miércoles, 15 de abril de 2015

El triunfo de Urtubey profundiza las grietas en el kirchnerismo

Por Fernando Gutiérrez

Ahora hay una nueva consigna entre los precandidatos que quieren postularse por el kirchnerismo: apropiarse de la figura de Juan Manuel Urtubey, el gobernador salteño que acaba de imponerse de manera contundente en las elecciones primarias de su provincia.

Así, dirigentes como Daniel Scioli y Florencio Randazzo, que últimamente se han dedicado más a enfatizar sus diferencias que sus coincidencias, dejaron por un momento de lanzarse dardos mutuamente para coincidir en un tema que no es la consabida repetición de elogios a Cristina Kirchner. Ambos intentaron imponer la lectura política que llevará agua para su propio molino.

Así, el bonaerense afirmó: "Lo que se ha expresado en Salta es lo que siento que vamos en camino a lograr a nivel nacional; a que el pueblo argentino vote en ese mismo sentido, lo previsible, lo confiable, lo superado, el futuro sobre el pasado".

Mientras, Randazzo interpretó el resultado salteño como "un importante apoyo para el Gobierno nacional" y una demostración de que "la gente reconoce la recuperación de los ferrocarriles, la vuelta de Aerolíneas y la nacionalización de YPF".

La cosa no quedó ahí, sino que, sin que hubiera pasado siquiera un día de la elección primaria, ya corría la especulación sobre que Scioli podría ofrecerle a Urtubey el lugar de vicepresidente en su fórmula electoral.

Quien no conozca el panorama político argentino podría llegar a pensar que el salteño es una figura de tal carisma que su solo acompañamiento a una candidatura puede llegar a definir una elección.

Pero no es así. Y es por eso que sorprende la cantidad de halagos. Por cierto, Salta representa apenas el 3% del padrón electoral nacional. Si bien no hay que olvidarse que de La Rioja -con un electorado cuatro veces más pequeño-, surgió en los '80 el liderazgo de Carlos Menem.

En rigor de verdad, más allá de que se lo había incluido en la lista de los dirigentes jóvenes con futuro político, hasta ahora nadie se había animado a ver en Urtubey un candidato de proyección nacional.

Más bien, podría decirse que lo que ocurre con el salteño es que se puso súbitamente de moda. Así es el poder de los resultados electorales: una victoria contundente, con 14 puntos de diferencia frente a un candidato apoyado por Sergio Massa y Mauricio Macri hace que todos los kirchneristas pugnen por querer transformar a Salta en la Argentina.

No es la primera vez que ocurre. Jorge "Coqui" Capitanich tuvo su momento de gloria, cuando en el agridulce festejo por las legislativas de 2013, se transformó fugazmente en el héroe del kirchnerismo.

Aquella noche en la que el Frente Para la Victoria fue derrotado en la mayoría de las provincias, Capitanich resultó elegido por Cristina para dar un mensaje optimista en una comunicación vía satélite. Poco tiempo después era nombrado jefe de Gabinete, en medio de versiones sobre su casi segura candidatura presidencial para 2015.

A Urtubey le toca ahora ser el personaje del momento. Y parece tomarlo con sobriedad y mente fría: por lo pronto, ya mandó a avisar que no cederá a la candidatura a vicepresidente en estas elecciones y que cumplirá su tercer mandato para gobernador con la intención de seguir construyendo una carrera de alcance nacional.

Una fisura imposible de ocultar

Más allá de lo que ocurra con el gobernador salteño, lo que en definitiva ha quedado en claro tras esta victoria es la persistencia de una fisura interna en el oficialismo, que no ha podido ser disimulada por la sobreactuación de fe kirchnerista que Scioli viene realizando.


Por lo pronto, el sólo hecho de que se haya dejado correr la versión de que Urtubey pudiera integrar la fórmula junto a él, marca un punto de inflexión sobre el clima de "reconciliación" que se quiso transmitir en las últimas semanas, cuando se venían dando guiños a favor de que el nombre de Axel Kicillof fuera el que estuviera en las boletas del sciolismo como vice.

Peor aun, mientras todos los oficialistas celebraban como propio el triunfo salteño, desde las propias filas del gobernador surgió un ruido en un tema hipersensible, como es el dólar.

Las declaraciones de Miguel Bein, principal asesor económico de Scioli, en el sentido de que se debería cerrar ya mismo las ventanillas de venta de "dólar ahorro" provocaron una mini tormenta, tras la cual el titular del Banco Central, Alejandro Vanoli, fue obligado a salir a hacer declaraciones tranquilizadoras.

En el bando de los kirchneristas más inclinados hacia la izquierda, que no disimulan su desconfianza hacia el mandatario bonaerense, este hecho fue tomado con disgusto.

Es el caso del analista y encuestador Artemio López, quien ya lo había responsabilizado por la derrota en las legislativas de 2013 y ha venido abogando porque Cristina, en vez de ceder a los consejos de moderar su discurso, radicalice más sus posturas.

