lunes, 28 de abril de 2014

Una luz en el camino

Por Tomás Abraham (*)
Si las fuerzas políticas opositoras que aspiran a vencer en las elecciones del 2015 sostienen que el kirchnerismo deja el país hecho un desastre, se equivocan. Porque de ser así, de ser cierto, lo que es un verdadero desastre son los argentinos que lo apoyaron en su mayoría durante doce años. Y quizás, en eso, tengan razón. Pues entonces que lo digan. ¿Por qué no lo dicen?

Nunca estuve de acuerdo con quienes afirmaban que el menemismo había sido un desastre durante los noventa, porque de ser así, lo que habría que decir es que un desastre fueron los argentinos que lo votaron durante diez años. Y, quizás en eso, posiblemente tengan razón. Pero no lo dijeron. ¿Por qué no lo dijeron?

Tampoco coincido con la aseveración que victimiza a los gobiernos radicales de Alfonsín y De la Rúa, por haber sido rehenes de fuerzas oscuras sin responsabilidad alguna en el aciago destino que les cupo. Porque de ser verdad, si fueron efectivamente víctimas de poderes nefastos, más nefastos fueron los millones de argentinos que festejaron sus caídas. Y en eso puede ser que también tengan razón. Pero bien que lo silencian. ¿Por qué lo silencian?

En vísperas de nuevas campañas electorales para crear a la Argentina del futuro, ante el panorama de la conjunción de grupos políticos en nuevas alianzas, ya sea del peronismo, del kirchnerismo, del social-radicalismo, o de la nueva y buena derecha, frente a los nuevos rostros que aspiran a liderazgos y a los programas por venir, propongo un minuto de desasosiego.

Ante la algarabía de los candidatos y de sus aplaudidores, con los oídos llenos de la vocinglería de la militancia, tenemos derecho a deprimirnos, nadie puede quitarnos la facultad de la desilusión garantizada.

No queremos más palabras, ni hechos, no queremos nada, porque no hay nada y nada cambiará. Los ricos seguirán siendo ricos, los pobres pobres y la clase media… depende, claro, por eso es media.

El Gobierno necesita apoyo, y yo lo apoyo, más ahora que concreta lo que sus adversarios le pidieron que haga lo que hace años le aconsejan. Es cierto que los cambios los inician ahora, pero si los hubieran hecho antes, sus mismos  adversarios les habrían pedido que los hicieran más tarde.

El oficialismo hizo un gesto patriótico. En lugar de dejar una bomba para el gobierno que viene, trata de desactivarla antes de que le estalle en sus manos. Rectificando mis propias anticipaciones, intenta desandar el tortuoso camino que diagramó la pésima gestión de Cristina Kirchner.

Todos los logros que la Presidenta enarbola ante su gente, son los conseguidos por su marido Néstor, que ella en su medida y armoniosamente hizo trizas aún con el mismo viento de cola. Y lo hizo ante la algarabía de sus seguidores nacionales y populares y los votos constantes de muchos partidos opositores seducidos por la demagogia oficial.

Pero hoy las cosas cambiaron. El Gobierno se dio cuenta de que si seguía insultando a españoles, provocando al FMI, haciendo pito catalán a los holdouts, compadreando con el vivir con lo nuestro, lisa y sencillamente, no llegaba a 2015. Y con la Presidenta convaleciente, menos, y ahora, pasado el verano, con la mandataria recuperada y algo melancólica, al menos intentará dejar las cuentas un poco mejor a pesar del ajuste.

En lugar de bajar un poco la guardia ante la retirada del Gobierno, vemos en la vereda de enfrente un tonito algo elevado al recriminar todo lo hecho, y todo lo robado. Década robada le dicen, década desperdiciada en una república nuevamente perdida titulan con mayúscula; cancha rayada y tierra arrasada para que una nueva camada de políticos funde la verdadera Argentina junto a Cobos, Moyano, Binner, Barrionuevo, Carrió, Solanas y Aguad, además de Massa, pero sin Macri, eso sí que no, porque es la derecha.

