sábado, 11 de abril de 2015

Como María Antonieta

Gran parte del oficialismo cree ver señales de que Cristina se inclinará 
por el gobernador. Apoyos fast y ninguneo a Randazzo.

Por Roberto García
Composición del día: Daniel Osvaldo Scioli. En su mejor semana del año, no hay comentario que lo ignore, avezado o principiante. Para objetarlo por su constante sumisión a la Casa Rosada o para halagarlo por su poca escrupulosa contumacia para ser candidato. Provocó una suerte de endogamia periodística sobre un mismo tema, algo parecido a lo que Clarín y sus medios realizan todos los días con La Nación como si fueran un mismo grupo incestuoso. Tal vez lo sea. Ahora todos somos Daniel, como Charlie Hebdo, como Nisman, un repetido y efímero estrellato político.  

Típico de la frivolidad argentina. Aunque no se escuchó la palabra de Ella para autorizarlo como delfín en la interna, algunos  de sus portavoces –tipo Diana Conti o Carlos Kunkel– coincidieron en alinearse y alabarlo. No son los únicos. Tal vez recibieron la orden o, atentos al campeonato, revivieron una anécdota de la Corte de Luis XV sobre los mensajes crípticos de la monarquía.

Ocurre que Cristina debe haber saludado con simpatía a Scioli en uno de sus últimos actos, al revés de la indiferencia y desprecio habituales. Algunos lo ven como un cambio sustancial, del mismo modo que un día María Antonieta le preguntó –como si nada ocurriera entre ellas– a Madame Dubarry: “¡¿Cuánta gente vino a la fiesta?!”. Justo ella hablando, futura reina, quien jactanciosa había prometido que nunca le dirigiría la palabra a la amante del disipado Luis XV. Pero tuvo que cambiar por una crisis política, morderse el juramento, y la Corte entendió que en ese momento la Dubarry era tan importante como la dauphine austríaca que años más tarde guillotinaría la Revolución Francesa.

La única verdad. Más pueden los hechos que las intenciones, las preferencias o los caprichos. Según las encuestas, sin Ella nadie del Frente para la Victoria puede ganar. Pero sin Scioli tampoco el oficialismo puede sucederse a sí mismo, aunque su aporte resultaría menos significativo que el de Cristina. Sobre todo para la determinante primera vuelta (sacar un piso de cuarenta puntos y conservar una diferencia de diez con el segundo), quizá la única alternativa de triunfo. Se complementan entonces, vienen a ser el caballero y la dama perfecta de la foto, uno para el otro. Y viceversa, aun cuando les disguste compartir el tálamo electoral.

Hace un mes se confirmó la tendencia: el Gobierno, para evitar deserciones ya manifiestas en el distrito bonaerense y en el Interior, conservar intendentes, gobernadores y audiencia justicialista, consideró conveniente asimilar al gobernador, patrocinarlo. Garantizaron libertad y fondos a los municipios, también mostrarse más peronistas, apareciendo Ella en un homenaje a Cacho El Kadri –no era la primera vez, es justo decirlo– como si hubieran compartido la resistencia peronista, mientras entusiastas camporistas se referían con orgullo al peronismo no precisamente progresista de la provincia de Buenos Aires. Como si provinieran  de la verde Juventud Sindical de los 70, y no de las formaciones especiales. De última, La Cámpora parece adaptarse, son parte de la Corte. Como en Versalles.

Mientras Scioli sube en el entorno, Florencio Randazzo se desvanece. Otras conveniencias: lo sacaron de  una presentación de la SUBE que le correspondía y, lo más degradante, le arrebataron un área vinculada a puertos, dragados, vías navegables, depósitos, containers, bajo la sospecha de que algunos funcionarios arbitraban a su gusto ese negocio millonario. Un sablazo en un medio acostumbrado a los sablazos. Aunque se hizo cargo Kicillof, el operativo lo fogoneó Wado de Pedro: otras empresas ingresarán al sector. Al menos, así denuncia uno de los sindicatos postergados, el de Omar Suárez, el Caballo, el favorito alguna vez de Cristina y el mismo que le causó una incomodidad en un cóctel cuando la lisonjeaba afanosamente.

No objetar. Además, cuentan, un confidente de la mandataria señaló que no sólo evitarían objeciones a la perseverante aspiración presidencial de Scioli, que no pensaban marginarlo de la interna ni devaluarlo. Al contrario, hasta sostuvo que la doctora se mantendría al margen de designaciones futuras, inclusiones en listas e influencias en la gestión del Gobierno, si eventualmente le tocaba ser elegido.

Una sorpresa total, escasamente probable por otra parte, para quien sólo espera que les lleguen condiciones y, por lo menos, le anticipen quién será su acompañante de fórmula. No vaya a ser que le ocurra lo mismo que en la designación de Gabriel Mariotto como su vicegobernador: se enteró luego de que Ella se lo informara a los medios.

Algo parecido a su propia designación como vicepresidente: se anotició por la tapa de Clarín, en un kiosco marplatense, una mañana cuando salió a correr. Cuando ese grupo hegemónico ya disfrutaba de las primicias de Néstor Kirchner. Gratis, por supuesto.

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