La socióloga del amor
y la influencia de la cultura popular en la vida cotidiana
Eva Illouz: el amor romántico "fusiona y condensa" las contradicciones de la cultura en el capitalismo tardío, el desorden posmoderno y "la disciplina laboral protestante". |
Por Gabriel Arnaiz
Según el semanario alemán Die Zeit, Eva Illouz es una de los 12 pensadores que,
probablemente, vayan a cambiar el pensamiento del futuro. Con apenas seis
libros publicados, esta socióloga israelí se ha convertido en uno de los
intelectuales más traducidos y citados del momento.
Su primer libro, El consumo de la utopía romántica: el amor y
las contradicciones del capitalismo –publicado en España por Katz, en 2009,
aunque su versión original es de 1997– estudiaba cómo se conectan entre sí la
idea vigente de amor romántico con la cultura popular y el sistema económico.
La obra es un intento de contestar a la pregunta general de “¿por qué tienen
tanta fuerza en el imaginario colectivo la idea del amor romántico?”.
El amor romántico,
¡vaya timo!
Para la autora, el amor romántico representa un caso
ejemplar para la sociología de la cultura en el capitalismo tardío, pues
“fusiona y condensa las contradicciones que se dan en dicha cultura entre la
esfera del consumo y la de la producción, entre el desorden posmoderno y la
poderosa disciplina laboral de la ética protestante”. Ella piensa que sigue
siendo válida la tesis de Daniel Bell que afirma que la cultura del capitalismo
se contradice al exigirnos que seamos disciplinados y laboriosos durante el día
y hedonistas por la noche. El objetivo del libro no es otro que analizar cómo
surgen esta contradicción y cómo se refleja en las prácticas románticas de la
actualidad.
La autora demuestra fehacientemente a lo largo de más de 400
páginas que el amor romántico constituye un campo cultural por sí mismo, con
sus propios héroes (el príncipe Andrés y Kate Middleton, Shakira y Piqué...),
géneros (las telenovelas o los programas de cotilleos), teorías (los libros de
autoayuda, los consejos de los expertos en las revistas de mujeres) y objetos
(las tarjetas de amor o los globos con forma de corazón). Mediante una
metodología ecléctica que combina el estudio de materiales procedentes de la
cultura popular y de entrevistas a 50 personas de distintas profesiones y
clases sociales (aunque todas ellas de origen caucásico), y utilizando el
instrumental de Durkheim, Bourdieu y la teoría crítica, la autora nos presenta
un detallado análisis del engarce entre las prácticas amorosas de las distintas
clases sociales y la cultura contemporánea.
Los resultados de las entrevistas reflejan que las personas
de clase media y media-alta son las que disfrutan de mayores posibilidades a la
hora de hacer realidad el potencial de la utopía romántica, pues son quienes
poseen los recursos económicos (mayor tiempo de ocio y dinero) y culturales (un
dominio expresivo y una mayor familiaridad con la alta cultura). Las personas
que crean el universo cultural romántico (publicistas, cantantes, escritores de
novelas de amor, directores de películas románticas, etc.) y las que lo
sostienen teóricamente (escritores de libros de autoayuda, terapeutas,
consejeros matrimoniales, etc.) promueven las formas de expresión de los
segmentos más cultos y acaudalados de la clase media. De hecho, el modelo de
amor romántico que se prima acentúa ciertas formas de conciencia de uno mismo y
de autoexpresión que en última instancia dependen del capital lingüístico y
cultural propio de las personas que han estudiado en la universidad. “Por
tanto, la capacidad para poner en acto el ideal romántico en las esferas de la
comunicación y el consumo requiere de ciertas competencias románticas
caracterizadas por el acceso al tiempo libre y a los recursos lingüísticos,
culturales y económicos”, concluye Illouz. Lo que a su vez implica que las
personas con menor acceso a estos recursos se encuentren en una posición de
desventaja y que sean menos competentes en este campo. Los resultados de esta
investigación pueden resumirse en estas tres tesis: 1) Que la esfera del
intercambio comercial con la vida privada se produce de manera diferente en la
clase media y en la clase trabajadora. 2) Que el amor romántico es un bien
desigualmente distribuido según la clase social a la que uno pertenezca. 3) Que
el amor ofrece libertad personal solo a aquellas personas que ya gozan en gran
parte de cierta libertad en su ámbito laboral.
