domingo, 26 de febrero de 2017

A mis lectores

Por Rubén Blades (*)
No deja de asombrarme la naturaleza del ser humano. Algunas veces por lo maravillosa, otras por lo insidiosa.

Me resulta extraordinario observar las reacciones que produce en los distintos espíritus, las opiniones que publico en mis redes sociales. Pero lo que mayormente llama mi atención es descubrir que un mismo mensaje, expresado con las mismas palabras y con la misma exacta intención, pueda ser interpretado con tanta incongruencia.

Es fascinante observar cómo una opinión presentada con el debido cuidado, pueda verse deformada de tantas maneras, a pesar de que los hechos son innegables, o "necios”, en el sentido que le diera hace tiempo John Adams, refiriéndose a aquellos eventos que por innegables e inalterables, son como esos muñecos “porfiados”, a los que no se les puede derribar por más que se intente.

Entiendo perfectamente que en este siglo 21, en esta era de "Fake News", de "blogs" del odio, de “trolls’ y de "call centers" políticos, los hechos también pueden ser creados ("alternative facts", los llamó la vocera de Donald Trump, Kellyanne Conway), tergiversados, volteados de maneras caprichosas. De esta manera la mentira, expertamente maquillada, se convierte fácilmente en una falsificación de la verdad, para quien no esté lo suficientemente alerta
.
Para muchos, todo lo publicado por un medio de difusión público, sea televisión, periódico, radio, blog, o redes sociales, confiere instantánea credibilidad a la noticia. No importa si el encabezado indica que "Elvis vive en Cancún", o que "Hillary Clinton tuvo un hijo con un extra-terrestre", como leí una vez en un tabloide sensacionalista. Existe siempre un número de personas que lo aceptará como cierto, por absurda que parezca la noticia, si ésta responde a su particular interés, a su manera de ver la vida, o simplemente si cae en el terreno de su propia ignorancia de la realidad o en el amplio territorio de su resentimiento.

Mi reciente escrito sobre la posible reunión entre los presidentes Trump, de Estados Unidos y Varela, de Panamá, produjo estas recurrentes reacciones incongruentes. Alguna gente me tildó de "comunista" (que para algunas mentes todavía significa algo como “hereje”), quizás porque expresé mi oposición a la intervención militar de Estados Unidos en Venezuela, algo que considero ilegal y moralmente inaceptable, igual que mucha gente.

Algunos izquierdistas, por la otra parte, me catalogan como "pro-yankee" (otra conocida forma de herejía), por no apoyar el desastre en que Maduro ha convertido a Venezuela, en nombre de un socialismo que no sé de qué oscuro libro sacaría, y/o porque no simpatizo ni patrocino la dictadura marxista-leninista en Cuba.

Los que me acusan de comunista por no apoyar a un mentiroso como Trump (el inventor del atentado en Suecia) ignoran que sus actos han provocado su rechazo por la mayoría de la población votante de los Estados Unidos, (Hillary Clinton obtuvo tres millones de votos directos por arriba de Trump, aunque este alega que eso fue producto del voto de indocumentados ilegales). Imagino que para esos trumpistas, los 65 millones que rechazaron a Trump en las urnas son también comunistas, algo que seguramente sorprenderá a los maoístas chinos.

Cuando casi simultáneamente, en Venezuela el presidente Maduro y en los Estados Unidos el presidente Trump, censuran a CNN y a otros medios, además de proclamar que son enemigos del estado, ¿por qué los críticos de Maduro no critican a Trump?, ¿por qué las reacciones de una parte del público son distintas?, ¿no son ambos ataques a la libertad de expresión?, ¿no son ambos típicos ejemplos del lenguaje del déspota?, ¿qué ocurre cuando la lógica tortuosa del que habla por odio, rabia, o ignorancia, no hace conexión con la racionalidad?, ¿desaparece el hecho o se crea una paradoja bizarra?.

