domingo, 29 de septiembre de 2013

Críen cuervos

Por Alfredo Leuco (*)
Críe cuervos. A sus hijos no les exija nada. No les ponga ningún límite. No sea autoritario ni padre castrador de su creatividad. Hijos de tigre. Sea compinche, cómplice de sus ocurrencias. Sea canchero, piola. Vaya a la toma del colegio y apoye la profundización de las medidas y que también corten las calles. Corra a su hijo por izquierda. Dígale que no sea pecho frío, que se la juegue. Que no sea reformista. Saque pecho y cuéntele con orgullo que en su época armaban bombas molotov como si fueran sándwiches y que los más valientes mataban policías. Si cuarenta pibes toman el colegio a la noche, y lo decide una reunión de 200 sobre un total de 2.200 alumnos explique  que la asamblea es soberana y que se deben acatar sus decisiones si no quiere ser carnero, traidor o botón. Dígale que esa es la verdadera democracia, la democracia directa. Críe cuervos. 

Fomente que su hijo no respete una sola regla. Que se cague en las normas de convivencia y en la ley. Si está en contra del pensamiento religioso porque lo considera un opio de los pueblos, incítelo a que profane los lugares y elementos sagrados para millones de personas y que no sea tibio. Recuérdele que a los tibios los vomita Dios. Que intente prender fuego a la iglesia más antigua y hermosa de la ciudad. Que utilice los bancos de madera para eso. Que orine y cague el altar y que no se olvide de pintar alguna genialidad del tipo: “La única iglesia que ilumina es la que se prende fuego”. Eso sí, que sea con aerosol colorado al grito de abajo los burgueses, anarquía o muerte. Si su hijo no tuvo el coraje de participar que por lo menos no sea buchón. Que sea buen compañero y oculte el nombre de los responsables.

Críe cuervos. Comente con sus amigos lo genial y vanguardista que es su hijo. Confiese que tiene ganas de fumarse un porro con él. Que el otro día le robó plata de su billetera, pero usted se hizo el boludo para no hacerlo sentir mal ni frustrarlo. A lo sumo háblelo con su psicoanalista. O mándele un mensaje por Facebook. Usted sabe que chupa un poco, tres o cuatro noches por semana, pero que eso es parte de la vida. ¿O vos nunca te pusiste en pedo? Dedíquele tiempo a su hijo. Ayúdelo para que complete su posgrado en transgresión. No se quede en el chiquitaje. Ofrézcale cocaína. Hay que probar de todo en la vida. Si rompe su teléfono celular, cómprele un iPad. Si se olvida el iPad en un boliche, mándelo de vacaciones a la India. La meditación ante todo.

Si no estudia tenga una actitud comprensiva. ¿O vos nunca te llevaste una materia? Ni se le ocurra mandarlo a laburar, como le aconseja el troglodita del abuelo. Bastante tiene con la Play que aún no puede dominar.

Críe cuervos. Vaya al colegio y pregunte por qué persiguen a su hijo. Denuncie al rector por reaccionario y autoritario. Pida que la toma sea por tiempo indeterminado. Delante de su hijo diga que los profesores son unos inútiles y unos ignorantes. Y que no saben comprender que su hijo es un superdotado. Amenace a la profesora de Historia. Si puede, métale un cachetazo ejemplificador. Dígale a su hijo que es una histérica que necesita alguien que se la… bueno, usted me entiende. Un poco de sexo. Y ríase a carcajadas con su hijo. Y si la docente insiste en sus actitudes represivas, péguele una paliza brutal para que aprenda. Pasó ayer en Ezpeleta y está en la tapa de un diario. Es real, no le hablo de utopías.

Críe cuervos. Si su hijo atropella, mata y arrastra a un ciclista durante kilómetros arriba del capó del auto, juegue a fondo. Diga que el ciclista era un padre de familia que iba bien temprano a trabajar por un lugar donde no debe transitar y que el muy turro le pegó un tremendo bicicletazo al auto de su hijo. Si su hijo no podía estar parado y tenía más alcohol en sangre que un tonel, minimice el hecho, justifíquelo y recurra al manual del buen padre que le comenté hace un instante. Repita conmigo: ¿Y vos nunca te tomaste una copita de más?

Críe cuervos. Mienta en todo. Vivimos en un Estado burgués y capitalista cuyos pilares son el engaño y la codicia. Así que todo vale. No se le ocurra pagar algún impuesto. Si el padre de un amigo le cuenta que está agobiado y a punto de cerrar la zapatería por la asfixia fiscal, cuando se vaya dígale a su hijo: “Sólo a este boludo se le ocurre pagar impuestos”. No lea un libro jamás en su presencia, es contagioso. Tome todo tipo de medicamentos delante suyo para que él pueda observar lo fácil que se resuelven las cosas. Predique con el ejemplo. Su hijo aprenderá más de lo que usted hace y no tanto de lo que usted dice.

Críe cuervos. Diga todo el tiempo: “¡Qué país de mierda que tenemos!”. Sostenga que a todos los que les va bien los ayudó la suerte o algún acomodado. Y que si usted tuvo algún fracaso es por culpa de los demás, porque no se bancan su brillante coeficiente intelectual y lo envidian. Por eso lo quieren escarmentar. Y si las cosas empiezan a complicarse, no dude en romper el vidrio en caso de emergencia: diga que todo lo malo que le pasa es por culpa del imperialismo, las corporaciones, los fondos buitre y Magnetto. No solucionará ningún problema, pero calmará sus culpas.

Finalmente, amigos, sepan que cada padre tiene los hijos que se merece. Críen cuervos. Pero, por favor, no se quejen el día que les saquen los ojos.

 (*) Periodista, columnista de PERFIL. Leyó este texto en Radio Continental.

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