lunes, 19 de enero de 2015

El único “suicidio” es el de la sociedad

Por Gabriela Pousa
Grave. Y triste. Si alguien creía que la Argentina no podía retroceder más, hoy debe rectificar su creencia. Es difícil hablar de “un paso atrás” cuando hay una vida apagada. No importa ahora analizar cuán bueno o malo fue el fiscal Alberto Nisman en lo profesional o en lo cotidiano.

La muerte no redime, no da ni quita más de lo que hay.. Ojalá se evite caer en esa polémica que solo distrae de lo trascendente: una muerte en la víspera. Ni Borges pudo imaginarlo, y sin embargo no falta a la verdad si alguno dice que era previsible.

Previsible porque en la Argentina kirchnerista hasta lo imposible halla posibilidad. Previsible porque era urgente silenciar la voz de quién en horas no más estaría en el Congreso Nacional, con pruebas irrefutables, denunciando a la jefe de Estado por encubrir a los autores del atentado a la AMIA, por pactar impunidad a cambio de alguna ventaja comercial.

Previsible o no, la muerte del fiscal Alberto Nisman debe ser una bisagra en la historia política nacional. No podemos pedir respuestas a quienes nos escriben las preguntas. La solución, lamentablemente, no está en los tribunales sino en la calle.

No se trata de hacer justicia por mano propia sino de entender que la metástasis del cáncer que nos afecta desde hace más de una década, creció de tal manera que infectó incluso al Poder Judicial.

Hemos dado un paso atrás en la posibilidad de llegar a cambiar un ápice para parecer un país normal. El luto es una constante, el desentendimiento de lo que pasa es habitual.

Hoy Comodoro Py tiembla. La sociedad también aunque no en forma pareja. Hay sectores que jamás oyeron hablar de quién estaba al frente de la causa AMIA y así seguirán. Hay miedo por terror y lo hay por complicidad. Muchas manos se han manchado con la sangre del fiscal. Lo que parece más relevante es, paradójicamente, lo menos importante. La curiosidad y el morbo general quieren saber quién gatilló el arma que terminó con la vida de Nisman. Pero suicidio o asesinato en este caso no modifica lo esencial: se acalló la voz que era imperioso escuchar.

¿Quién hablará ahora? Alberto Nisman era más que un funcionario judicial, era por momentos la llave para abrir la puerta hacia la libertad, era la justificación de alguna esperanza, era la paz con que se quiere que descansen las víctimas de un atentado contra la humanidad.

Nadie puede creer que no haya copias de los 330 CD con las pruebas que hoy se debían develar. La pregunta a hacerse apunta pues a develar quién está velando por ellas. Qué la investigación este en manos del mismísimo acusado es un cachetazo a la inteligencia general. No será el gobierno el que despeje las dudas de lo que está pasando y acaba de pasar.

¿Acaso esto también lo dejaremos pasar? Dejamos pasar demasiados cadáveres ya. Dejamos de preocuparnos por Julio López, por la “caída” desde el balcón de Lourdes Di Natale, por la nota de diario en la boca de Marcelo Cattáneo, imputado en el caso IBM-Nación y colgado detrás de un pabellón de ciudad universitaria; dejamos pasar el “suicidio” del brigadier Echegoyen, el “juego sexual” de Iván Heyn, los orificios de bala de Marcelo Perel y su mujer (informantes de casos de lavado). Dejamos pasar el “accidente” de José Gussoni, quién denunciará la aduana paralela,

Dejamos pasar la verdad y la decencia, la ética y la moral. Dejamos pasar la vida aunque creamos estar vivos por el mero hecho de respirar. Ahora, la sensación de orfandad estremece a la sociedad. La desprotección se hace latente, la palabra “mafia” ya no es la “locura” de una dirigente política mística, y el miedo no es patrimonio exclusivo de los demás.

¿Vendrán las renuncias de fiscales que deben atender esta nueva muerte, por estrés o por jaqueca? ¿Dejaremos en manos de los victimarios el derecho a descansar en paz de las víctimas? En síntesis, ¿dejaremos que vuelen la AMIA una vez más? Es posible que sí aunque no guste leerlo acá.

Una vez más, depende de nosotros – no el encuentro – pero si la búsqueda de la verdad. Un dato apenas: no está en Twitter, ni en FB ni en ninguna otra red social.


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