Por José Ángel Di Mauro
El valor de las elecciones intermedias es singular. Sobretodo para los gobiernos no peronistas, habida cuenta de que a uno de esas características le valió nada menos que la continuidad en el poder (léase el de Fernando de la Rúa). Así lo entendió Mauricio Macri, que en 2017 apostó un pleno a ganar esas elecciones y lo consiguió, aunque todo el mundo mirara después la parte del vaso vacío y el hecho de que dos años después no pudiera reelegir: amén de ello, el de Cambiemos fue el único gobierno no peronista en poder concluir su mandato en casi cien años (desde Marcelo T. de Alvear que eso no sucedía). Mérito no menor, que muchos le reivindican a Macri.
Para un país como la Argentina, es una carga extra tener que votar cada dos años, lo que lleva a todas las gestiones a estar casi en campaña permanente y tener tiempo para la gestión de fondo solo en los años pares; razón por la cual suelen aparecer voces que periódicamente abogan por eliminar las elecciones intermedias y votar todo cada cuatro años. Y cuando decimos “votar todo”, nos referimos a presidente y Congreso completo. Como eso necesitaría una reforma constitucional que no se hará, porque sería abrir una caja de Pandora, mejor dejar ese tema de lado.
Desde la reforma constitucional de 1994, la elección de todos los legisladores nacionales se realiza en todo el país de manera simultánea, pues antes las fechas podían variar según las provincias. Quién las gana, es la pregunta obligada desde entonces. Objetivamente, debiera ser el que obtiene más bancas, pues de eso se trata una elección legislativa. Pero nadie puede objetar que se considere ganador a aquel que reúna más votos, de ahí que el peso de la provincia de Buenos Aires crezca de manera proporcional.
Estas preguntas remiten al dilema que plantea esta elección de medio término de la era mileísta, dado que lo de la provincia de Buenos Aires parece una cuestión resuelta, y el spoiler corresponde a lo ya sucedido el 7 de septiembre pasado, cuando el oficialismo provincial arrasó con casi 14 puntos de ventaja.
De ahí que La Libertad Avanza prefiera presentar la cantidad de votos reunida como el elemento determinante, con la ventaja que tiene por ser el único sello que se presentará en todos los distritos del país, a diferencia de Fuerza Patria, que no figurará como tal en todas las provincias.
Vayamos entonces a la historia, para ver de qué manera se leyeron las elecciones intermedias desde los tiempos posteriores a la reforma constitucional de 1994, cuando diputados y senadores nacionales comenzaron a elegirse de manera simultánea (hasta entonces a los padres de la Patria los elegían las legislaturas provinciales).
La irrupción de la Alianza
No fueron tantas las elecciones, apenas siete hasta el momento. La primera, en 1997, que marcó la presentación en sociedad de la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación, más conocida simplemente como “la Alianza”. Se trataba de una coalición política que formaron la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente País Solidario (FrePaSo), en 1997, precisamente para esas elecciones legislativas que marcaron su debut triunfal como fuerza política, sobre todo por su performance en la provincia de Buenos Aires. El diario Clarín titularía entonces: “Buenos Aires le dio a la Alianza dimensión nacional”.
Graciela Fernández Meijide vencería en esa elección trascendental a la candidata del PJ Chiche Duhalde, en el rubro para senadores. La Alianza ganó esa elección en el principal distrito del país por el 48% de los votos, alzándose con 19 diputados, mientras que el Frente Justicialista Bonaerense consiguió 16, con el 41,44%.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el gran ganador fue Carlos “Chacho” Alvarez, que encabezó la lista triunfante que reunió el 56,80% de los votos y consiguió 9 de los 13 diputados en disputa. La lista Justicialista apenas consiguió 2 escaños, con 18 puntos.
La Alianza no fue unida en todo el país. Por ejemplo en Córdoba ganó la UCR, con el 38,11%, mientras que el FrePaso salió tercero, con el 12,42%. Sí fueron juntos en Santa Fe, donde ganaron con el 45,46%.
