lunes, 14 de marzo de 2016

Entre sueños y una adivinanza

Por Tomás Abraham
Lunes 7 de marzo
Seré breve porque así como me aburre que me cuenten sueños, o leerlos en un texto, o que sean materia de una psicoterapia, no abundaré demasiado en lo soñado anoche.

Soñé con algunos miembros de 6,7,8 y con Carlos Saúl. Parte del staff del programa periodístico se reunía en una casa de Belgrano R y conversamos en la calle sobre su futuro programa. Estaban de buen humor a la espera de finalizar algunos detalles del próximo lanzamiento. Por conocer a uno del elenco intercambiamos un par de bromas.

En el otro, la Bolocco me contaba sobre lo bien que estaba el hijo que tenían con el ex mandatario y me comentaba el gran afecto que le tenían al riojano en Chile.

Si quisiera interpretar estos sueños debería recurrir a cualquiera de las dos tradiciones que domina la escena del desciframiento onírico en nuestra región del mundo: Artemidoro y Freud. Pero prefiero hacerme un autoanálisis y asociarlos con el hecho de que anoche vi dos capítulos de House of Cards, el empate del clásico, y tres minutos de Intratables.

Además apenas cené, sólo pan con queso y pera.

Martes 8 de marzo
Todos desconfían de Stiuso. Las declaraciones de Moreno Ocampo sobre una red delictiva entre jueces federales, servicios de inteligencia, hasta periodistas, derrumban toda esperanza de un Estado republicano. Si se les suma lo sucedido con los asaltos a intendentes bonaerenses, el atentado a la sede de Sabbatella, algunas cosas espantosas relacionadas con las barras de Quilmes, mejor no salir de casa.

Pero el Presidente sigue con su eslogan nietzscheano adaptado al calzado deportivo: “Yes, you can”. Me encantan algunas frases yanquis como : “I’m gonna make it”, “hold me tight”, “I’m done”, y me quedo subyugado cuando dicen “focus”.

No soy el único. El otro día escuché a Nancy Dupláa decirle a alguien que tenía que “focalizar”.

Hablando de idiomas, viene Obama, se va al Sur. A los presidentes de los EE.UU. les encanta el Sur, donde no hay ni ceibos, ni cactus ni ombúes sino pinos; no hay potreros sino pistas de esquí; donde hay ciervos y no vacas, se come jabalí en escabeche, truchas y no choripán. Es lo que menos se parece a la Argentina.

Miércoles 9 de marzo
Voy a emplear una frase mediática: “Me hace ruido”. Me hace ruido este asunto con Lula. Lo de Petrobras debe ser cierto. Cuando una empresa estatal maneja esa plata, chorrea por todas partes. Lo mismo pasó en Venezuela. Hasta en Uruguay el tema de Ancap compite con el futbol en la atención de los orientales. Pero que en una sociedad en la que todavía existen barones feudales, en donde millones de pobres atienden los lujos de los ricos, en donde la educación de alta gama no es para los de raza negra, en donde las favelas rodean hoteles cinco estrellas, que se produzca un escándalo con los cientos de miles de reales gastados en decorar casas de Lula, es demasiado. Falta que la denuncien por corrupción a Xuxa.

Jueves 10 de marzo
Me entero de la muerte del filósofo André Glucksmann, a fines del año pasado. Era un gran polemista, un sagaz pensador, un ícono de lo que fue mayo del 68. Lo recuerdo bien porque se parecía a un héroe de mi infancia: a Robert Wagner en el papel del Príncipe Valiente. Tenía el mismo corte de pelo largo y con flequillo. Así como adhirió a la revolución luego fue un crítico acérrimo de los ideales marxistas. Fue por él que dos viejos y célebres colegas distanciados durante décadas, se volvieron a juntar para denunciar la persecución de los disidentes polacos y la tragedia de los vietnamitas y camboyanos asesinados o tirados al mar por sus propios gobiernos. Glucksmann tuvo la sapiencia diplomática para que se dieran la mano Jean-Paul Sartre y Raymond Aron.

Viernes 11 a la madrugada
Es increíble la cantidad de jóvenes a los que les interesa la percusión. Tamborines, bombos, bongoes, panderetas, congas, maracas, cajas, platillos y panderos, les sirven para desarrollar sus vocaciones en murgas, cumpleaños, fines de curso, inicios de curso, carnavales, triunfos deportivos, en plazas, calles, patios, garages, departamentos, aunque los atrae mucho más el aire libre, y lo hacen a cualquier hora del día, pero muy en especial a la madrugada, la hora en que sus energías están a full.

Los “vecinos” –así es como nos llaman con cariño– asistimos desde nuestros balcones a un espectáculo gratuito y en vivo que nos regala nuestro querido Gobierno de la Ciudad para hacernos soñar –despiertos– hasta el amanecer.

Viernes 11 a la tarde
Cuando los políticos no saben qué decir para dar una imagen de que existe un porvenir y que la Argentina es el reino de lo posible, pronuncian este doble abracadabra: Consejo Económico y Social, y matriz productiva.

En términos actuales, el Consejo estaría formado por: las dos CGT, la de Moyano y la de Caló, Barrionuevo con la CGT Azul y Blanca, las ATE, la de Micheli y la de Yasky, UPCN, la Sociedad Rural, la UIA, las Asociaciones Bancarias, la Federación Agraria, los representantes de las pymes, las cámaras de comercialización compuesta por hipermercados y supermercados, junto a ministros de gobierno. Entre todos, fijarán metas de inflación, salarios, productividad, precios, y establecerán una agenda de consultas periódicas para el seguimiento de las pautas acordadas.

Desde mi punto de vista, ni siquiera merendando pastillas de éxtasis se ponen de acuerdo.

Por otra parte, la matriz productiva. La Argentina es proveedora de materias primas y minerales de muy bajo valor agregado. Así es desde siempre. Cambiar la matriz es fundar un nuevo país exportador de tecnología de avanzada, alta productividad, una industria competitiva y eficiente, una exigencia en la formación profesional rigurosa, una red clientelar global, y apoyo financiero. Digamos, para dar un ejemplo cercano: Alemania y Corea del Sur.

Lo que significa corporaciones gigantes y su prolongación en un sistema de pymes proveedoras de insumos y partes. La posibilidad de lograrlo es nula.

El último político que intentó el cambio de matriz ya sabemos quién fue. Padeció treinta y cinco intentos de golpes de Estado, fue detenido y enviado a la isla Martín García, y recibió el repudio unánime de la izquierda por cipayo, de la derecha por comunista, de los militares por properonista, de los peronistas por no someterse a Perón, de la Iglesia por rodearse de colaboradores semitas y por admirar a Juan el Bueno, del mundo académico por haber permitido la fundación de universidades privadas, y de haber implementado el plan Conintes luego de mil atentados. Acuñó para sí un atributo frecuente en la época: Traidor.

Su asesor principal tenía el apellido de unos de los principales ministros del actual gabinete. Adivinaron.

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