Para López "algo huele mal en el sciolismo", de donde supone que salió la iniciativa de la UIA para poner un tope a las paritarias. Y, respecto de la polémica sobre el dólar ahorro, la califica como "un petardazo al plexo de la transición a octubre".

Cristina juega sus cartas

En medio de esta "tensa calma" en la interna kirchnerista, hubo un gesto que se destacó como señal política: la convocatoria de Cristina Kirchner a Urtubey para reunirse a solas en la quinta de Olivos.

Rápida de reflejos, la jefa de Estado hizo su propia jugada a la hora de apropiarse del triunfo en Salta.

Y es que, si de algo el kirchnerismo sabe mucho, es sobre que la interpretación de los hechos políticos pueden llegar a ser más importantes que los hechos en sí mismos. Sigue valorando eso que en el ámbito político ha dado en llamarse "el relato".

Cristina, como todo el kirchnerismo, sabe que Urtubey refleja un triunfo del "estilo Scioli" antes que el de La Cámpora. De hecho, la propia prensa oficialista caracterizó al salteño como "un díscolo real o eventual para los códigos kirchneristas".

El analista Eduardo Aliverti apunta que Urtubey "ha sabido diferenciarse del modelo porque en algún momento quiso emerger como presidenciable autónomo, con la imagen típica del político joven y pragmático que sería capaz de arrimar cierto aire fresco a la férrea estructura conservadora de la provincia".

Y no se le escapa el detalle de que, al mismo tiempo que el kirchnerismo celebra la derrota de Juan Carlos Romero, el candidato de Massa, también se produjo en Salta un fuerte avance del Partido Obrero. Para el sector "cristinista" -al que le gusta calificarse como la verdadera izquierda del arco político nacional- esta situación es toda una señal de alarma.

En este contexto, el objetivo de CFK es claro: que el triunfo de Urtubey no sea percibido como un avance de la figura de Scioli sino como un peldaño más en la recuperación de ella misma.

Las últimas semanas habían consolidado la idea de que Cristina había superado su peor momento, al haber asimilado el golpe de la traumática muerte del fiscal Alberto Nisman. Y que ahora, sobre la base de una estabilización económica y una serie de anuncios en cadena nacional, tendría campo como para recuperar el protagonismo.

Pero, acaso más importante, de lo que Cristina se ha preocupado por dejar en claro es que ella sigue siendo la gran electora en la interna kirchnerista.

Es por eso que sigue cultivando su política de secreto sobre preferencias personales, al tiempo que va dando señales en forma de gestos, elogios o cercanía con la que ubica a losprecandidatos en los auditorios de sus actos.

Al convocar a Urtubey, hay un mensaje claro hacia la interna oficialista: en Salta no ganó Scioli, ganó "el modelo". Es decir, ganó Cristina.

La eterna batalla por la interpretación

Hay analistas que creen que la mejora en la imagen pública de CFK  -que algunas encuestadoras cuantifican en 5 puntos respecto del momento de la muerte de Nisman-, no necesariamente implica un deseo de continuidad del "modelo" por parte del electorado.

Como destaca Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas, cuando se le pregunta a la gente no por su opinión sobre Cristina, sino sobre sus políticas concretas, entonces el nivel de apoyo cae sustancialmente.

Es una situación aparentemente contradictoria, a la que los politólogos tratan de buscarle explicación en el hecho de que la población sigue apreciando ciertos valores personales que ella transmite.

"Cristina sigue siendo una líder potente, valorada por dotes personales reconocibles: coraje, autenticidad, resistencia", observa Novaro.

Y agrega que en un contexto en el cual la población percibe como negativa la debilidad de un mandatario, "acompañarla y sostenerla parece ser bastante razonable, casi un acto en defensa propia".

Pero votar es diferente a contestar una encuesta. Quedó muy en claro en Salta, donde tal vez los grandes perdedores hayan sido los encuestadores, que habían pronosticado un resultado "cabeza a cabeza" entre Urtubey y Romero.

Este error de medición se está convirtiendo en otro nuevo protagonista de la campaña. Cada vez se escucha más voces que de forma explícita hablan de errores metodológicos, cuando no de falta de imparcialidad.

¿Quién debe festejar por los desaciertos de las encuestas? En principio, parece claro que Scioli tiene motivos para sonreír.

Lo ocurrido en Salta ha dejado en claro que el peronismo goza de excelente salud y que su candidatura tiene una base sólida, posiblemente subestimada por encuestas demasiado focalizadas en la opinión pública de los grandes centros urbanos.

Mientras tanto, Cristina trata de sacar rédito de este momento, aun cuando el resultado de Salta pueda ser interpretado más como un deseo de cambio que de continuidad del "modelo". Es reconocida su habilidad para transformar situaciones desfavorables en noticias positivas.

Ahora es el turno de apropiarse de Urtubey. En las próximas semanas, aguarda un desafío más interesante.

Habrá elecciones en Mendoza y Santa Fe, donde el kirchnerismo no tiene chances, pero donde habrá algún candidato opositor al Gobierno -ya sea del PRO, del socialismo, del radicalismo o del peronismo opositor- que emergerá como perdedor.

En ambos casos, habrá que sacar jugo de la derrota.

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