viernes, 21 de septiembre de 2018

Clase media: ¿sector abonado a la queja o blanco de ajustes?

Por Giselle Rumeau
Es casi una ley estructural de la historia del país. Desde hace más de 80 años, la Argentina viene repitiendo sufrimientos, inestabilidades y estancamientos de manera inexorable, como si no pudiera escapar de ese destino trágico. Crisis políticas o financieras, bancarias o inflacionarias, cambiarias o de deudas retornan de manera impiadosa cada década para complicarnos la vida y demostrar que no aprendemos nada de los errores del pasado.

Esta tendencia a la repetición freudiana es, sin duda, materia para el diván. Pero lo concreto es que en todo ese tiempo, los argentinos venimos gastando más de lo que tenemos y consumiendo más de lo que producimos. Basta un sólo ejemplo: del inicio de los años 30 hasta acá, sólo tuvimos diez años de equilibrio y superávit fiscal.

Economistas y polítólogos coinciden en señalar que superar esa historia de fracasos y frustraciones por creernos lo que no somos demandará varios períodos de gobierno. Con más voluntad que certeza, el presidente Mauricio Macri repite ahora que la furiosa crisis que atravesamos será la última de esa tendencia. En medio de la volatilidad en la que quedó inmerso el país desde mayo pasado, con la escapada del dólar y la inflación que no da tregua, pide sangre, sudor y lágrimas para lograrlo. Y la población, al igual que los mercados, le responde con el bolsillo. El Índice de Confianza en el Gobierno (ICG), que elabora la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, cayó 3,5% en agosto respecto del mes anterior, y se mantiene en los bajos niveles a los que llegó con la crisis cambiaria hace cuatro meses. Pero eso no es todo. Según el estudio, el actual nivel de confianza en la gestión oficial, ubicado en 1,94 puntos, supera por apenas 0,14 puntos al valor observado en el último mes de la gestión de Cristina Kirchner.

Como si fuera poco, la mayoría de las encuestas destacan que el Presidente perdió cerca de 10 puntos de imagen positiva entre la clase media, base electoral de Cambiemos y crucial para cualquier candidato que quiera ganar elecciones presidenciales, si se tiene en cuenta que representa el 45% de la población. Es el segmento más amplio y diverso de la pirámide social y el más reacio a realizar el sacrificio, aún aquellos sectores que están más acomodados. Así las cosas, ¿tiene la clase media una inclinación natural por la queja? ¿O se trata efectivamente del sector que siempre hace el mayor esfuerzo?

Antes de despejar las dudas, habría que empezar por aclarar que no existe una sola clase media sino varias. "Definir a la clase media es complejo porque se trata de un concepto muy amplio. Hay distintas clases medias. No es lo mismo la clase media rural que la urbana porque hay diferencias en materia de ingresos y en educación. No se debe hacer una definición solo económica sino socioeconómica, cultural, identitaria", explica Sergio Berensztein, analista político y director de la consultora que lleva su nombre.

Guillermo Oliveto, asesor en mercado y tendencias de consumo y presidente de la consultora W, también destaca esta diversidad socioeconómica y cultural, pero aporta un análisis a partir de la diferenciación por ingresos para trazar un perfil más definido. "Está la clase media baja (C3), que representa el 28% de la pirámide social y tiene un ingreso familiar mensual promedio de $ 35.000; y la clase media alta (C2), que cuenta con una suma mensual promedio de $ 68.000 y aglutina al 17% de la población", explica.

El experto en consumo remarca que sólo el 5% de los argentinos pertenecen a la clase alta (ABC1), mientras un 50% corresponde a las sectores más postergados: la clase baja superior (D1), que con $ 18.000 totales de ingresos promedios por mes representa al 33% de la población; y la clase baja inferior (-D2/E), que está por debajo de la línea de pobreza estipulada por el INDEC, reúne al 17% de la pirámide y percibe una suma total promedio de $ 8.400 por mes" destaca.

