Por Celia Bauab
Leer Rosa de Guayaquil es al mismo tiempo un placer y un dolor. Placer porque en ella está el virtuosismo de la autora que nos narra una historia de amor dentro de la historia de América. Es difícil precisar hasta dónde ésta es una novela histórica o una novela de amor. Ambos aspectos están tan unidos por hilos invisibles que no es posible determinar límites. En este punto se centra el placer del lector que transita por el texto. Y, por otro lado, conocer parte de la historia de América, de la cruenta lucha por una América unida y libre, dolor por el olvido de Buenos Aires ante la unidad del continente, su indiferencia y menosprecio por los personajes que hicieron de ésta una tierra de libertad. Buenos Aires con su mirada en Europa ignora que la Patria Grande está acá, en las tierras del norte que miran al Perú, a Colombia, a Venezuela, a Bolivia, la verdadera herencia latinoamericana.