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Por Gustavo González |
Difícil ser Silvia Lospennato, la candidata del PRO en la ciudad de Buenos Aires. ¿Cuál se suponía que era el electorado que podía haber seducido en las elecciones de ayer? ¿El que se oponía a la falta de republicanismo de Javier Milei, a esa agresividad discursiva del Presidente tan ajena a los históricos mensajes del macrismo; y al mismo tiempo rechazaba cualquier alternativa peronista? ¿O el electorado que ve con simpatías el modelo económico de La Libertad Avanza, más allá de sus formas y manejos institucionales?
Las preguntas son válidas porque surgen de los mismos discursos contradictorios del fundador del PRO. El potencial electorado macrista de la ciudad de Buenos Aires tenía este domingo derecho a la confusión. ¿A qué Mauricio Macri hacerle caso?
¿Al que llamó a votar a Milei en el balotaje de 2023, lo apoyó en el Congreso en casi todos sus proyectos de leyes y siguió elogiándolo incluso hasta hace pocas semanas? ¿O al que durante todo este tiempo también se encargó de marcarle un límite a Milei, cuando este se volvía más agresivo y extremo?
A qué Macri iba a seguir el potencial electorado al que durante la campaña le habló Lospennato. ¿Al que acusó al Gobierno por usar las tácticas más oscuras de la casta como, por ejemplo, para frenar su proyecto de Ficha Limpia? ¿O al que hasta último momento pidió, en público y en privado, unir en una alianza al PRO con ese mismo Gobierno?
Lospennato quiso escapar de esas contradicciones partidarias, intentando convencer al electorado porteño de que ayer sólo se definían temas de la ciudad. Y aunque técnicamente lo que se elegían era legisladores distritales, era imposible que sus habitantes votaran sin tener en cuenta el fenómeno que cruza a todo el país y se llama mileísmo.
Todas las encuestas señalan que la Argentina está partida en dos. Con un 40/45% que apoya al Gobierno y otro 40/45% que lo rechaza (además de otro porcentaje que duda). Y que dentro de esos dos países conviven posiciones cada vez más extremas, de un lado y del otro.
Hubiera sido raro que, en la Argentina de Milei, los porteños votaran sólo teniendo en cuenta el estado de las calles o las futuras líneas de subte.
El 30% que votó a Manuel Adorni votó a Milei (como explicitaba su campaña). Un porcentaje que coincide con el 30% que obtuvo Milei en las PASO presidenciales de 2023 y que repitió en las generales de ese año. Que pareciera ser el núcleo duro de La Libertad Avanza.
En una elección inevitablemente cruzada por el choque social entre el mileismo y el antimileismo, el Gobierno celebró como un éxito absoluto el primer puesto conseguido ayer. En su discurso celebratorio, Adorni lo trató como si hubiera sido un plebiscito, “una elección que eligió entre dos modelos. El modelo de la casta, de los privilegios, y el modelo de la libertad. Hoy ganó la libertad”.
Coincido en que era imposible imaginar que los porteños no votarían en función de su apoyo o rechazo a este modelo de Gobierno.
En ese sentido, se podría decir que el 33% que sumarían los dos candidatos oficialistas (Adorni más Marra), votó adhiriendo al Gobierno nacional. Y hubo otro 51% (sumando a Santoro, Larreta, Biasi, entre otros) que eligió a candidatos anti Milei.
Por la confusión que mencionaba al principio, es difícil saber cuánto del 16% que votó a Lospennato le hizo caso al Macri mileista o al Macri más crítico. Si se dividiera en partes iguales, el 8% que votó al PRO pero que no deja de apoyar al oficialismo nacional, llevaría ese 33% al 41%. Mientras que el 8% que supuestamente votó a Lospennato y no votaría a Milei, llevaría ese 51% de rechazo al 59%.
La plausible hipótesis de Adorni de que se trató de un plebiscito en contra o a favor del Gobierno obliga a compararlo con lo más parecido a un plebiscito que fue el balotaje de 2023 ente Milei y Massa, en suelo porteño. Esa vez, Milei había obtenido el 57% de los votos, contra casi el 43% del candidato peronista.
Si bien es incierta la comparación entre aquel 57% de apoyo y el supuesto 41% obtenido ayer, más controvertida parece la conclusión mileista de que haber alcanzado el primer lugar con el 30% de los votos significa un masivo apoyo de la ciudad al oficialismo nacional.
Es cierto que, más allá de cualquier comparación, el primer lugar tiene un valor simbólico real. El mismo éxito habría festejado Leandro Santoro si hubiera sido él quien ganara por dos puntos y medio. Un 30% del peronismo habría significado una buena elección, pero no mejor que otras en las que también había conseguido un porcentaje similar. Pero, de haber triunfado ayer, ese mismo porcentaje hubiera valido más.
En cualquier caso, hubo otro porcentaje de votos que se impuso ayer. Fue el 47% de abstención. Fueron porteños que, teniendo la obligación legal y ciudadana de emitir su voto, decidieron no hacerlo. Un porcentaje récord que también grita en esta Argentina partida al medio.
© Perfil.com
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