Como sea, está claro que ese triunfo de las dos figuras más destacadas del FrePaSo fue mediáticamente lo más destacado de ese domingo 26 de octubre de 1997.
El desbarranque de la Alianza
Las elecciones intermedias posteriores marcaron el final definitivo de la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación. Ya en el gobierno desde 1999, con Fernando de la Rúa en el Sillón de Rivadavia y Chacho Alvarez fuera del poder por haber renunciado como vicepresidente el año anterior, la Alianza fue a esas elecciones intermedias con muy pocas chances, y su caída electoral le picó el boleto a esa gestión. El desastre electoral representó la señal que el peronismo estaba esperando para avanzar sobre el poder: para la renovación del 10 de diciembre, miembros propios ya ocupaban los principales lugares de la escala sucesoria: sin vicepresidente, el presidente provisional era Ramón Puerta y el titular de la Cámara de Diputados Eduardo Camaño.
Con todo, la Ciudad de Buenos Aires fue casi el único lugar donde pudo ganar la Alianza, aunque con guarismos bajísimos. En la elección del 14 de octubre de 2001, el oficialismo de entonces ganó en CABA por el 19,49% de los votos, consiguiendo apenas 4 escaños. Segundo en esa elección fue el ARI, con 12 puntos y luego se ubicó el peronismo, con medio punto menos.
Pero en la provincia de Buenos Aires, el oficialismo nacional sufrió una masacre: la lista Justicialista consiguió el 37,36% de los votos, alzándose con 18 escaños, mientras que la Alianza obtuvo menos de la mitad de los votos, 15,35% y 7 bancas. Ese distrito elegía senadores también ese año y se enfrentaban Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín. El diario Clarín tituló al día siguiente: “Duhalde arrasó; el PJ domina el Congreso”. Se hacía referencia en esa noticia a que “Duhalde le sacó 26 puntos a Alfonsín. Fue el triunfo más rotundo. El PJ creció en Senadores. Y logró la primera minoría en Diputados. En Capital ganó Terragno con menos caudal que el voto bronca. De la Rúa dijo que no se ‘tapará los oídos’, pero no explicó más”.
Fue la elección del voto bronca, cuando muchos sobres aparecieron con fetas de salame en su interior, o la imagen de Clemente… Fue la elección previa al derrumbe de diciembre. Y el resultado bonaerense fue evidentemente el detalle más contundente de esa elección.
La madre de todas las batallas
Las elecciones posteriores tuvieron a otro presidente al frente del país: Néstor Kirchner, que necesitaba un triunfo electoral como el que no había tenido a pesar de su acceso al poder. Recordemos que su éxito radicó en salir segundo en las elecciones presidenciales de 2003, cuando el 27 de abril consiguió el 22,24%, dos puntos menos que el “ganador” de esa elección, Carlos Menem, quien luego se bajó del balotaje.
El santacruceño necesitaba una elección que lo empoderara y fue así que desafió a quien lo había elegido para ser presidente y fue la provincia de Buenos Aires el terreno elegido para definir el poder en el peronismo, que era lo mismo que definir el poder nacional. Kirchner puso a su esposa como candidata a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires, el lugar donde Cristina Fernández había nacido, y enfrentó nada menos que a la esposa de Eduardo Duhalde, Hilda González de Duhalde. Fue definida como “la madre de todas las batallas”, en referencia a la frase utilizada por Saddam Hussein durante la Guerra del Golfo, y desde entonces suele usarse esa frase para referenciar a las elecciones bonaerenses que resulten determinantes. Y la ganó el kirchnerismo, sin atenuantes: el Frente para la Victoria (nombre que usaría el kirchnerismo a partir de entonces) se alzó con el 45,77% en el rubro senadores, contra el 20,43% que consiguió la alianza Frente Justicialista.
