viernes, 2 de octubre de 2015

“Éxitos de negociación”

Derrotas y claudicaciones como supuestas victorias

Por J. Valeriano Colque (*)
En el marco de su tradicional política de presentar las derrotas y claudicaciones como supuestas victorias o “éxitos de negociación”, el Gobierno nacional acaba de anunciar y congratularse por la votación afirmativa del proyecto de Convención Multilateral sobre Reestructuraciones de Deuda Soberana producida el 10 de septiembre en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Se trata de una vieja aspiración del Fondo Monetario Internacional y de la banca internacional para institucionalizar la internacionalización de los default de países que–como la Argentina–están metidos en la trampa de deuda pública impagable, que deriva de modo inexorable en la permanente refinanciación de las obligaciones a su vencimiento, o modelo de deuda perpetua.

Para estos problemas de refinanciación forzosa, el sistema financiero internacional (SFI) viene pugnando hace tiempo para lograr una estandarización de los procesos de reestructuración o reciclado de deudas en función de algunos ejes comunes a ser aceptados por todos los países del mundo:

a) Sustracción del tema de las reestructuraciones a las competencias jurídicas nacionales, creando un proceso transnacional de tipo institucional en manos del cual deban ponerse los estados deudores cuando entren en cesación de pagos o en riesgo de estarlo.

b) Creación–en línea con el punto anterior–de una instancia y/o mecanismo de arbitraje e intervención igualmente internacional, ante el cual los países deudores no puedan negarse a comparecer y aceptar sus conclusiones debido a que los problemas de default pasan así a regirse por el Derecho Internacional Público (dado el marco de una convención multilateral al efecto) y ya no por las relaciones Estado-acreedores privados, lo que aumenta las garantías legales a estos últimos.

c) Preparar los mecanismos de asistencia financiera o salvataje a los acreedores en los casos de default, comprometiendo de antemano el procedimiento a seguir para llegar a rápidos y seguros acuerdos entre las partes bajo supervisión financiera internacional.

En síntesis, tipificar y ordenar el manejo globalizado de los problemas derivados del sistema de deuda perpetua existente en la mayoría de los países del mundo en función de los intereses del SFI. Este era el sentido final de la propuesta del FMI de 2002–según el trabajo propuesto por la entonces subdirectora del organismo, Anne Krueger–y que por eso fuera rechazado por la mayoría de los países.

Ahora, pasado algo más de 10 años, se necesitaba reformular de modo más presentable dicha propuesta y que la moción no fuese elevada por algún organismo o Estado comprometido por conflicto de intereses, sino que la tarea la hiciese algún gobierno del tercer mundo, con preferencia lo suficientemente estrangulado desde el punto de vista financiero como para asumir el servilismo de la iniciativa.

Fue así que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner propuso en la Asamblea General de la ONU de 2014–a través del Grupo de los 77 más China–el tratamiento de un proyecto de convención multilateral para regular las reestructuraciones de deudas soberanas que días pasados, en la nueva asamblea anual, tuvo aprobación bajo la forma de resolución sobre recomendaciones del marco jurídico en la materia.

En relación con el contenido del documento aprobado–como es usual en estos casos–, lo que dice la resolución aprobada no coincide mucho con las interpretaciones que el Gobierno y gran parte del establishment pretenden hacer de su contenido.

La resolución es, en realidad, un documento preliminar que sólo fija los llamados “principios básicos” recomendados para los casos de reestructuración de deudas soberanas, que son nueve y consisten en:

1. Preservar los derechos de los acreedores.
2. Actuación de buena fe en las negociaciones de reestructuración de deudas.
3. Transparencia en la rendición de cuentas e información de las partes involucradas.
4. No intervención de terceros países o interesados.
5. Trato no discriminatorio ni excluyente a los acreedores.
6. Vigencia del principio de inmunidad soberana.
7. Respeto del Estado de derecho y contratos originales de las operaciones de deuda.
8. Principio de sostenibilidad para lograr un endeudamiento estable de los países deudores.
9. Criterio de reestructuraciones por mayoría o cláusulas de acción colectiva (CAC, por las que una mayoría calificada obliga a la minoría, tal como ya se fijan hoy en todas las emisiones de deuda en el mundo).

