viernes, 14 de abril de 2017

MENSAJERO DE LA ESENCIA HUMANA

A 79 años de la muerte de César Vallejo 
en el centenario de Los heraldos negros

César Vallejo, el poeta trascendente de la esencia humana.
Por Nelson Francisco Muloni

Entre 1917 y 1918, César Vallejo escribe unos 69 poemas que reunirá en Los heraldos negros y que marcarán todo el inmenso camino de su eterna y universal poesía. Los matices de una obra a otra no ocultarán el profundo sentimiento que envuelve al poeta, que va de su nostálgica alegría a una pesadumbre que ahonda en un sentimiento de culpabilidad que no lo abandonará hasta su muerte.

Este 15 de abril se cumplirán 79 años de la muerte del poeta peruano César Vallejo y 100 desde que inició Los heraldos negros que serían publicados en Lima en una edición sin nombre del editor.

En una carta dirigida a su amigo Oscar Imaña, Vallejo ya hace notar la desesperanza que lo sobrecoge y la incertidumbre del mañana, sentimientos que volcará, ineludiblemente, en su poemario y en toda su obra posterior:

Sueños familiares, conocidos hay en la casa. Pobres, que duerman. Hombres y mujeres. O que hagan…lo que se les venga en gana. En la vida despierta, se sufre mucho. Pobres…
Hay una cuerda tendida. Tendida hacia la noche de mañana. Y vibra intensamente.

Es que las tragedias humanas que sobrevienen a cada paso, golpean al poeta tan hondamente que despiertan en él una intensa solidaridad por el hombre: “el hombre…Pobre…pobre”. El sufrimiento humano no le es ajeno y lo hunde, permanentemente, en esa pesadumbre que será el rostro de su poesía, siempre trascendental.

Vallejo se siente unido a las víctimas de las tragedias, de los sufrimientos. Hay un amor fraternal que el poeta adhiere a su piel y por eso lo acompañará ese sentimiento de culpabilidad que “vuelve los ojos locos, y todo lo vivido/ se empoza, como charco de culpa, en la mirada.”

Los más necesitados del mundo, entonces, alientan en Vallejo una intensa solidaridad que en Los heraldos negros, también se convertirá en rebeldía y en un duro cuestionamiento a los poderosos y privilegiados. El poeta quiere ser justo al criticar, pero no desea establecer esa justicia a través del castigo aunque siente la necesidad de despojar a los privilegiados de lo que tienen como producto del sometimiento de los desposeídos, de los sufrientes.

Vallejo siente los “golpes sangrientos” que da la vida, aunque encuentra, apenas, un remanso en “las crepitaciones de algún pan…”. A pesar de tanta desdicha, el poeta cree en la unión colectiva para sobrellevar el inmenso dolor. Pero sabe que nadie es inmune al dolor. Pero el dolor también es individual y, cada tanto, regresan la nostalgia por el pasado indígena (su gente), el recuerdo de sus padres y la imagen del amor ido: “Dónde estarán sus manos que en actitud contrita/ planchaban en las tardes blancuras por venir, / ahora, en esta lluvia que me quita/ las ganas de vivir”.

César Vallejo, el gran poeta peruano de trascendencia universal, ha muerto hace 79 años. Su poesía (su amor, su desolación, su solidaridad, su dolor), le sobrevive con la contundencia de la esencia humana y el continente de unos versos que siempre acompañarán las luchas de cada hombre, como en el centenario Los heraldos negros.

Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

© Agensur.info

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