domingo, 27 de marzo de 2016

Yoani Sánchez y un tal Ortega

Por Tomás Abraham

Lunes a la mañana

Obama en Cuba. Lamento no adherir a la idea que sostiene que el presidente de los EE.UU. es la versión negra del imperialismo norteamericano y que su viaje intenta paliar sus fracasos tanto domésticos como internacionales. 

Más que lamentar, deploro esa perspectiva que ignora que el acercamiento entre los cubanos de la isla y los del exilio es una gran noticia, como lo es el deseo del fin del embargo y de una situación de la que sólo se beneficiaron los extremismos funestos que desde Bahía de los Cochinos hasta la militarización y burocratización del régimen cubano reinaron hasta la fecha.
La disidente cubana y luchadora por los derechos humanos Yoani Sánchez en su blog Generación Y advierte sobre el excesivo optimismo por la visita de Obama de vastas capas de la población, que albergan la esperanza de que pueda acelerar el fin de la carestía de alimentos, concretar la posibilidad de tener fibra óptica en la isla para el funcionamiento de la web, y lograr una amnistía de los presos políticos. Además de mejorar la condición de la población negra y mulata de la isla, que, de acuerdo con la bloguera, no tiene rostros visibles en los comandos de la gerontocracia cubana.
Pide no creer en los regalos de un San Obama. El miércoles el presidente norteamericano viene a la Argentina, a la que no pudo ingresar Yoani Sánchez una vez que obtuvo el permiso de viajar de su gobierno, porque nuestra coherencia antiimperialista sabe seleccionar en su medida y armoniosamente cuáles son los derechos humanos que vale la pena defender y cuáles no.

 Martes a la tarde

Circula una idea del presidente Macri sobre su interés en la conversión de los clubes de fútbol en sociedades anónimas. Más allá de las disputas sobre la conveniencia de que estas instituciones –que se han dado en llamar ‘sin fines de lucro’, con los resultados que todos conocemos– pasen a ser florecientes empresas privadas, imaginemos el resultado.
River ha de ser un club perteneciente a un banco chino. Boca a un petrolera rusa. San Lorenzo tendrá el sello de los Emiratos Arabes. Mi club Vélez oscilará entre seguir siendo una sede barrial o ceder su patrimonio a una papelera multinacional sita en la ciudad de Dallas del estado de Texas, EE.UU.
En el palco oficial veremos asiáticos, eslavos, jeques, un par de tejanos, y al Diego. Las barras bravas serán plurilingües y cosmopolitas. Los Di Zeo y adláteres sabrán divertirse con danzas árabes, habrá balalaikas en la tribuna y canciones de la popular cantante pop de la China Shuang Long Tou. La AFA será algo así como las Naciones Unidas o la ciudad de Alejandría en el siglo III a. C. Yes we can. 

Jueves

Hoy es el día en que conmemoramos el Nunca Más. Tienen razón los que dicen que el del 24 de marzo de 1976 fue un golpe cívico-militar, pero no sólo porque pueden haber intervenido intereses foráneos en connivencia con militares y grupos económicos, sino porque las Fuerzas Armadas tuvieron la adhesión de millones de argentinos que llevaban a sus hijos a la escuela, otros que iban a las fábricas y oficinas, y que presenciaban con horror las bombas, los asesinatos, los secuestros del día a día de lo que acontecía en nuestro país.
Tal era el desastre de lo que pasaba, que muchos argentinos, desgraciadamente, creyeron que sólo los militares podían poner fin a esa matanza. Pensar que el remedio iba a ser peor que la enfermedad nos dejaba a los que pensábamos así en franca minoría. Pero tampoco encontrábamos la salida.

Jueves a la noche

Hubo tantos relatos lúgubres, hasta siniestros, que enunciaron los grupos de poder, que asombra que no hayan saturado la demanda de los mismos. La Revolución Argentina del general Onganía entregó su narrativa elaborada por el Opus Dei y las Fuerzas Armadas. Seguridad y cristianismo romano alcanzaron para perseguir a hippies, judíos y ateos.
En los 70 el relato estaba diversificado en una utopía castrista, otra maoísta y una montonera que combinaba una dictadura socialista con tradiciones peronistas. Pretendía acabar con millones de gorilas y burgueses que no entendían el llamado del pueblo. El golpe del 24 de marzo buscó depurar a la sociedad argentina de una vez por todas de sus pecados heréticos, y buscó cultores del orden, odiadores de la política partidaria, nacionalismos de ocasión y paternalismos a medida. Entre todos logró su composición retórica para exterminar lo que denominó “subversivos”.
La socialdemocracia buscó un relato pluralista, moderno, ético y republicano, que fue repudiado en los cuarteles y en las calles, tanto en 1989 como en 2001. Desde ese momento el progresismo de los intelectuales y académicos deambuló sin norte hasta entregar en 2011 su relato a la dupla Alfonsín Ricardo (claro, siempre invocando a papá Raúl) y De Narváez Francisco.
El kirchnerismo se quedó sin ideología universalista revolucionaria luego de que sus centros de poder sucumbieran y se convirtieran al capitalismo, y adhirió al bolivarianismo chavista que sin utopía a su alcance, salvo la teocracia iraní, se dedicó a usar la plusvalía del comercio exterior para dividir a la sociedad en bandos enemigos.
Ahora estamos sin relato.

Viernes a la mañana

¿Qué relato? ¿A quién le importa que exista? A la centroizquierda y al progresismo que se ubica en el lugar de Carta Abierta respecto del kirchnerismo. Pero no está cómoda. Le pide al señor presidente que se especialice en narrativa para que no le haga ardua la tarea de apoyarlo. Quieren convertirlo a la socialdemocracia y que incluya la palabra “distribuir” en su vocabulario. Pero Macri no será muy culto –le es suficiente con cantar “aleluya” y respirar ommm para sus puestas en escena–, aunque no hay que estar demasiado informado para saber que la socialdemocracia se ha quedado sin relato hace décadas desde que quebró el Estado de bienestar.
¿Qué resulta de una socialdemocracia sin Estado de bienestar? Un club, una asociación sin fines de lucro ni ningún otro.

Hay un par de politólogos cesantes, buscan palabras; se me ocurren algunas que pueden ser útiles: ¡Argentinos a las cosas!, no lo dijo Macri, sino un filósofo español.

© Perfil.com

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