martes, 25 de abril de 2017

El mensaje que no entendió Santa Cruz: ya no hay magia monetaria


Por Hernán De Goñi

Toda la gestión de Cristina Kirchner se basó en el supuesto de que el gasto público no tenía restricciones de financiamiento. Era una regla política, no económica. El imperativo moral del kirchnerismo indicaba que lo que no se pudiera cubrir con ingresos fiscales y la colocación de deuda interna, si era necesario se solventaba con emisión monetaria.

Así, el Banco Central terminó convertido prácticamente en el único financista del Tesoro. Con el cambio de gobierno, esa lógica dejó de funcionar. El Gobierno se fijó un sendero descendente para el déficit fiscal (asignatura que todavía no aprobó del todo) y dispuso una nueva regla de financiamiento: menos emisión y menos impuesto inflacionario, y más endeudamiento externo.

Aunque algunos gastos subieron (liderados por jubilaciones y subsidios sociales), el resto rápidamente encontró un límite. Las provincias también entendieron el mensaje, y hasta se comprometieron en avanzar en objetivos comunes de reducción del rojo fiscal.

La crisis de Santa Cruz no nació en un repollo, sino en todo este contexto. La provincia tuvo una enorme cantidad de recursos disponibles durante la gestión de Cristina, hasta que la política hizo enfrentar a la Casa Rosada con el entonces gobernador Daniel Peralta. El flujo de fondos empezó a mermar, y la asfixia se empezó a hacer sentir con conflictos sociales crecientes. En otra proporción, a Peralta le pasó lo mismo que a Daniel Scioli cuando la Nación le retaceaba plata para pagar aguinaldos o sueldos docentes.

En la era Macri, Santa Cruz encontró dosis de auxilio financiero, pero no ilimitadas. En una provincia en la que hubo poca generación de puestos privados (no ayudó la paralización de las represas, cuyos contratos fueron revisados, ni la caída del impero de Lázaro Báez. La provincia es una de la que más empleo estatal contrató y su déficit fiscal pasó de $ 2000 millones en 2014, a $ 4800 millones en el último año de Cristina y ahora apunta a $ 6700 millones. Y eso que en 2016 recibió 40% más de regalías de petróleo y gas. Como se ve, la magia monetaria ya no sirve.

© El Economista

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