Donald Trump tiene negocios con China comunista desde hace mucho tiempo y sus empresas deben cientos de millones de dólares a entidades como The Bank of China. ¿Eso lo hace comunista?. Algunas compañías de Trump han tenido y tienen negocios con intereses rusos, cuya extensión y detalles resultan imposibles de determinar por la negativa del actual presidente de Estados Unidos a mostrar sus reportes de impuestos. ¿Eso las convierte en un grupo de empresas comunistas Trump?

La Rusia de hoy es dirigida por el ex-analista de inteligencia de la KGB, Vladimir Putin, a quien hoy Trump defiende constantemente, a pesar de las evidencias de abuso a los derechos humanos que han sido presentadas en contra de su gobierno y al caso de la anexión violenta de Crimea. Parece que para un admirador ciego de Trump, el típico fanático trumpista, nada, ni su asociación comercial con China comunista invasora del Tíbet, ni su admiración profesa por un servidor del comunismo como lo fue Putin, lo acerca al comunismo.

Ese adjetivo de “comunista”, algo así como gritarle "hijo de puta" a alguien cuya madre nunca hemos conocido, se lo reservan los fanáticos del energúmeno para descalificar, agredir, provocar y aislar con mentiras, y no hechos, a quienes lo adversan en materia de opinión. Tal como hace el mismo Trump. A este tipo de mente torcida no le interesan los hechos. En este caso, lo que les importa es resolver su propia torcedura a toda costa.

Por eso utilizan el ataque “ad-hominem”; como no tienen entrada al raciocinio y no pueden atacar el argumento, atacan a quien lo expresa. De esta manera, apelativos obsoletos son utilizados para restar importancia y/o desconocer al hecho expresado. El que no está de acuerdo con ellos es inmediatamente reducido a la categoría de enemigo personal, y demonizado.

La historia del mundo está llena de ejemplos terribles que indican hacia dónde lleva ese tipo de odio e intransigencia. Mi propósito al escribir no es alcanzar a aquellos que no analizan. No escribo para el racista, ese que cree que existe un color de piel superior a todos los demás. No escribo para el que vive del odio, de la mentira, de la corrupción, ni para el que aún es un esclavo ideológico de argumentos que han sido extensamente expuestos en su falsedad por la realidad, la experiencia y el tiempo.

Tampoco escribo para el que redacta mentiras o medias verdades a cambio de un salario o de un soborno, ya sea en un medio "serio" de información o en Facebook o en Twitter.

Me recompensa escribir para una mayoría, para los que hoy deseamos mejorar nuestra sociedad, con el espíritu de brindar una perspectiva que no dependa de un interés egoísta, venga de donde venga. Y cuando lo hago, no me escondo tras un seudónimo, ni utilizo el anonimato irresponsable. Con honradez, expongo mi parecer y lo avalo con mi nombre.

Estoy acostumbrado a que, tanto mi música como mis escritos, causen molestias en círculos politiqueros o ideológicos, desde Miami, hasta La Habana. Me complace que también han provocado el apoyo de millones de personas, a lo largo y ancho de América y del mundo. Con ese apoyo, y por eso, continuo expresando nuestro sentir, a pesar de los insultos, calumnias y ataques a los que se ve expuesto todo aquel que rehúsa aceptar la imposición maniquea de quienes ven todo solo en blanco y negro, o izquierda y derecha.

Sé que existe mucho más que eso, que la vida es mucho más rica que esa simplicidad. Nuestra vida en sociedad es mucho más compleja. Nuestra posibilidad de mejorarla radica en nuestra capacidad de comprender eso, y de creer en el triunfo del espíritu y de sus mejores manifestaciones, por encima de la rabia, la envidia, el odio, y el nihilismo.

Por eso, y para eso, seguimos y seguiremos caminando.

(*) Cantante, compositor, músico, actor, abogado y excandidato presidencial de Panamá.

© RB

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