Pero no pasarán, no queremos más primarias fraguadas, no queremos más actores ni referís de candidatos,  ni cómicos como diputados ni senadores chistosos. No queremos nada, nadie quiere volver atrás y menos para dar un falso salto adelante. No queremos escuchar más que sólo con la política se hace, que el compromiso de la militancia, que ahora con un Papa local todos los argentinos tenemos a un curita en el alma… estamos indignados. ¿Ante qué? Ante todo, hasta de la misma desilusión. Nos llenaron de periodismo y de política, cada día, cada hora, noticias de m…, inseguridad hasta en los baños, el placer de los cronistas que nos alertan que saldrá sangre cuando abramos las canillas, informan el coeficiente de la inflación en cada mandarina y en cada lechuga y se relajan con la ruptura parcial de la fascia plantar del pie derecho de un enganche llamado Riquelme. Este relato llamado periodístico es el “otro relato” del carteado en el búnker de Plaza Francia. Del show de PPT a dos voces, pasando por le doy mi palabra o palabras más o menos sobre otro tema desde el llano o en la cornisa, han configurado a que ésta sea una década de diez años, ni robada ni ganada sino de diez largos años.

Tres mil seiscientos días y sus noches en que hemos llegado al surrealismo más crudo con un River en la B y ahora con posibilidades de ser campeón, jugando igual de mal en los dos casos, y un club como Independiente convertido en una sucursal del gremio de camioneros.

Dicen que el periodismo “está bueno” porque nos impide dormirnos con las mentiras del poder. Puede ser. ¿Pero qué pasó? Nadie puede negar que estos han sido años de tantos sueños compartidos que ya dan ganas de dormir solos. Sí, ¡queremos dormir!

No necesitamos de cuentos. Hasta el mismo relato se achica. La trama combativa denuncia con su dedo a los cómplices de los genocidas del Proceso que ve encapuchados en los empresarios de hoy. El editorialista de Pagina/12 no ceja en su empeño para  señalar a la oligarquía del campo y a los medios hegemónicos como si fueran los Krupp redivivos de Hitler, pero al mismo tiempo se contenta con que un 20% de fuerza propia –ya no el antiguo 54%– y que un relatito mantenga a los leales en la trinchera con la llama viva de la verdad, de la memoria y del castigo.

Desde arriba, en la cumbre, las ideas son más moderadas. Mediante los precios cuidados y las ferias se propone no superar el 20% de inflación en bienes de primera necesidad y Mercado Central mediante sostener la oferta. Mantener el dólar con un ritmo devaluatorio de 20% anual y las tasas en el 25% para desestimar la tenencia en dólares. Las paritarias en 30%. Con estas medidas no dejar caer el consumo en exceso, en especial en los sectores más humildes que gastan en alimentos. Permitir que las grandes empresas y los hiper jueguen con sus precios sin vigilarlos demasiado ya que sus consumidores se las arreglan porque cuando no compran De Cecco, se provean con Don Vicente, y si no alcanza para un Matarazzo, con tomate va Luchetti.

Así se podrá soportar un ajuste sin graves pérdidas de empleo, a la vez que se espera que acuerdos con grupos financieros bajen el riesgo país, se liquiden divisas por las exportaciones, y que se cumplan promesas de inversiones asiáticas. En una de esas mejoran las perspectivas para el próximo gobierno conducido quizás por Scioli, Milani, Berni y Rabolini.

Para que nada embarre la salida de un gobierno K y continúe un neo K, será necesario llevar a cabo grandes anuncios referidos a la seguridad, en competencia con los medios que harán lo mismo con la épica contraria de la inseguridad.

Y así llegar a 2015 con UNEN, el PRO, renovadores, pejotistas o camporistas, y con el recuerdo de un Mundial inolvidable o rápidamente olvidado, para volver a comenzar todo de nuevo… finalmente, ¿qué otra cosa es la felicidad?

(*) Filósofo

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