pierden sentido o diluyen su gravedad según el real peso de quien las pronuncia. Pero lo relevante es, en cualquier caso, el sentido de base: esta vez, la auto-adjudicación de la representación popular como una suerte de atributo de supremacía para forzar cualquier límite.

Las oscuridades ideológicas a veces no mueven el registro en escala de debate. Da la impresión de que domina el estilo de los cruces, más o menos ingeniosos, en las redes. No es mucho, pero al menos alertan con su ruido.

© Infobae.com

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