sábado, 1 de septiembre de 2018

LULA NO PUEDE SER CANDIDATO

Así lo dispuso el Tribunal Electoral brasileño. El expresidente puede apelar pero delegaría a favor de Fernando Haddad.

Luiz Inácio Lula da Silva
Brasil - El Tribunal Electoral brasileño ha estrechado el cerco legal al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva prácticamente hasta sus últimas consecuencias. Los magistrados han votado que el exmandatario, en la cárcel por corrupción desde abril, no puede concurrir a las elecciones de este octubre, cosa que él lleva intentando desde el 15 de agosto, cuando se inscribió como candidato en desafío a las leyes que prohíben la candidatura de condenados en la segunda instancia como él.

Este veredicto remueve lo más profundo de unos comicios dominados por la incierta presencia de Lula. Al haber vetado al candidato favorito por los votantes (con 36% de la intención de voto; frente al 18% del siguiente en la lista), han resuelto prácticamente de una tajada varias de las incógnitas que acompañaban hasta ahora a esta campaña. Y a la vez, han dejado al político más popular de la historia de Brasil -y su único expresidente condenado- ante tan solo un puñado de opciones, y apenas una buena.

Se abren ahora ante el expresidente dos caminos. Uno de ellos es rechazar el veredicto y seguir la carrera hacia delante hasta las urnas. Aún tiene derecho a tres recursos más, uno ante el Tribunal de Justicia y dos ante el Supremo. Y mientras se tramitan, nada en la ley le impide seguir haciendo campaña (o mejor dicho, que el Partido de los Trabajadores haga campaña en su nombre mientras él cumple condena), y apareciendo en la propaganda electoral. Pero se expone a que, si sigue así hasta el día de las elecciones, sus votos se consideren nulos.

Otra opción sería aceptar la sentencia y delegar la campaña y todo su proyecto político en su número dos, el exalcalde de São Paulo Fernando Haddad. En Brasilia se da ya por sentada la teoría de que Haddad es el candidato real del Partido de los Trabajadores (PT) desde que Lula entró en prisión y se quedó virtualmente impedido de presentarse a las elecciones. Así, el expresidente solo estaría prestándole su todopoderoso nombre, en una rocambolesca candidatura que se organiza desde su celda, mientras Haddad se da a conocer y gana músculo entre los votantes. Pero la opción de dejarlo todo en manos de Haddad prematuramente también entraña riesgos. El exalcalde no acaba de despegar en las encuestas. En una de las más recientes, solo el 4% de los votantes de Lula dijo que le daría su voto si el expresidente fuese vetado por el Tribunal Electoral.

Guerra de plazos

Existe una solución intermedia. Es posible que Lula no esté librando guerra con sentencias y recursos como dicen, sino con plazos. Y en ese terreno, se avecina una fecha que marcará un Rubicón: el 17 de septiembre, 20 días antes de la votación del primer turno. El último momento para pedir cambios en una candidatura. Si Lula consigue encadenar recursos y estirar hasta entonces su endeble condición de candidato -a la espera de que ese último recurso confirme que no puede serlo, como todo el mundo ya espera-, podrá cambiar su inscripción a última hora y dejarlo todo en nombre de Haddad. Habrá hecho, entonces sí, toda la campaña posible por su protegido y habrá mantenido al PT dentro de la legalidad.

Pero el bando rival, la justicia, también sabe convertir plazos en armas arrojadizas. Juzgar la candidatura de Lula no entraba en los planes del Tribunal para este viernes y de hecho esa misma mañana los magistrados aún no sabían si estaban preparados para llegar tan lejos. Tenían por delante más de una docena de denuncias contra la candidatura de Lula y podrían elegir alguna otra que fuese menos compleja. Por ejemplo, la que cuestionaba que él aparezca en televisión pidiendo el voto desde la cárcel. Era la que estaba prevista para ese día.

Pero el ministerio público emitió durante la madrugada un contundente comunicado presionándoles para que no perdiesen más tiempo. "No se pueden desperdiciar los recursos públicos en campañas electorales estériles y sin viabilidad jurídica", se alarmaba. No podía meter prisa de forma más clara. La sentencia tenía que salir el viernes, costase lo que costase.

Al fin y al cabo, el día siguiente, el sábado, también tiene su importancia estratégica en el calendario electoral. Es cuando la televisión pública comienza a emitir la publicidad de cada campaña en horario de máxima audiencia. En un país donde está prohibido que un candidato compre espacios publicitarios en medios privados, una parte considerable del éxito de una campaña depende de lo que el público vea en la televisión. Y a Lula le corresponde una buena parte de esos minutos de publicidad. Cada segundo protagonizado por él sería una derrota para la justicia.

Sin embargo, con el veto pronunciado a meras horas del comienzo de las emisiones, todo cambia. La sentencia acapara la conversación, como guinda, el PT tendrá que ingeniárselas para llegar a tiempo con spots totalmente nuevos. Unos que expliciten lo imposible de su situación: que están vendiendo un candidato prácticamente ilegal haciendo campaña en nombre de otro inesperadamente impopular.

Informe: El País

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