sábado, 30 de enero de 2021

Bicicletas indisciplinadas: trabajo para los legisladores


Por Sandra Choroszczucha (*)

En medio de la pandemia por coronavirus se reaviva un debate impostergable, el del hacinamiento en el transporte público en subtes, trenes y colectivos, que pueden generar más contagios y muertes por el Covid-19. Al margen de este asunto sanitario coyuntural, el tránsito en motos, autos, micros y camiones también forma parte de un panorama donde el caos y el incumplimiento de normas se apoderan de las calles a diario hace décadas, y a partir de esto, las muertes por accidentes de tránsito suelen ser elevadísimas año tras año en la Argentina.

Según datos arrojados por la ONG Luchemos por la Vida, en la Argentina mueren por día un promedio de 19 personas por inseguridad vial, y según datos estadísticos de la misma entidad, "la Argentina ostenta uno de los índices más altos de mortalidad por siniestros de tránsito". Sin contabilizar el 2020, año de pandemia donde la circulación en las calles fue ostensiblemente menor, en 2019 se registraron 6627 víctimas fatales, lo cual representa poco más de 18 personas muertas por día en accidentes de tránsito, cifra que mejoró el número de tragedias viales respecto al año anterior, donde se registró un total de 7274 muertes, es decir casi 20 muertes diarias en las rutas, calles o caminos de nuestra república.

Luchemos por la Vida utilizó una suerte de metáfora para poder ilustrarnos la gravedad de la situación que padece la Argentina a través de la siguiente cita: "es como si un avión de pasajeros cayera todas las semanas muriendo unas 130 personas cada vez. Y si así ocurriera, seguramente, no estaríamos tan tranquilos. Las autoridades tomarían urgentísimas medidas de seguridad. No sucede lo mismo con los siniestros de tránsito". Y un dato anexo desgarrador, es que, en la Argentina, los accidentes de tránsito representan la primera causa de muerte en personas menores de 35 años.

Hace un tiempo, un nuevo medio de transporte se incorporó al repertorio de rodados para poder trasladarnos: las bicicletas. Se presume que las bicicletas vinieron para aliviar el perturbado transporte automotriz, disminuir de tal modo los accidentes viales, abaratar los costos de los viajes cotidianos y sanar el medio ambiente. Por lo tanto, deberíamos sentir enorme satisfacción por la llegada del ciclismo diario para trasladarnos en nuestras rutinas cotidianas.

Sin embargo, en la mayoría de las calles donde los autos transitan en una sola dirección, las bicisendas han adoptado un formato muy particular, a partir del cual éstas se trasladan en ambas direcciones, lo cual altera un poco más el ya trastornado tráfico diario. Esto suele confundir y poner en riesgo a peatones y automovilistas, y genera más riesgos a los ciclistas que van y vienen por una senda estrecha pudiendo chocar entre sí.

A este inconveniente se suma otro de suma gravedad, que aumentó los peligros diarios en las calles desde la llegada del universo ciclista. Tal vez por falta de patentes que registren las bicicletas, por falta de conciencia ciudadana, por falta de organización y eficiente gestión política, o por todo junto, los ciclistas no cumplen con normas formales para poder transitar por las calles. Por lo tanto, la regla suele ser circular "como pinte", con o sin casco, con o sin luces, subiendo y bajando de las veredas, y sin considerar aquello que indica el semáforo. Cruzar con luz roja es lo habitual para los ciclistas y tener que esquivarlos si uno transita en auto o a pie es lo corriente.

En un momento donde el transporte público se debe poner en la agenda de temas prioritarios en medio de la pandemia por coronavirus, tal vez nos encontremos frente a un marco más que oportuno para abrir un nuevo debate, también impostergable para la vida de los argentinos, la reglamentación del tránsito de bicicletas. Si al alarmante número de muertes por accidentes viales en calles, rutas y caminos de la Argentina, se agrega un medio más de transporte, que, en lugar de volver más amigable nuestra circulación, la complica, seguramente cuando se elaboren nuevos censos, la Argentina se encontrará en un peor lugar en la tabla de muertes por accidentes de tránsito. Hoy día, cuentan médicos de guardia de diferentes hospitales, que el ingreso de ciclistas por accidentes en la vía pública es constante.

Si pretendemos que las bicicletas sean el nuevo medio de transporte que nos ayude a organizar más eficientemente el tránsito y a mejorar el medio ambiente podemos lograrlo; sin embargo, si la forma en que circulan las bicicletas va a contramano de cantidad de autos que transitan por las mismas calles, y si el universo ciclista no comprende sin fuerza de ley, que hay normas de tránsito y que el semáforo tiene un sentido, el de ser respetado, las autoridades nacionales y locales deberían plantear que se reglamente una legislación que determine un mejor ordenamiento para la circulación de bicicletas, y que se penen las infracciones diarias y constantes de ciclistas.

Si esta es nuestra nueva riesgosa realidad vial, tenemos un precioso Congreso de la Nación que puede debatir una legislación acorde para que las bicisendas funcionen correctamente y para que los ciclistas tengan los mismos deberes (y sanciones) que el resto de las personas que manejan otro medio de locomoción.

Tal vez así podremos gozar de un nuevo medio de traslado, económico, saludable pero que ayude a proteger mejor nuestras vidas en lugar de arriesgarlas más.

(*) Politóloga y profesora (UBA)

© La Nación

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