En ese sentido, Oliveto asegura que la queja de la sociedad por la crisis se da en todos los segmentos, de manera subjetiva y por distintos motivos, pero el impacto en cada sector es distinto. "La clase media tiene hoy el problema de la pérdida de poder adquisitivo para lograr mantener el nivel de vida que pretende. Pero sí hay que distinguir entre la clase media alta (el C2), que tiene resto y espalda, y entre el C3 que tiene una situación de ingresos más acotada", destaca. Con todo, el experto asegura que el único segmento que atraviesa la situación más compleja es el D1, es decir, la clase baja que no es pobre y que se autopercibe como de clase media.

Berensztein coincide. "El Gobierno destina un gran porcentaje del gasto a los sectores más vulnerables, como los planes sociales y la Asignación Universal por hijo. Pero los sectores medios y medios bajos, integrados por muchos profesionales, empleados, monotribustistas y autónomos, pequeños y medianos comerciantes, dueños de Pymes o chacareros, no cuentan con la ayuda del Estado y están sufriendo la mayor parte del peso en el financiamiento del gasto público", explica.

Lo peor, la pobreza

Agustín Salvia, director de Investigación del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, también remarca que no es toda la clase media la que recibe el golpe más fuerte en tiempos de crisis recesivas. "La que más sufre en términos relativos la crisis es la clase media baja, la cual tenía expectativas de progreso y mejora, y una vez más para ellos la situación económica ha empeorado. Esto implica reducir en gastos de salud, educación, vivienda, recreación, etc. Esto implica tanto ser y sentirse efectivamente más pobres", afirma.

El panorama es desalentador para los sectores medios y bajos. Según las estimaciones de Salvia, la pobreza este año podría volver a subir más del 32%. "Es de esperar que suba con respecto a 2017. En el mejor de los casos, en los niveles que teníamos a mediados de 2016, del 32%, aunque quizás pueda ser peor. Lamentablemente, una vez más por arriba de los años 2014 y 2015. El Gobierno mantiene y está ampliando planes sociales y ayudas alimentarias para que la situación no sea más grave entre los pobres extremos, pero la caída del nivel de actividad y de empleo, más el aumento del costo de vida, sobre todo en el sector informal vinculado al consumo interno, hace que los sectores bajos y medios bajos que habían logrado salir de la pobreza el año pasado vuelvan a estarlo este año", lamenta.

Mientras se espera la medición del Indec sobre la pobreza, que estará disponible la semana próxima, se conoció el miércoles el último relevamiento realizado por la Dirección General de Estadísticas y Censos (DGEyC), que mide la capacidad de los hogares de la Ciudad de Buenos Aires para cubrir un conjunto de bienes y servicios. Según estos datos, una familia tipo de la ciudad de Buenos Aires, compuesta por una pareja económicamente activa, con dos hijos, y propietaria de su vivienda, necesitó durante el mes de agosto un ingreso de $20.937 para no caer por debajo de la línea de pobreza. Esto es, un 33% más que en el mismo mes del año anterior. En tanto, para seguir dentro de la clase media, los ingresos requeridos fueron entre $ 33.364 y $ 106.764.

Con todo, Salvia remarca que el mayor riesgo, tanto para los de abajo como los del medio, es el aumento del desempleo por cierre de establecimientos o reducción de plantas de personal. "Esto por ahora es un fenómeno aislado, no es un hecho generalizado. En tanto esto no ocurra, al menos la caída en la pobreza para las clases medias bajas no será un problema tan grave y podrá incluso revertirse si es que hay un rebote el año próximo. Sin embargo, mientras tanto, la pobreza estructural continuará agravándose para los sectores justamente más pobres, incluso a pesar de los planes sociales", sostiene.

Pues bien, salvo estos sectores mencionados, los problemas que hoy enfrenta el resto de la clase media son menos complejos. "En un contexto recesivo como este, lo que aparece es un aumento del proceso de floretarización del segmento, es decir, sigue siendo clase media pero cambia sus hábitos: va a segundas y terceras marcas, achica gastos, se acomoda a la situación de crisis. Para algunos implica interrumpir proyectos pero para otros, ligados a la actividad exportadora, al turismo o al campo, la crisis puede ser una oportunidad", explica Berensztein. En esa línea, destaca que lo que más le afecta al segmento medio y medio alto es la incertidumbre, la decepción y la falta de horizonte, pero aclara que el mal será transitorio. "El impacto de la crisis es real pero la clase media tiene recursos y capacidad histórica para recuperarse", concluye.

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