De la lectura de estos principios aprobados por la resolución de la Asamblea de la ONU, no surgen elementos de respaldo directamente aplicables al caso de la Argentina y, en cambio, se abren serios interrogantes sobre sus reales ventajas para el país y sobre los riesgos de futura indefensión en varios aspectos clave.

La aprobación de la resolución (que no hace ninguna referencia directa a los fondos de cobertura o hedge funds identificados como “fondos buitre”), no cambia la situación legal de la Argentina frente a los juicios de los holdouts en Nueva York y otras jurisdicciones del mundo, porque se trata de demandas y/o fallos judiciales ya comenzados (es decir, sin alternativa de efectos retroactivos) y en particular no son aplicables en países como los Estados Unidos, que votaron precisamente en contra del proyecto.

Los tiempos y la forma de instrumentación del mecanismo bajo cuyos principios se plantea esta convención para el tratamiento internacional de las crisis y reestructuraciones de deudas soberanas todavía son inciertos, la resolución no es vinculante y lo único que queda perfectamente claro es que esta cuestión se sustrae así al ámbito de las leyes y los tribunales locales de los países deudores; que no se contempla el problema de la legitimidad o no de las acreencias, y que la aplicabilidad de las futuras normas queda fuertemente restringida debido a que los países bajo cuya jurisdicción están las principales plazas de colocación de deuda externa han votado en contra de la resolución.

Hablarle al tablón de los votantes argentinos para justificar sus propias acciones

Cristina Fernández usó su último discurso ante la asamblea de Naciones Unidas con el fin de siempre: hablarle al tablón de los votantes argentinos para justificar sus propias acciones. Las justificaciones apuntaron a dos cuestiones: el desflecado “modelo” económico que le legará al próximo presidente y el vacío explicativo para el combo “memorando con Irán-muerte del fiscal Nisman-usos y abusos de la ex-Side” que ensombrece su gestión.

El kirchnerismo nunca se cansó de declamar su celo soberanista: todo lo hizo, siempre, supuestamente, a contrapelo de las “recetas del FMI”, de la hegemonía unilateral de Estados Unidos y los oligarcas internos.

Pero resulta que, si la economía va mal, de todos modos las culpas vuelven a ser de los que “ahora intentan trasladar la crisis mundial a los países emergentes” desde vaya a saber qué oficina de “aquí”, de “este país”, como dijo tantas veces ayer Cristina Fernández, sin reparar en que la sede de Naciones Unidas es extraterritorial. No es de ningún lado.

Con el inexplicable memorando con Irán sucede algo parecido. Recién ayer nos enteramos de que se firmó porque en 2010 un asesor de Barack Obama pidió que Argentina proveyera el combustible nuclear que Irán necesitaría si apagaba sus centrifugadoras (como quería EE.UU. y como ambos países comenzaron a negociar en secreto en 2011).

Rapidísimo, en enero de 2011, Héctor Timerman contactó a Irán por medio del presidente sirio. Pero resulta que el año pasado, también intentando explicar ante la ONU el ya entonces fracasado pacto, Cristina Fernández dijo que, en 2006, el presidente Néstor Kirch¬ner fue “el único, y luego también yo, que se atrevió a proponer, a pedir a la República Islámica del Irán, que colaborara, que prestara cooperación con la investigación; este pedido se produjo intermitentemente desde el año 2007 en adelante, 2007, 2008, 2009, 2010, 2011, hasta que finalmente, la República Islámica de Irán accedió”.

O sea, mucho antes de que apareciera el tal Gary Seymour. El que no lo crea, tiene el discurso a mano en www.cfkargentina.com

(*) Economista

© Agensur.info

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