domingo, 29 de octubre de 2017

El peronismo agoniza, ¿qué hacer ahora?

Por Julio Bárbaro (*)
"Dar vuelta la tortilla", expresión cotidiana de quienes cocinan y ven en este hecho un reflejo de alguna realidad. Metáfora de artesanos barriales que aporta la virtud de dar por finalizada la cocción de ese plato tradicional. También surge un recuerdo más fuerte que en alguna medida representa como pocos esto que estamos viviendo. En los setenta, Lucchino Visconti nos deslumbró con "La caída de los dioses", una obra donde el poder absoluto -o al menos que se soñaba serlo- se desvanece y sus intocables no logran asumir la realidad.

Siempre que me enojo con Macri pienso en Scioli y se me pasa. Cuesta imaginar el otro lado de los votos, eso que estuvo tan cerca y de sólo recordarlo mete miedo. Ellos no imaginaban la derrota, no estaba en sus planes y el ahora presidiario Julio De Vido acumulaba como si al llegar a un número todo se transformaba en comprable.

Eso, por supuesto, venía de Néstor, una idea de acumular sin límites. Fui amigo suyo, pude conocer su concepción del poder. Esta decadencia se inició con Menem, la figura de Dromi expresa una expertiz para el saqueo al Estado. Los Kirchner eran la continuación de Menem con decorado progresista. Empoderaron en su gobierno a los Derechos Humanos, cosa de poder disfrazar a la codicia de revolución pero no creían en nada, ni en los Derechos Humanos ni en el peronismo ni en el progresismo, sólo en el dinero y su conversión en poder. Fue el triunfo de la viveza por sobre la inteligencia, de la obediencia por sobre la dignidad.

De Vido fue detenido con exceso de ruido, había más de festejo que de castigo. Es el riesgo de estar construyendo una venganza del otro lado. Lejos de la síntesis, ellos perdieron pero con muchos votos y todavía, alguno tiene que intentar salir del laberinto, no con los ladrones, sí con los que piensan distinto.

"Pepe" Mujica supo perdonar, lo mismo Mandela; los que sufrieron demasiado tienen la grandeza de los sabios. Nosotros seguimos confundiendo los Derechos Humanos con la reivindicación de la guerrilla. El caso Maldonado fue una prueba de cómo deformar la realidad para cuestionar la democracia. Fracasaron y quedaron al desnudo, los Zaffaroni y los Verbitsky, esos que no pueden perdonar porque nunca fueron perseguidos, siempre jugaron de oficialistas. Necesitan reivindicar lo que no fueron para inventarse una dignidad que nunca tuvieron. Y degradan a los dignos, a los que lucharon cuando era difícil hacerlo.

Triunfo electoral, caída de los poderosos de ayer, cambio de ciclo histórico. Macri llama a la unidad y estamos obligados a responderle positivamente; los otros convocaban a la guerra y sufrieron la derrota. Dejaron las heridas y la sensación de fracaso, eran los nuestros, o al menos lo hacían en nombre de nuestros ideales. Terminaron presos, no era una casualidad, lo casual eran las virtudes en ese mundo de codicia sin límite.

El peronismo agoniza, el virus kirchnerista lo dejo en terapia intensiva. El Gobierno claramente necesita de Cristina, mientras ella tenga vigencia el peronismo y la oposición democrática estarán ausentes. Mientras Cristina tenga fuerza la democracia será propiedad del Gobierno y las mayorías serán su sustento.

Igual nada es tan simple: si el Gobierno sigue sin grandes logros o con escasos brotes verdes, si la concentración continúa su sistemática destrucción de la clase media, los votos no serán tan fáciles de obtener y la oposición surgirá como fruto del miedo al vacío.

Salimos del liberalismo de Estado para ingresar a un liberalismo de mercado. Es más moderno y desde ya sin autoritarismo y con voluntad de trasparencia. Al menos por ahora, no tenemos por qué cuestionar la esperanza de la sociedad. Por ahora no existe siquiera oposición democrática. Apoyo crítico o esperanzado, lo otro ya lo probamos y sólo lleva al riesgo de la misma existencia.

Nunca fui de derecha, pero estamos saliendo de una perversión de los corruptos disfrazados de izquierda. Ni asimilarse de puro oportunista ni confrontar de puro resentido. Apoyo crítico, es la única manera de respetar la esperanza de los votantes. El resto es resentimiento.

(*) Es politólogo, fue diputado nacional en dos oportunidades (1973-1977 y 1983-1985), secretario de Cultura (1989-1991) e interventor del Comfer (2003-2008). En el 2009 publicó su último libro, Juicio a los 70. Es un referente dentro del Peronismo.

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