martes, 8 de enero de 2019

De un varón en ‘deconstrucción’

Por Carlos Gabetta
Tenía que ocurrir, y ocurrió. Incapaz de soportar una falsa denuncia de acoso sexual y el consiguiente escrache callejero y en las redes, el acusado, Agustín Muñoz, se suicidó a sus 18 años. No es el primer caso, pero sí el primero en que la acusadora confesó el engaño, incluso antes del trágico final. En el “clima” actual sobre estos asuntos, que el joven tuviese problemas psicológicos no es razón para minimizar el acto de la joven, aunque resultaría absuelta en un juicio.

Al fin y al cabo, no hizo otra cosa que mentir en un momento de furia; o despecho. Muchos hombres y mujeres concretan a menudo estas violaciones éticas y morales en sus diversas formas; hasta el crimen. Que los hombres resulten abrumadora mayoría responde a que ejercen el poder económico, político y, hasta ahora, moral, cultural.

De todo eso acabarán librándose las mujeres, a medida que su lucha determine cambios económicos y políticos concretos y los progresivos cambios culturales que esas conquistas traerán consigo. El machismo, como el racismo o el antisemitismo, no desaparecerá por decreto, sino en generaciones.

Como todo gran cambio histórico, la revolución feminista genera excesos. Respecto del caso Muñoz, una militante publicó en las redes: “Si para atrapar a más violadores tenemos que cargarnos a unos cuantos inocentes (importando un bledo las consecuencias para el pibe) pues lo hacemos y listo (…) el fin justifica los medios. Si para capturar a miles de violadores tenemos que escrachar a unos cuantos pibes “inocentes” (aun si se suicidaran) pues es un precio a pagar” (http://bit.ly/festejo-suicidio-adolescente).

Desde el punto de vista histórico, nada que objetar. La mayoría de historiadores coincide, por ejemplo, en que sin el Terror Jacobino la Revolución Francesa no hubiese sido; o devenido otra cosa. Pero hoy no se trata de resolver entre dos modelos antagónicos –monarquía o República–, sino de equiparar realmente en derechos y obligaciones a dos entes complementarios: hombres y mujeres. Al desviar los ejes del debate, la feminista en cuestión acaba perjudicando su propia causa. Estos furiosos “militantes”, legión entre los hombres, se alimentan mutuamente. Y allí van los misóginos Trump, Bolsonaro, Salvini… votados por muchas mujeres.

Es también el caso del “lenguaje inclusivo”; la propuesta de cambiar el habla antes de que cambien las relaciones concretas hombre-mujer. En una columna anterior
(http://bit.ly/macho-hembra-gabetta), califiqué el intento de “tontería”. Ante algunos amistosos reproches, respondí con el ejemplo de una señora entrevistada en televisión, que enumeraba como “presentes” a “médicos, médicas, historiadores, historiadoras, filósofos, filósofas…” y así, hasta que llegó a “psicoanalistas… (pausa embarazosa)” y zafó con una sonrisa canchera. Le hubiese pasado lo mismo al referirse a “periodistas; artistas, analistas”… Cosas así no hacen más que desviar atención y energías de los asuntos esenciales.

Generales de la ley que alcanzan a Diana Maffía, la excelente Defensora de Género de PERFIL. Por ejemplo, respecto de quienes  planteamos perspectivas “de clase”, entre otras, habla de “varones en deconstrucción”. De acuerdo; pero en este proceso ¿no se “deconstruyen” también las mujeres? Luego, apoyándose en fuentes veraces, da por sentado “el patriarcado de izquierda” en las organizaciones revolucionarias de los años 70. Al respecto, sugiero un artículo que apoyado en testimonios directos, el mío entre otros, afirma lo contrario (http://bit.ly/violencia-militancia-70).

La “verdad” estará en el medio, por supuesto. Pero de eso se trata; de tenerlo en cuenta para aplicar esas experiencias a las luchas de hoy.

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