miércoles, 22 de julio de 2015

Claveles

Por Manuel Vicent

En cualquier ciudad del mundo donde estés tomando una copa en una terraza al aire libre a las nueve en punto de la noche verás aparecer a un ser misterioso de rostro ahumado, con pinta de paquistaní o indio de Bangladés, que lleva un ramo de claveles de invernadero en la mano. Este vendedor de claveles se limita a pasear entre las mesas, como un autómata.

No importuna a nadie para imponer su mercancía. Ni siquiera sonríe. Solo murmura unas palabras en voz baja. Lo lógico es pensar que se trata del negocio de una perversa multinacional que explota a la gente desesperada, pero la actitud de este ser es la de estar realizando la extraña misión de mostrar esas flores impulsado por una fuerza que es difícil imaginar de donde procede.

Si a las nueve de la noche, según la rotación de las horas alrededor de la Tierra, estás en cualquier terraza nocturna de Roma, París, Londres, Nueva York, Buenos Aires, Sídney o Madrid, ese mensajero de los claveles hará su aparición.

Es uno entre decenas de miles que componen un despliegue planetario. Nunca se ha dado el caso de que alguno de ellos haya vendido una sola flor. Esos claveles no huelen, están muertos, como puede que también estén muertos esos emisarios que los llevan en la mano y los ofrecen con un gesto impávido después de una oración.

Guerras y cataclismos se repiten todos los días sobre la faz de la tierra. Las fuerzas del mal que amenazan con la destrucción de la humanidad puede que lo hayan conseguido ya y todos los que bebemos y parloteamos en las terrazas de los bares hace tiempo que hemos muerto sin saberlo. Flores, flores para los muertos, murmura en voz baja ese emisario entre las mesas.

También puede ser que estos misteriosos vendedores de claveles formen un anillo perenne que rota alrededor del planeta, para evitar que la Tierra se pare y todo se venga abajo.

© El País (España)

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