sábado, 3 de septiembre de 2022

Odio de oído

 Por Carlos Ares (*)

El presidente reduce la violencia al odio. Escucha lo que le conviene. Habla de oído, sin saber de qué. Según él, ahora “estamos obligados a recuperar la convivencia democrática que se ha quebrado por el discurso del odio que se ha esparcido desde diferentes espacios políticos, judiciales y mediáticos”. En su mensaje por cadena nacional no explicó el origen del odio, las razones de la quiebra, cuándo fue que ocurrió, porqué. ¿ A qué estaríamos “obligados” ahora. ¿A resignar, callar, decir todo que sí, a comernos las broncas ante lo que pasa, no reclamar justicia? ¿ Qué clase de convivencia democrática sería esa?

En un momento tan delicado, cuando se esperaba que llevara calma, declaró de forma intempestiva un feriado nacional a minutos del comienzo del día siguiente, con lo que inquietó aún más la rutina cotidiana de los padecientes ciudadanos. De paso, como es su costumbre, repartió la responsabilidad en sectores críticos de su gestión. Por supuesto no en los propios, que concentran sus discursos de odio en él como si no tuvieran nada que ver con su elección, y gestión.

La culpa es de esos otros “espacios políticos”, es decir la mayoría de la oposición. También de la Justicia, porque resulta que ahora a la “familia judicial” se le da por investigar, acusar, garantizar la defensa, hacer en fin lo que se esperaba de ella desde hace cuarenta años. Por último, según el manual de estilo que formatea a los políticos, ¡los medios!. Supongo que no se refería a los del Grupo Octubre, radios, canales, diarios, que controla el sindicalista amigo, Victor Santamaría. Tampoco a los de Vila, Manzano, Cristóbal López, De Souza, los empresarios que auspician al ministro Sergio Massa. Sí, a los demás. Alguno de ellos en los que usted, señor, fue reconocido empleado del mes cuando era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Tiempos en los que pedía que echen a periodistas de radios o programas de televisión con verdaderos discursos telefónicos de odio.

Vaya paradoja, algunos de esos medios a los que ahora acusa, señala, de modo grave, peligroso, como blancos sobre los que hay que volver a disparar, son los mismos que recorrió, fatigó, abusó durante diez años cuando le servían para la crítica dura, con discursos resentidos, casi de odio, al gobierno de Cristina Kirchner.

Se entiende, señor, a quien no le jode ese espejo maldito que recoge declaraciones, observa la contradicción, comprueba mentiras, promesas incumplidas, analiza, opina, denuncia la estafa a los jubilados, la caída del salario, los aumentos de tarifas. No siempre se puede atribuir todos los errores a la “querida Fabiola”, la pesada herencia, Macri, la pandemia, la guerra en Ucrania, el campo, los especuladores, el imperialismo, y demás.

Ante la evidencia, la autoridad se fortalece cuando admite, reconoce, acepta. A todos nos sirve, como ejercicio práctico, al comienzo del día, frente a ese espejo que nos mira, nos lee, habla como una radio, se viraliza, se propaga por las redes sociales como un incendio, ojerosos, medio dormidos, con los pelos revueltos, nos hace bien respirar hondo, decirnos: “Bancatela, es la libertad, estúpido”.

La persona detenida por el intento de homicidio contra la vicepresidenta es, según se sabe hasta ahora, un fanático de los que abundan a extrema izquierda y derecha. El repudio, la solidaridad con la víctima, debería funcionar como un límite definitivo a la violencia. Esa es la cuestión de fondo, la violencia que insinúan, promueven, administran, alientan, ejecutan los que la tienen atada. Cuando algo, o alguien, los desafía, amenazan, golpean, matan sin aviso, sin discurso, sin odio

Barras, matones, mafias, punteros, señores feudales, cómplices de fabulosos choreos, chupasangres del Estado. Mire ahí, señor presidente. Vea como reaccionan cuando le tocan algún interés. Como se balean los narcos. Como bloquean los matones. Como amenazan con volver a “matar”, derramar aún más “sangre en las calles”, “colgar”, “fusilar en la plaza de Mayo” los que temen perder elecciones, cargos, cajas. No hay odio, ni ideología, ni humanidad ahí. Esos sí que atentan contra la convivencia democrática, señor. Ahí están, señor, esos son.

(*) Periodista

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