martes, 29 de septiembre de 2015

Alí Babá contra los cuarenta ladrones

Por Guillermo Piro
Es increíble la cantidad y la magnitud de malentendidos que puede provocar una simple conjunción. Harto ya de oír alusiones a Alí Babá y los cuarenta ladrones, es hora de que alguien aclare la cuestión. Su historia está contada en Las mil y una noches, o eso al menos dice uno de sus traductores franceses, Antoine Galland, quien seguramente la oyó de boca de un cuentista de Alepo en uno de sus viajes y la incluyó en su traducción, porque esa historia Sherezade no la sabía. 

Alí Babá era un leñador persa que un día, mientras cortaba madera en un bosque, vio cómo una banda de ladrones ingresaba en una cueva cuya entrada sellada se abría al pronunciar un conjuro –“¡Abrete, sésamo!”– y que volvía a cerrarse pronunciando otro –“¡Ciérrate, sésamo!”–. Cuando los ladrones se van, Alí Babá entra y se lleva parte del tesoro. Cassim descubre la repentina riqueza de su hermano Alí, y Alí se ve obligado a contarle la procedencia del tesoro. Cassim va a la cueva, entra, toma más riquezas, pero cuando trata de salir de la cueva se olvida del conjuro. Los ladrones lo encuentran y lo descuartizan. Alí, extrañado porque su hermano no regresa, vuelve a la cueva y lo encuentra despedazado en la entrada. Se lleva los restos de Cassim a su casa, y también a Morgiana, una de las esclavas de Cassim (Cassim se había casado con la hija de un mercader rico, de modo que era rico él también). Al advertir la desaparición del cuerpo de Cassim, los ladrones logran averiguar el paradero de Alí. El jefe de los ladrones se hace pasar por un comerciante de aceite necesitado de hospitalidad. Lleva consigo mulas cargadas con cuarenta tinajas: una llena de aceite, las otra treinta y nueve con los ladrones de la banda ocultos adentro. Planean matar a Alí cuando esté durmiendo, pero Morgiana descubre el plan y mata a los ladrones llenando las tinajas con aceite hirviendo. Al descubrir que todos sus hombres están muertos, el jefe de la banda huye. Alí Baba expresa su gratitud a Morgiana liberándola de su condición de esclava.

La historia sigue: tiempo después, el jefe de los ladrones traba amistad con el hijo de Alí Babá. Es invitado a cenar en casa de éste, pero Morgiana lo reconoce y ejecuta una danza con una daga en honor de los comensales, y se la clava al ladrón en el corazón. En agradecimiento, Alí Babá decide darle a Morgiana la mano de su hijo. Alí Babá se queda como él único conocedor del secreto del tesoro de la cueva y las palabras mágicas para entrar en ella.

De modo que la traducción ideal del relato hubiese sido Alí Babá contra los cuarenta ladrones. Pero el pobre Galland no sabía, en pleno siglo XVII, que su historia iba a terminar siendo conocida en el siglo XXI incluso por aquellos que jamás la habían leído.

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