miércoles, 16 de enero de 2019

Línea roja

Por Manuel Vicent
A lo largo de la historia, algunas batallas memorables por su crueldad se han realizado en verdes prados llenos de flores silvestres, bajo un sol de primavera, mientras en los árboles cantaban los pájaros. Si la matanza se celebraba en la jungla, simios de todas clases, macacos, chimpancés y orangutanes, sentados en las ramas con sus crías en brazos contemplaban la carnicería que estaban ejecutando sus primos los humanos y todos aplaudían.

Algunas batallas navales memorables por la cantidad de sangre vertida se desarrollaron sobre un mar de dulzura mientras a su alrededor saltaban felices los delfines tratando de participar en la fiesta.

Esa delgada línea roja entre la crueldad humana y la armonía de la naturaleza será también una opción inexorable a lo largo del año que empieza. En las noches de invierno se oirán por todos los montes de la amada patria los aullidos de las alimañas, pero sobre ellas caerá la nieve, pura, blanda y silenciosa, del mismo modo que la estupidez humana no logrará detener la subida de la savia por los troncos dormidos cuando llegue la Candelaria.

Y al final, quieras o no, vendrá la primavera y el geranio en el balcón obtendrá el mismo color de la sangre que emitan los telediarios. Si la naturaleza abre sus entrañas y se traga una ciudad entera, sobre los escombros, antes de que se pongan en pie los templos y palacios, se levantarán primero los mercadillos de frutas y verduras bajo la maraña de los gritos alegres de los tenderos.

Con el solsticio de invierno la luz va abriendo día a día el compás, y dentro de ese cono luminoso en el que estamos condenados a bailar ¿a cuántos idiotas tendrás que soportar? No importa.

La muerte y la gloria se las llevará el viento hasta el corazón del verano y cuando llegue el otoño nada deberás agradecer salvo la dicha de sobrevivir al milagro de estar vivo.

© El País (España)

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