lunes, 20 de agosto de 2018

¿Kambiamos?

Por Tomás Abraham (*)
Resulta que ahora criticar al Gobierno por haber puesto una bomba financiera bajo los asientos de millones de  argentinos es abrirle la puerta a la guerra civil. Este despropósito de quienes sostienen que de no ser reelegido Macri y ganar Cristina en 2019 vamos camino de terminar como Venezuela, instala una nueva forma de extorsión que pretende hacer callar, o ponerles sordina a los llamados intelectuales.

A pesar de la sorna que produce la palabra Foucault decía que jamás había conocido intelectuales, sino, en todo caso, gente que hace cosas como esculturas, películas, libros o algoritmos; se refiere a miles de escritores que desde hace tres siglos intervienen en la opinión pública y son parte de la discusión de los problemas de su comunidad de pertenencia ya sea su aldea o el mundo.

Durante los tres gobiernos kirchneristas funcionó el modelo amigo/enemigo como matriz de la política. Era un lugar común de la falange de intelectuales y otros adherentes protectores de la Patria Grande o de Cristina eterna, dividir las aguas y etiquetar con la palabra "destituyente" a cualquier opositor al relato oficial.

Este gobierno, por carecer de un canon ideológico normativo que encuadre a sus militantes, lobistas, adherentes y operadores, parecía más flexible y más apaciguador con quienes no participaban ni acordaban con sus políticas. No jugaba al todo o nada.

No dejaba de repetir que lo más importante era el diálogo, la diversidad y el pluralismo. Sin embargo, hay quienes con el virginal propósito de blindarlo para bien de la República, en este momento sostienen esta tesis arriba mencionada, la de denunciar a quienes supuestamente ponen el dedo en la llaga en momentos de crisis, a lo que otros con ironía agregan la advertencia que trata de rebeldes sin causa a quienes analizan la situación del país de un modo no funcional al poder.

Nos tratan de masoquistas que preferían pasarla mal con el gobierno anterior que esta libertad y tolerancia que parece que sólo ahora disfrutamos.

Otros tampoco pierden el tiempo y, resentidos ante quienes criticaron al gobierno anterior, dicen no dejarse engañar por estos supuestos panqueques filomacristas que cabalgan en dos monturas.

En suma, la grieta que aplana cerebros, a los que no les haría daño un poco de trabajo intelectual.

Cuando los intelectuales manifestamos nuestra alarma por el estado de la economía, ¿deberíamos ser juzgados por deslealtad a una causa?

Un economista de las filas ultraortodoxas del neoliberalismo como Miguel Broda afirma que este gobierno deja un país en peores condiciones que el heredado en 2015. Mejor no leer al economista Walter Graziano, que da un breve encuadre financiero para este y el próximo año, digo mejor no leerlo si se quiere dormir de noche sin pesadillas ni pastillas. Dice que reducir el déficit fiscal ahorrando en personal público, comparado con la deuda contraída el exterior sumada a los papeles emitidos por el Estado es enfrentarse a un tiburón con una palita.

Graziano muestra que el dinero del FMI no alcanza para nada, y que hay derrumbe financiero si no hay otros abundantes préstamos de banca privada siempre y cuando el Tesoro de los EE.UU. no siga el plan que inició hace poco que chupa los dólares del mundo que nosotros necesitamos como agua bendita.

En la última entrevista al economista Guillermo Calvoque se puede leer en el diario PERFIL,dice que la crisis es profunda. Sostiene que una inflación como la que tiene  nuestro país es inaceptable en el mundo, y que no se la reduce bajando el déficit fiscal ni con el ajuste en el gasto público. Da los ejemplos de Brasil Ecuador, entre otros, con un déficit fiscal bastante más abultado que el argentino y una inflación de tres y pico por ciento.

Teme que la única salida sea un nuevo plan Bonex para las Lebacs y/o una dolarización de nuestra economía y un retorno a la convertibilidad.

Opiniones como las citadas más el riesgo país y la tasa de interés que están pagando los bonos argentinos nos remiten a las peores crisis hiperinflacionarias con default de nuestra no tan lejana historia.

¿Decir esto significa que queremos que vuelva Cristina o alguno de sus adláteres? ¿Nos obliga acaso a condenar en bloque lo hecho en cada una de los aspectos de su gestión a este gobierno?

Cuando los intelectuales que somos interpelados por el periodismo manifestamos nuestra alarma por el estado actual de la coyuntura económica y por las consecuencias que puede provocar, ¿debemos ser juzgados por deslealtad a vaya a saber qué causa? ¿Es necesario satisfacer a las tropas de maniqueos que pululan en las redes sociales? El haber librado una batalla cultural sin concesiones y desde sus inicios contra el kirchnerismo, ¿obliga a callarse la boca bajo amenaza de favorecer su retorno?

Ya que hablamos de intelectuales, debería saberse que su función crítica no le permite la moral del vestuario que ventila los problemas puertas adentro ni aprovechar oportunidades para quedar bien con la platea del día.

(*) Filósofo - www.tomasabraham.com.ar

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