Por Alfredo Leuco |
La reacción falsamente escandalizada de Nilda Garré ofendió
a la prestigiosa Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En su carta
abierta aseguró que la OEA es capaz de recibir a un grupo de periodistas
mentirosos que se victimizan, y que son operadores de los monopolios y las
corporaciones. ¿Cómo se puede subestimar así a la CIDH? ¿Creerá la doctora
Garré que los integrantes de la comisión son tontos que reciben a cualquiera?
¿Ignora que es la primera vez en democracia que aceptan abrir una audiencia
ante la seriedad y gravedad de los hechos que los periodistas denunciamos? Es
penoso que quien alguna vez padeció persecuciones, ahora por defender su
quintita de poder se niegue a ver y se convierta en cómplice de ataques tan
evidentes: los escraches y la violencia callejera y mussoliniana, los juicios
en plaza pública y los afiches para ser escupidos por los niños, la ofensiva
para fundir a los medios con la utilización como premio y látigo de la pauta
publicitaria de los dineros públicos y extorsionando a empresarios privados
para que repitan su actitud punitiva o la estigmatización cotidiana del aparato
estatal de propaganda contra todo periodista que no se arrodille ante el altar
de Cristina Eterna. Tal vez la doctora Garré, lugarteniente todo terreno de
Horacio Verbitsky, tenga asegurado su porvenir con una jubilación de privilegio
que denunció Gustavo Béliz en su momento y que nunca terminó de esclarecerse.
Pero si la discusión es política y no de corrupción, hay que
recordar que Garré estuvo siempre en los peores lugares. Recibió la primavera
democrática en 1973, poco democráticamente, “con el fusil en la mano y Evita en
el corazón”. Tuvo estómago suficiente para beneficiarse económicamente durante
el menemismo con el otorgamiento del Registro Automotor 57 y después de la
renuncia de Chacho Alvarez por el escándalo de las coimas y la Banelco en el
Senado fue viceministra del Interior (la cartera política) de Fernando de la
Rúa. Con Néstor Kirchner pareció ser la embajadora de Hugo Chávez en la
Argentina, aunque formalmente era lo contrario. Y lo más grave todavía para una
pretendida progre: fue la impulsora de la Ley Antiterrorista, el Proyecto X y
el ascenso meteórico del general César Milani, todos asuntos denunciados por su
peligrosa derechización por los organismos de derechos humanos no cooptados por
el oficialismo.
No se trata de la era del bronce de las religiones agrarias
de la milenaria China. Pero en pocas horas asistimos asombrados al ying y el
yang de Cristina. A esa dualidad que siempre existe en el universo de la
política, a esas fuerzas opuestas que simultáneamente se complementan entre sí.
De elecciones que fueron una paliza electoral para el
cristinismo y de una Ley de Medios que de inmediato les dio una nueva
plataforma de relanzamiento del proyecto. La oscuridad de las urnas que
castigaron a la Presidenta, que dilapidó 4 millones y medio de votos en dos
años, y la luz de un fallo sobre constitucionalidad que resucitó las viejas
consignas para quebrar al íntimo enemigo inventado: el Grupo Clarín.
Nadie puede dar nada por hecho en la Argentina. Nadie se
muere políticamente en las vísperas. Para el taoísmo “nada existe en estado
puro ni es absoluto”. Y vale esa dialéctica psicoanalítica del amo y del
esclavo, donde ambos se necesitan para explicarse: la derrota electoral y el
triunfo judicial. Ambas verdades conviven por ahora y el fiel de la balanza
está congelado hasta nuevo aviso. Todo depende, como siempre, de los aciertos o
errores de Cristina de aquí en más. De su regreso triunfal enarbolando la
cabeza de Clarín en una pica o de la multiplicación de sus torpezas y
caprichos. Adecuar es el nuevo verbo. ¿Se adecuará Clarín y venderá alguno de
sus medios más emblemáticos o Cristina se adecuará al nuevo tiempo de un futuro
sin reelección y con fuertes rebeliones en su propia granja y en la que muchos
ya emigraron hacia Sergio Massa?
La noticia más terrible y demoledora vino de las urnas. La
soberanía popular, hace apenas 120 horas, había castigado duramente a la
presidenta Cristina y sus listas del Frente para la Victoria. De aquellos 12
millones de votos (54%) del 2011 habían caído a los 7 millones y medio, muchos
perdidos en el otrora inexpugnable Conurbano. Y como si esto fuera poco se
quedó sin posibilidad alguna de intentar la reelección eterna, puso en duda su
capacidad para bendecir con su dedo a su heredero.
Encima, los problemas de salud la obligaron a recluirse en
la quinta de Olivos y a dejar por un rato el bastón de mando. Pero esto no es
Suiza. Lo que parecía inevitable y definitivo, resurgió de sus cenizas. Ya
habían empezado a pasarse viejas facturas entre Insaurralde y Mariotto y entre
varios ministros. Empezaba a crujir el cristinismo en su atomización de por lo
menos tres gobernadores aspirantes a la corona: Daniel Scioli, Sergio Uribarri
y Jorge Capitanich.
Pero en lo que dura el aleteo de una mariposa, un volantazo
de la Corte Suprema de Justicia encendió las luces nuevamente y le dio a
quienes estaban abatidos en pleno repliegue táctico una bandera para que
pudieran refundarse. Volvieron las sonrisas, los dedos en vé y hasta la épica del
“vamos por todo” cuando horas antes habían caído en la etapa del “salvemos lo
que podamos”.
La declaración de constitucionalidad de la Ley de Medios,
además de un instrumento legal, es un capital simbólico alrededor del cual el
cristinismo volvió a agruparse. Habían pasado pocas horas de la estampida y por
lo tanto nadie se había ido demasiado lejos. Regresaron enseguida al eje de su
vida, a su razón de ser: mantener el poder y quebrar a Clarín como dos aspectos
de la misma utopía.
Resurgieron las viejas consignas a las que se les había
mojado la pólvora, “Clarín miente” o “Qué te pasa, estás nervioso”. Criaturas
que había parido Kirchner. La gran incógnita es cómo seguirá esta película.
¿Qué pesará más en el ánimo de los ciudadanos? ¿Una fuerza que dilapidó el 35%
de su caudal electoral en dos años y se quedó sin posibilidad de presentar en
elecciones a su única carta ganadora y líder carismática? ¿O la posibilidad de
avanzar a paso redoblado sobre la caja para intentar quebrar al mayor fantasma
que inventaron?
Hoy el bien y el mal conviven por igual. Al Gobierno le pasó
lo mejor y lo peor que le podía pasar. Son dos caras de una misma moneda que
volvió a saltar por el aire.
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