jueves, 24 de noviembre de 2016

Novelas de Óscar / Sin novedad en el frente

Fotograma de "Sin novedad en el frente" (1930)
Por Juan Carlos Martínez Barrio

Desde que por primera vez se concedió en la ceremonia de los Óscar de Hollywood de 1928 el galardón a la mejor película, son numerosas las obras ganadoras cuyo guion es adaptación de una novela. Sin ir más lejos, en 1930 fue premiada All quiet on the western front (Sin novedad en el frente)

Dirigido por Lewis Mileston, quien, por cierto, recibió así mismo el Óscar a la mejor dirección, y protagonizado por Louis Wolheim, Lew Ayres, Ben Alexander y Arnold Lucy, este largometraje destila el mismo anti belicismo que su fuente literaria (Im Western nichts Neues), publicada en enero de 1929, y que obligó a su autor Enrich Maria Remarque a exiliarse con la llegada de Hitler al poder en Alemania. Fue desposeído incluso de la nacionalidad alemana en 1933 y el libro públicamente quemado. Primero se refugió en París, posteriormente en Suiza y finalmente en Estados Unidos, país que le concedió la nacionalidad en 1939.

La versión cinematográfica, de impecable factura técnica y estética, mantiene en su esencia la estructura de la novela, llegando a reproducir igualmente algunos de sus diálogos más representativos, como cuando un soldado alemán, uno de los protagonistas, le pregunta a otro de sus camaradas por qué comienzan las guerras:

“— Generalmente porque un país ofende gravemente a otro.
—¿Un país? No lo entiendo. Una montaña alemana no puede ofender a una montaña francesa. Ni un río, ni un bosque, ni un campo de trigo.
 —Se refiere al pueblo en conjunto, es decir, al Estado.
 —De acuerdo, pero piensa que la mayoría de nosotros somos gente sencilla. Y también en Francia la mayoría son obreros, artesanos o empleados. ¿Cómo puede querer atacarnos un zapatero o un cerrajero francés? No, son únicamente los gobiernos. Antes de venir aquí, yo no había visto nunca a un francés, y a la mayoría de franceses les debe suceder lo mismo con nosotros. A ellos tampoco les han pedido su opinión.”

Sin novedad en el frente es, sin duda,  uno de los títulos a mencionar siempre que se habla de cine o literatura bélica, mención aparte de que, también sin duda alguna, y lejos de moralinas buenistas, presente una crítica feroz al absurdo de la guerra, a cómo las personas se ven arrastradas a conflictos completamente ajenos a su voluntad pero que destrozan, para siempre, sus propias vidas. Al igual que el Kanun en el Abril quebrado de Ismail Kadaré engulle a la pareja de recién casados que pretendía quedar al margen, observándolo desde fuera como el turista del safari, Remarque plasma magistralmente en su trabajo el movimiento inerte de un destino fatal, del cual resulta prácticamente imposible poder evadirse y que acaba triturando a sus víctimas de manera indiscriminada.

La trama principal gira en torno a la historia del joven soldado Paul Bäumer quien, conjuntamente con algunos de sus compañeros de clase, tras ser instigados —y manipulados— por su fanatizado profesor, terminan enfangados en la guerra de trincheras del frente occidental durante la primera guerra mundial. Allí lucharán en numerosas batallas, soportarán unas condiciones de vida lamentables, sufriendo los horrores de la más cruenta de las guerras en forma de privaciones, heridas o mutilaciones y morirán. Son personas que nada tienen que ver con las causas primarias del conflicto pero que se convierten, sin pretenderlo ni quererlo, en artífices y ejecutores del mismo. Son quienes derraman su sangre, los que siempre pierden. Los que nunca ganan. Sin ser la primera vez que se expone la sin razón de los conflictos bélicos, en este sentido podríamos recordar a un genio de la literatura universal como Jonathan Swift, cuando, en el marco de la visita de Gulliver al país de los Houyhnhnm y los Yahoos explica, en clave de sátira, los principales motivos por los cuales un príncipe declara la guerra a otro, Sin novedad en el frente describe con crudeza y sin igual esa maquinaria demencial, conocida desde tiempos inmemoriales como la guerra —uno de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis— cuyos engranajes atrapan de manera inexorable a generaciones enteras haciéndolas pedazos para siempre. Así ha sido siempre, así es ahora y, por desgracia, así seguirá siendo.

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