domingo, 3 de abril de 2016

En nombre del amor absoluto

Por Tomás Abraham

Lunes

“Tú debes”, dicen los profetas; “yo quiero” (dicen los héroes); “yo soy” (dicen los dioses)… ¿qué dijo Obama?
No dijo “yo puedo” sino “yo pude”. Tanto Michelle como Barack “pudieron”. De la pobreza del suburbio de Chicago a Harvard. De la prestigiosa universidad a la presidencia. Y no es una broma; pudieron. “That is America”. 

Sin embargo, la mentada movilidad social en los Estados Unidos está estancada desde hace años. Hay trabajo, pero mal pago. La educación de calidad es selectiva, los servicios sociales para los pobres con muy pocas mejoras, la concentración de la riqueza en aumento, etc.
Pero la ideología norteamericana se basa en este “yo pude”, y concluye en un “si trabajas duro, tú deberías poder”. Con el agregado: “Si no lo consigues, es tu responsabilidad”. Lo dijo y lo repitió Michelle en su discurso. En esto Trump y Obama se equivalen.
Una meritocracia algo salvaje en la que la excepción parece confirmar la regla, que sólo se modera en el ejercicio de la máxima autoridad. Allí Obama pudo lo que lo dejaron poder.

Martes

En una entrevista, Martín Caparrós, quien vive desde hace unos años en España, dice que la distancia le hizo ver que los argentinos somos provincianos. Pienso en las resonancias de esta palabra. Le encuentro dos acepciones.
a) Para los argentinos que están en el exterior, nuestro provincialismo parece notarse más si están lejos. Lo mismo sucede con los cosmonautas. Desde un satélite espacial nuestro planeta es más pequeño que en la Tierra en la que para nuestros sentidos no tiene límites. Somos terráqueos provincianos a mucha honra, a pesar de Galileo y Descartes. Un asunto óptico modificado por la distancia.
b) Por otra parte, España, para dar un ejemplo, tiene un provincialismo diferente porque depende de Alemania, por lo tanto le interesa lo que pasa en Europa; si colabora con las fuerzas militares europeas en Medio Oriente, transmite informaciones sobre Siria y está atenta con lo que sucede allende Turquía; si reprime el ingreso de inmigrantes marroquíes está pendiente de lo que sucede en el norte de África.
Por eso sus intereses abarcan un espectro más amplio que el nuestro que apenas salimos de casa. Nos pasa lo mismo que a Uruguay o Chile o Brasil. Lo doméstico es lo nuestro, pero es lo que sucede en todo el mundo. Hay domesticidades escalonadas.
La diferencia la da la superficie de esta domesticidad. Las metrópolis imperiales siempre tuvieron una perspectiva más ancha y larga que sus colonias, lo central más que la periferia.
Otros tienen una opinión más matizada. Una vez el historiador Paul Veyne ante mi inquietud acerca de por qué los académicos franceses no se ocuparon de la poesía árabe en el origen de la literatura romance, y de las canciones de los juglares del “fin’amor” en la España arábiga, ignorando su procedencia mora, me dijo que los sudamericanos teníamos mejor perspectiva que ellos porque mirábamos las realidades desde abajo con mejor panorama en lo que respecta a las longitudes; mientras los parisinos, para ver lo que había detrás de los Pirineos, debían torcer el cuello, nada fácil por la tortícolis crónica de algunas culturas.

Miércoles

El panorama económico se muestra difícil, a veces sombrío. Si no hay viento de cola, nuestro país estará sometido a sus problemas estructurales. Desde el kirchnerismo auguran una vuelta a los años 90. Y no parece descabellado suponerlo, hicieron hasta lo imposible para que así sucediera. Los famosos dólares que se esperan con préstamos carísimos, pueden estar destinados a solventar el déficit fiscal y el déficit comercial. Es posible que con alta inflación y un dólar que quede rezagado, nuevos dólares golondrina ingresen al país aprovechando el diferencial de la moneda verde con las tasas de interés.
Habrá dólares para todos, que se venderán y comprarán de acuerdo con la evolución económica y financiera del país. Ante el menor cimbronazo, se fugarán. Podrá haber crédito para el consumo aprovechando la existencia de divisas. Es decir una economía endeudada basada en la especulación, con algunas inversiones en infraestructura.

Jueves

El Frente Progresista se queda sin líderes. Primero se fue Hermes Binner, quien renunció a la conducción sin dar explicaciones. Ahora Margarita Stolbizer, quien aparentemente quiere integrar la Corte Suprema. Hasta ahora su política se basaba en denuncias a la corrupción. Ahora deja la política y en caso de postularse y ser aceptada, ejercerá un cargo para el que se le exige imparcialidad y apartidismo. Será jueza de sus propias denuncias.
Indudablemente no encuentra en el GEN futuro político, ni para ella ni para su grupo de pertenencia. De todos modos, ser la segunda de Massa, la hubiera aislado del Frente del que forma parte.
El problema comenzó cuando la centroizquierda votó todas las leyes del kirchnerismo sobre las estatizaciones, los planes sociales, el voto adolescente, las negociaciones con los holdouts. Le quedó el republicanismo, una bandera previamente enarbolada por la centroderecha, de Carrió a Sanz. De ese modo no consiguió una identidad ideológica ni política ni un relato propio. Quedó oscilante, sin dirección y con una retórica basada en generalidades.

Viernes 

Vi en cable un hermoso documental sobre la relación entre Liv Ullmann e Ingmar Bergman. Transcurre en la isla de Fårö, donde una joven actriz de 25 años y un reconocido director de 47 se conocen y se aman. Fueron amigos toda la vida, pero marido y mujer no más de cinco años.
Ingmar era un celoso violento que rodeó su casa de la isla con un muro para que nadie los molestara. Ella lo acompañó en sus últimos momentos. Fragmentos de diálogos de algunas películas parecen inspirarse en la relación entre los dos.
Liv con Harriet Anderson, Bibi Anderson, Ingrid Thulin, son las vestales del cine de Bergman. Continúan la estirpe de la Garbo, la Eckberg e Ingrid Bergman. Ella cuenta que el día en que huyó de aquel marido algo loco, sus amigas actrices, entre quienes había ex esposas de Bergman, la esperaron en el aeropuerto y la consolaron, para luego celebrar el encuentro emborrachándose con su elixir preferido: el vino.
Un exotismo en la tierra de una marca de vodka con un nombre definitivo, casi tanto como algunos amores: absoluto.

© Perfil

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