jueves, 19 de julio de 2012

Una tregua forzada en medio de la pelea de poder


Por Ignacio Fidanza
La decisión del gobierno nacional de auxiliar de manera más integral a la provincia de Buenos Aires debe entenderse como una respuesta pragmática, para descargar el peso de una crisis que estaba impactando en la popularidad de la Presidenta y no como la apertura de un escenario de distensión con Scioli. Los últimos sondeos de las principales encuestadoras coincidían en señalar que la mayoría de la población entendía que la demora en el pago del aguinaldo de los bonaerenses, era consecuencia de una decisión de la Casa Rosada. 

Y en esa sintonía, reflejaban una caída de la imagen positiva de la Presidenta.

Este dato estadístico se combinó con un dato financiero: Scioli estaba muy cerca de garantizar el pago de los sueldos sin el auxilio de la Nación. De manera que una vez concretado ese desembolso, la popularidad de Scioli podría dispararse aún más y de paso refutar de manera muy explícita las acusaciones de ser un mal “gestor”.

Si ese escenario se consolidaba, Cristina quedaría en el peor de los mundos: aparecería como una mujer implacable que en la pelea no dudó en utilizar de moneda de cambio a los trabajadores –como graficó Maradona- y encima Scioli habría encontrado el escenario ideal para potenciar su perfil que mezcla en dosis homeopáticas el rol de víctima y el de muchacho bien intencionado, al que sólo le importa resolver los problemas “de la gente”.

Ante ese abismo y rápida de reflejos, Cristina retomó la iniciativa con el giro de fondos. Acaso una de las cosas más interesantes que muestra esa decisión es que contra las habladurías de todo tipo, la Presidenta está muy conectada con la realidad y puede ser exasperante para algunos o intolerante para otros, pero aún en su estilo duro de conducción, mantiene una racionalidad evidente.

El otro dato que arroja esta crisis es que Scioli no fue ni será el candidato a Presidente de Cristina. Llega contra ella o no llega. La pelea ya está expuesta sobre la mesa y es la pelea de fondo del peronismo, que se encamina a una de esas discusiones de poder que suelen apoderarse de la vida pública al país, con todo el drama, picardía y repentismo, que caracteriza a este movimiento.

Esta noche los sciolistas festejaban el desenlace de la pulseada, que entendían los ubicaba del lado de los ganadores. “Necesitábamos 2.500 millones y eso es lo que nos terminaron dando”, afirmaban. La cuenta es simple. Los primeros 1.000 que giró Nación, mas la autorización a emitir bonos a proveedores por 900 más los 600 del préstamo que anunció Cristina.

Pero no se hacían ilusiones. “La pelea recién empieza y el kirchnerismo es un buque de carga de esos inmensos que tienen de todo adentro”, reconocían.

La integralidad de la ayuda que finalmente se concretó, así como sus tiempos y modos también ofrece otro indicio para entender como será a partir de ahora la relación entre la Nación y la provincia: sólo los sectores más ultras del kirchnerismo apuestan a la caída del gobernador, mientras que en el núcleo del poder estaría prevaleciendo otra decisión. Esta sería, desgastar a Scioli hasta reducirlo a su mínima expresión político electoral pero nunca voltearlo para que no potencie su victimización.

El objetivo es evitar que se transforme en un polo de atracción que aglutine al postkirchnerismo –y sobre todo- que lo haga antes de tiempo, cuando a la Presidenta todavía le quedan más de tres largos años de mandato.

Un plan simple

El plan del kirchnerismo tiene el encanto de las cosas simples. La idea central es pagar ahora todos los costos necesarios para zanjar la pelea con Scioli y otros socios indeseados como Hugo Moyano o Daniel Peralta, para poder encarar el 2013 con las manos más sueltas.

Es que algunos pronósticos económicos que leen con atención en la Casa Rosada, indican que el año próximo el marco económico para la Argentina podría mejorar. Miguel Bein fue uno de los primeros en advertirlo: si la soja mantiene cotizaciones altas -aunque inferiores al actual récord de 600 dólares por tonelada- y se da otro récord de cosecha como se espera, junto a una recuperación económica de Brasil que ya se insinúa, el país podría retomar una senda de crecimiento.

Es que sólo la enorme mala praxis de funcionarios como Guillermo Moreno que convierten problemas manejables en desastres -como hizo con la inflación y el dólar-, explican que una economía que tiene sus números estructurales mucho más sanos que en otras épocas, viva el actual clima de zozobra.

Si el kirchnerismo logra llegar a octubre del año próximo con una economía en crecimiento y con sus rivales acorralados, imagina posible volver a digitar las listas de candidatos y ganar la elección. “Ellos siempre hicieron lo mismo, eligen dar las peleas de fondo lejos de la elección y luego apuestan a meter plata en el bolsillo de la gente”, explicó un intendente de los más experimentados del Conurbano.

“La historia reciente demuestra que un Presidente se puede recuperar de un mal momento político y económico como lo hizo Cristina después de la crisis del campo del 2008, pero también revela que los gobernadores bonaerenses que entraron en una espiral de crisis económica y de gestión nunca llegaron a la Presidencia”, agrega un dirigente kirchnerista.

En la guerra con Scioli, el Gobierno necesita que este escenario se concrete para evitar el drama universal del “Pato rengo” que aqueja a todos los presidentes democráticos en su segundo mandato. Esto es, resignarse a contemplar en sus últimos dos años en la Presidencia, como aquellos que se deshacían en elogios o que incluso temblaban de terror ante la mínima indicación, ahora se alejan indiferentes, atraídos por la que parece será la nueva niña bonita del poder.

Por eso, hoy la prioridad para el kircherismo es neutralizar la oposición interna que encabeza Scioli –con su estilo-. Una vez resuelto esto, verán si ensayan una reforma constitucional que abra la posibilidad de un tercer mandato, si ungen un sucesor o simplemente ella se retira por la puerta grande prescindente de todo. Lo que necesitan como el agua es ese margen de acción, esa libertad de opciones que les permita conservar el poder. Es casi un imperativo vital, porque hay pocas cosas más peligrosas en la Argentina, que ocupar la Presidencia sin poder.

© LPO

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