Por Tomás Abraham (*) |
Ahora hemos agregado el 15D, el día en que un vampiro de
apellido Griesa exige en nombre de los buitres especulativos un depósito en
dólares en un banco neoyorquino. Un escándalo que según los cronistas
oficialistas, en caso de cumplirse, puede provocar el derrumbe del mundo
financiero. Nuevamente la Argentina en el ojo de la tormenta. No podemos dejar
de ser protagonistas de acontecimientos de alcance universal. Debe ser que nos
envidian. Pocos crecen a tasas chinas, ganan elecciones con más de treinta
puntos de diferencia y tienen a Messi. Un vampiro al frente de los buitres
puede ser de temer. “Vení, vení… Principito…”, decíamos hace tres décadas;
“vení, vení… juececito”, dijimos ahora, “andá a cobrarle a Gardel”… y el quía
se enojó. Esta especie de Boris Karloff de los estrados judiciales del país del
Norte lo tomó a mal porque no deja de ser
un ignorante que desconoce nuestra idiosincrasia, igual que el muchacho
de la nobleza en el portaaviones inglés que tampoco entendió que el espamento
no es dañino, y que nuestros gritos tienen raíz napolitana, más de opereta que
de otra cosa.
No lo interpretó de ese modo, no estudió en la misma
academia en la que se diplomó el juez de los anillos, se enojó. Por eso, como
lógica consecuencia, los amigos del poder
recomiendan, aunque un poco tarde, hacer política, es decir, dejar de
amenazar a señores de pocas pulgas, y esperar con algo más de paciencia que el
funcionamiento del mundo financiero cambie sus reglas para neutralizar a los
buitres, mandar al cajón a los vampiros, y compadecerse de inocentes deudores
apoyados por el 93% de acreedores agradecidos por una quita del 75%.
Es decir, piden un gesto imposible de realizar: bajar el
tono. La Presidenta seguirá con su “a mí no me van a correr”. Para nosotros la
adrenalina de las conferencias sin prensa con furia y rabieta son
fundamentales. Cuestión de soberanía.
El 13S salieron a la calle todos los que no consiguieron
pasajes para viajar a Miami. El 8N salieron otra vez acompañados por más rubios
y algún castaño. El 20N se enojaron los morochos. Se viene el 7D, el desguace
patriótico de la corpo. El 15D (o el 27F) le mostramos la cruz de plata al
espantado vampiro.
Repasemos, saquemos una hoja: Malvinas, Repsol, Clarín,
Moyano, Scioli, Lanata, los narcosocialistas, Griesa… ¿Y Macri?...
2. La nueva CGT.
Vivimos tiempos de tormentas. No es fácil gobernar en un mundo globalizado, más
aún cuando se es primera figura. Más allá de los sucesos mundiales de menor
jerarquía que inquietan en demasía a la prensa hegemónica con las noticias de
lo que se vive en la Franja de Gaza, en Siria, o la crisis del capitalismo, en
nuestro país debemos lidiar con un fenómeno nuevo y perturbador.
Hoy cualquier ocupante del poder nacional debe negociar con
dos gremios determinantes en última instancia. Uno de ellos puede paralizar el
país porque impide que los adultos se muevan; el otro porque impide que los
menores se queden quietos. Camioneros y transportistas al hacer huelga detienen
la actividad. Todos quedan confinados en sus domicilios. Inmovilizan. El gremio
docente al hacer sus huelgas expulsa a niños y adolescentes de los colegios y
los manda a merodear sin tutela y a las calles. A corretear por allí.
Movilizan. Los que se deben mover y hacer mover, se quedan quietos. Quienes
deben trabajar ante alumnos concentrados en el estudio, es decir, en una
posición razonablemente fija, los hacen circular y los envían a la intemperie.
Hugo Moyano, el señor Fernández de la UTA y el docente Hugo Yasky, deberían
conformar la nueva dirección de la unificada CGT-CTA para coordinar su
protesta. En sus manos no sólo está el coeficiente más eficaz de la regulación
de los cuerpos en movimiento, sino también el reencuentro familiar. La solución
está a la vista: que estos gremios hagan la huelga juntos, así padres e hijos,
por una medida reivindicativa concertada, estarán todos reunidos en el hogar.
3. El peronismo cultural.
El peronismo ya no se define por una política. Después de Menem el movimiento
peronista es una rama política de la patafísica. El historiador Halperín Donghi
afirmó que luego de los 90 el peronismo se convirtió en un mamarracho. Parece
una consideración al menos exagerada. Mejor quedar bien y decir polifacético.
Carlos Grosso dijo un día que el peronismo se había convertido en un carro al
que se sube cualquiera. En realidad, para ser peronista nunca se necesitó tener
un carnet de socio vitalicio. David Viñas afirmaba que el peronismo reflejaba
el sentido común de los argentinos que de faltar recrearía la Torre de Babel y
su confusión de lenguas. De ahí la famosa frase del General que decía:
peronistas somos todos. Otros se satisfacen con decir que el peronismo es la
ideología argentina del poder, una respuesta que sólo satisface al ya
satisfecho.
El tedioso recuento de logotipos que lo caracterizaron
dificulta sin duda el señalamiento de su identidad: camporismo, menemismo,
isabelismo, kirchnerismo, cristinismo, vandorismo, montonerismo, duhaldismo, y
si Julio Bárbaro consiguiera un Martín Fierro por su pertinaz presencia
televisiva, su apellido al fin consagrado nos daría una nueva sigla
sorprendente.
Pero hoy se vislumbra mayor claridad. El peronismo se ha
convertido por la gracia de una elite en una cultura, y quienes pertenecen a la
misma se denominan “peronistas culturales”.
Ahora bien, ¿qué significa ser un peronista cultural o
practicar el peronismo cultural?
Para ser un peronista cultural hay que haber viajado por el
mundo y tener alguna rareza como la de practicar meditación trascendental,
coleccionar gemas o corbatas y ser un invitado frecuente de Hora clave.
Si se ha sido embajador, mejor. Un peronista cultural no es
liberal, pero tampoco populista. En realidad, es moderado, lo que quiere decir
que si algo le molesta es el excesivo espíritu militante. No descree del
revisionismo histórico, pero lo asimila sin exageración. Está bien que Facundo,
el Chacho y Rosas recuperen el lugar que jamás deberían haber perdido, pero no
por eso hay que hacer desaparecer de todas las plazas y de cada vagón del
ferrocarril las palabras Roca y Sarmiento.
Por supuesto que disfruta del tango y del vino, como del
asado de camaradería, pero no desestima el mojito, los camarones y el flamenco
con ritmo de salsa. De la pizza con champagne ya habló una colega.
El otro yo del peronista cultural es el kirchnerista
cultural. Este último aporta un bagaje muy rico cuyo contenido es variado. Cada
vez que un doctorcito K ya sea en el canal Encuentro, en la TV Pública, en
Página/12, o en la Biblioteca Nacional, dice –para exhibir sus dotes de
pensador– que el proceso político es “complejo”, y luego se las arregla con un
léxico en el que hay entre otras palabras como “a verrr… a verrr”, “paradigma”,
“relato”, “modelo”, “concentrado”, “urbano”, “multiplicidad”, “capitana”,
“discursivo”, “rizoma”, “igualitario”, “hegemónico”, “acontecimiento”,
“inclusivo”, al peronista cultural se le revuelven las tripas.
Para él, esa gente,
de buenos muchachos, no tienen nada, como diría Scorsese.
(*) Filósofo. www.tomasabraham.com.ar
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