Por Gabriel Profiti |
La designación exprés de 16 fiscales federales
en todo el país y dos nuevos suplentes de primera instancia en Comodoro
Py, por parte de la procuradora Alejandra Gils Carbó, terminó por exhibir
la fractura del Poder Judicial en la antesala de un año de elecciones.
Por mandato constitucional, la Justicia debería ser un poder independiente, pero la mayoría de sus integrantes están a favor o en contra del Gobierno.
Y los que están más cerca, como el ahora ex juez de la Corte Suprema Eugenio
Zaffaroni, acusan a los opositores de estar digitados por un cuarto
poder: el multimediático.
Esa división fue profundizándose a medida que el Ejecutivo buscaba ganar espacio en tribunales, movimiento que algunos llamaron “democratización” y otros “avasallamiento”.
La pelea se da en varios frentes: en las agrupaciones de jueces, en el Consejo de la Magistratura y hasta en la Secretaría de Inteligencia, que acaba de ser descabezada por la Presidenta.
Gils Carbó apuró la designación de esos fiscales sobre la base de lo que establece el Código Procesal Penal sancionado recientemente por el Congreso, pero lo llamativo es que ese corpus normativo aún no entró en vigencia y falta mucho para que lo haga.
Su decisión será recurrida por asociaciones de juristas antikirchneristas y referentes de partidos opositores, con el argumento de que se busca garantizar la impunidad de funcionarios acusados de actos de corrupción.
Los nombramientos más polémicos fueron los de Miguel Ángel Osorio y Miguel Palazzani como fiscales generales federales de Comodoro Py, el fuero donde se tramitan las causas contra los funcionarios nacionales. Habrá que seguir sus decisiones.
Los jueces suelen darle la espalda al poder cuando se aproxima un fin de ciclo. En ese marco, los expedientes contra el vicepresidente Amado Boudou, el de Hotesur de la Presidenta, el que investiga los fondos de Fútbol para Todos y los de otras reparticiones como Aerolíneas Argentinas seguramente tendrán avances o novedades este año.
En línea de largada
Una veintena de precandidatos arranca 2015 con aspiraciones presidenciales, aunque dos terceras partes de ellos saben que sus posibilidades de suceder a Cristina Fernández de Kirchner son remotas.
El kirchnerismo no tiene un candidato presidencial de la pureza de sus precursores, pero busca con todas sus energías mantener cuotas de poder en todos los estamentos posibles.
Que Cristina conserve niveles altos de popularidad es vital para cumplir con ese precepto y al mismo tiempo incrementa el poder de su dedo para bendecir o desdeñar a un candidato. A ese dedo apuestan aquellos kirchneristas que vienen detrás de Daniel Scioli en las encuestas, empezando por Florencio Randazzo, Julián Domínguez, Sergio Urribarri y Agustín Rossi, entre otros.
La incidencia de la corrupción de un gobierno sobre el comportamiento de los votantes es fluctuante. Suele ser más decisiva cuando el ciudadano no encuentra soluciones en áreas de su incumbencia cercana, como la economía o la seguridad. Le pasó a Carlos Menem sólo en el último tramo de su gobierno, cuando las denuncias habían comenzado apenas llegado al poder.
Cristina no quiere ser Menem y tanto los kirchneristas puros como los peronistas que acompañaron a este gobierno ahora buscan su supervivencia política. Los últimos ven a Scioli como el mejor posicionado para lograr el objetivo.
El gobernador bonaerense “kirchnerizó” su discurso últimamente para acercarse a los oficialistas de paladar negro, pero vive haciendo equilibrio en medio de las peleas del Gobierno nacional.
Sus referencias a la Justicia son para pedirle más rigurosidad en la aplicación de la ley contra delincuentes comunes
Con la promoción de 10 mil policías Scioli busca por todos los medios aumentar la “sensación” de seguridad. El plan empezó en la costa y el conurbano bonaerense.
“Lo vas a ver en el verano jugando al fútbol en la playa y en todo tipo de apariciones, pero lo importante para él pasa por la seguridad, en eso juega su futuro político y así lo reconoció”, aseguró un sciolista haciendo una síntesis entre lo inmediato, la mudanza de la campaña a la playa, y lo sustancial: la mayor preocupación de los argentinos que es la inseguridad.
Dentro de la constelación de candidatos, los principales rivales de Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri, también procuran presentarse como los candidatos que se ocuparon del combate contra el delito en sus distritos. El de Tigre por la implementación de cámaras en todo el municipio, y el porteño por la creación de la Policía Metropolitana.
Massa, quien también hizo base en la playa en el inicio del verano, buscará instalarse como “el candidato de la seguridad”, señalaron sus colaboradores. A la par, mostrará a su equipo de economistas para machacar sobre los cambios que necesita el timón económico para revertir el freno en la actividad del último año.
Su otra gran apuesta pasa por seguir alentando el pase de dirigentes de otras filas. Ya acordó con Francisco de Narváez y espera el demorado salto de Martín Insaurralde, luego de haberse mostrado nuevamente junto al intendente de Lomas de Zamora.
Macri, en tanto, hará incursiones muy esporádicas por la Costa Atlántica. “No quiere caer con una sombrilla amarilla en medio de la ola naranja”, bromeó un colaborador en referencia a la parafernalia sciolista en la arena bonaerense.
Cuando retorne de sus vacaciones, el jefe de Gobierno concentrará sus energías en dos cuestiones: resolver la interna porteña ante la negativa de Gabriela Michetti de ser su compañera de fórmula y martillar para que el radicalismo decida ir a una “gran primaria” presidencial contra el PRO.
© NA
0 comments :
Publicar un comentario