Oprah tiene la clave
Eva Illouz se dio a conocer al gran público en el años 2003
con su tercer libro, Oprah Winfrey y el
glamour de la miseria: un ensayo sobre la cultura popular, que Katz está a
punto de publicar. Allí utiliza la figura de esta popular presentadora “para
reflexionar sobre el significado de la cultura popular y ofrecer nuevas
estrategias con las que interpretar este significado”. Hay que recordar que el
programa televisivo de Oprah es uno de los fenómenos culturales norteamericanos
más importantes de la segunda mitad del siglo XX, tanto por su impacto
mediático (lo ven más de 33 millones de personas), como por su influencia en la
cultura popular (incluso se ha hablado de “oprahización de la cultura”) y por
el rechazo tan rotundo que produce en los medios intelectuales tradicionales
(algo parecido a lo que aquí sucede con Belén Esteban y el programa Sálvame).
“Precisamente por esta razón Oprah es de gran valor para el estudiante de la
cultura”, observa Illouz, pues “los objetos culturales que irritan gustos y
hábitos son los que iluminan de manera más brillante los presupuestos morales
ocultos de los guardianes del gusto”. Según la autora, la clave del éxito de esta
popular presentadora consiste en ofrecer “una nueva forma cultural con la que
presentar y procesar el sufrimiento generado por el ‘caos’ de las relaciones
sociales íntimas, que es una de las características culturales más importantes
de nuestra contemporaneidad”.
La terapeutización de la cultura
En su último libro publicado en español, La salvación del alma moderna: terapia,
emociones y la cultura moderna (Katz, 2010), la socióloga israelí continúa
el trabajo de sus dos libros anteriores y se pregunta “por qué y cómo el
lenguaje terapéutico ha llegado a definir los lenguajes del yo y qué es lo que
lo convierte en un recurso cultural” o, lo que es lo mismo, en un modo para que
los actores conciban estrategias de acción que los ayuden a desarrollar una buena
vida. Según la autora, la “narrativa terapéutica” que ha surgido en los últimos
15 años con la aparición de los talk shows estructura el modo del discurso como
un género performativo que ha transformado por completo el medio televisivo.
“Así, el espíritu terapéutico –escribe Illouz– ha contribuido a difuminar las
fronteras culturales entre la esfera del trabajo y la de la intimidad: hace de
las habilidades dialógicas y emocionales elementos centrales para las
habilidades de la intimidad que pueden ser capitalizadas en el trabajo y
viceversa. […] La esfera doméstica y la esfera del trabajo de la clase media
están estrechamente conectadas a través del cultivo de una personalidad
reflexiva comunicativa común que tiende a su vez a disminuir los roles y las identidades
de género”. Al utilizar los marcos culturales terapéuticos, los hombres de
clase media y media-alta tienen acceso a una nueva forma de masculinidad más
compatible con los cánones femeninos de la personalidad. En consecuencia, esta
nueva masculinidad se está volviendo poco a poco más dominante, pues el
espíritu terapéutico dominante la considera la única forma saludable de
masculinidad, mientras que “patologiza” la masculinidad tradicional.
Tontos
hiperracionales
Por último, en Intimidades
congeladas: las emociones en el capitalismo (Katz, 2007) Illouz sintetiza
las aportaciones fundamentales de La
salvación del alma moderna y lo incluimos aquí porque puede servir muy bien
como introducción a su pensamiento. De hecho, surgió a raíz de las Conferencias Adorno que la autora
impartió en Frankfurt en el año 2004. La parte más novedosa del libro es el
iluminador análisis de Illouz sobre las relaciones amorosas por internet y las
paradójicas conclusiones a las que llega: que el uso de la mentalidad economicista
para gestionar las relaciones amorosas destruye la espontaneidad de la
concepción romántica del amor y dificulta aún más su aparición en lugar de
facilitarla. Al tratar de decidir de manera racional cómo concertar una cita
nos convertimos en “tontos hiperracionales”. El problema, según esta socióloga,
es que “estamos cada vez más divididos entre una hiperracionalidad que
mercantilizó y racionalizó el yo, y un mundo privado cada vez más dominado por
fantasías autogeneradas”. En resumen, nos encontramos ante una pensadora
fundamental para comprender nuestra época contemporánea, frente a uno de los
pocos sociólogos imprescindibles (junto a Zygmut Bauman y Ulrich Beck) para
entender las mutaciones del capitalismo actual y su influencia en nuestra vida
cotidiana.
© Filosofía Hoy
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