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Dilma Roussef trata de marcar cierta distancia con el legado de Chávez. |
Tras dejar Venezuela esta semana luego de una ceremonia
fúnebre por el presidente Hugo Chávez, la mandataria brasileña, Dilma Rousseff,
una vez más trató de trazar una marca más moderada en el izquierdismo
latinoamericano y enviar así una clara señal a inversionistas y diplomáticos.
Rousseff comenzó una delicada danza entre el luto y una
cierta distancia con el legado de Chávez apenas unas horas después de la muerte
del mandatario venezolano ocurrida el martes.
En un discurso, Roussef expresó su admiración por el líder
socialista, pero también deliberadamente añadió que Brasil "no estaba del
todo de acuerdo" con muchas de sus políticas más duras.
Rousseff y su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, han
llevado a cabo en los últimos 10 años políticas económicas mucho más
pragmáticas que Chávez, que era conocido por arremeter contra Washington,
expropiar empresas e intimidar a sus rivales.
Personas cercanas a Lula y Rousseff han dicho que ellos
admiraban genuinamente a Chávez y sus políticas hacia a los más pobres, y que
estaban devastados por su muerte producto de un cáncer a los 58 años.
Sin embargo, ambos tuvieron también numerosas oportunidades
durante la semana para resaltar cortésmente los desacuerdos con Chávez que,
según las autoridades, forman parte de una sutil campaña para trazar una
distinción entre Brasil y Venezuela a los ojos de la comunidad internacional y
de los líderes empresariales.
"El mensaje es simple: 'somos diferentes'", dijo a
Reuters un funcionario brasileño bajo condición de anonimato.
"Sí, nosotros respetamos muchas de las cosas que hizo
(Chávez), y tenemos una causa común (...) Pero Brasil no es lo mismo que
Venezuela", agregó.
Este mensaje podría reforzar la reputación de Brasil como un
líder entre los gobiernos de América Latina que en los últimos años han
abrazado un izquierdismo más moderado, mezclando sólidas políticas sociales con
principios de libre mercado.
Mayor influencia
Diplomáticos en Washington y en Europa también observan
cuidadosamente a Brasil, en momentos en que el gigante sudamericano busca una
mayor influencia en el mundo y un asiento permanente en el Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas.
Rousseff y Lula viajaron a Caracas el jueves y se unieron a
una larga lista de líderes que participaron en los funerales de Chávez.
La presidenta brasileña también ofreció al presidente en
funciones, Nicolás Maduro, asistencia no financiera en los próximos meses si gana
las elecciones para suceder a Chávez, dijo un funcionario.
La oferta incluye técnicos brasileños del programa de
vivienda pública "Mi Casa, Mi Vida" para ayudar a trabajar en
proyectos similares en Venezuela.
Sin embargo, tanto Rousseff como Lula dejaron Venezuela
antes de una ceremonia fúnebre programada para el viernes a la que asistieron
dignatarios de más de 30 países, incluyendo algunas figuras polarizantes como
el presidente cubano Raúl Castro y el iraní Mahmoud Ahmadinejad.
A diferencia de Lula, que fue cercano a Ahmadinejad,
Rousseff ha evitado contactos con el presidente iraní desde que asumió el cargo
en el 2011 debido a que su Gobierno busca hacer hincapié en el valor que tienen
las democracias firmes y el respeto de los derechos humanos.
Un miembro de la delegación de Brasil envió el viernes un
mensaje en Twitter poco antes de la salida del sol, donde dijo que su avión
acababa de aterrizar nuevamente en Brasilia.
La presidenta argentina Cristina Fernández también estuvo
ausente en la ceremonia del viernes, aunque ella atribuyó su pronto regreso a
Buenos Aires a razones de salud.
Informe de Anthony
Boadle. Editado por Rodrigo Charme para Reuters
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