El diario Clarín del lunes 24 de octubre de 2005 sería contundente: “Cristina aplastó”, resumió en una tapa que acompañaba, entre otros títulos el análisis de Eduardo van der Kooy: “Un liderazgo que salió fortalecido”.
Otra vez el poder de la provincia de Buenos Aires llevándose toda la atención.
Las candidaturas testimoniales
Las siguientes elecciones intermedias fueron el 28 de junio de 2009. Es que a sabiendas de que las perspectivas electorales no eran buenas para el kirchnerismo, el Gobierno nacional resolvió adelantarlas, con la excusa de los efectos de la crisis económica global. La presidenta Cristina Kirchner aseguró que sería “suicida” para el país mantener un clima electoral hasta octubre “cuando el mundo se cae a pedazos” por la crisis financiera global.
El Gobierno de los Kirchner se había desgastado en extremo el año anterior, durante la guerra con el campo y no llegaba bien a esas elecciones. Se jugaron un pleno entonces adelantando las elecciones y pusieron toda la carne en el asador… en la provincia de Buenos Aires, dónde sino…
Allí armaron una lista nada menos que con el expresidente Néstor Kirchner en primer lugar, seguido por el entonces gobernador Daniel Scioli, Nacha Guevara en el tercer lugar, y el jefe de Gabinete Sergio Massa cuarto. Estos tres últimos fueron todos testimoniales, pues solo asumió como diputado Néstor Kirchner.
Y la lista terminó perdiendo con la de Unión Pro, encabezada por el empresario Francisco de Narváez, seguido por Felipe Solá, y avalada por el entonces jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri. Ganó esta lista opositora por 34,68% contra 32,18%. Se repartieron 13 y 12 diputados, respectivamente, y fue tan contundente el resultado que hasta De Narváez, de origen colombiano, se sintió presidenciable. Aunque no pasó de una aspiración; ni siquiera pudo competir con éxito para gobernador.
La irrupción del massismo
Las siguientes elecciones intermedias también tuvieron a la provincia de Buenos Aires como factor determinante. Cristina Kirchner había arrasado en las presidenciales de 2011, pero para las legislativas de 2013 volvía a estar endeble. La economía había dejado de crecer, los problemas se multiplicaban y el desgaste era evidente.
Sergio Massa sorprendió armando su propia lista y secundado por un grupo de intendentes enfrentó al kirchnerismo en las elecciones del 27 de octubre.
Cristina Kirchner se enteró de la decisión de Massa de competir por fuera del FpV a través de los medios, cosa que le reprochó duramente a los servicios de inteligencia. De la previa de esa elección viene una frase muy recordada de la entonces presidenta. Fue la que, según el propio Massa, lo decidió a romper y competir. Cuando Cristina dijo: “A los que no les gustan los modales, que armen su partido y nos enfrenten en las elecciones”.
El Frente Renovador llevó a Massa como candidato y ganó por 43,95% de los votos, alzándose con 16 bancas. El Frente para la Victoria llevó como primer candidato a Martín Insaurralde, entonces ascendente intendente de Lomas de Zamora, y consiguió 32,33% (12 diputados). Un resultado contundente que ilusionó al entonces intendente de Tigre ya no con ir por la gobernación en el próximo turno, sino buscar la presidencia. Misión en la que fracasaría en dos oportunidades.
Las intermedias de Macri
Ya hemos dicho lo relevante que pueden ser las elecciones intermedias para un gobierno no peronista. Pues ya detallamos sucesivas derrotas en las intermedias para gobiernos peronistas que, así y todo, no corrieron riesgos posteriores a pesar de salir desairados en las legislativas.
De ahí la importancia que le daba el Gobierno de Cambiemos a las elecciones de 2017, en las que se presentaría nada menos que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. La provincia de Buenos Aires volvía una vez más a ser escenario de otra “madre de todas las batallas”. Y el Gobierno nacional eligió para darla a dos miembros del Pro no tan taquilleros: Esteban Bullrich, quien era ministro de Educación nacional, y Gladys González, quien al frente de la intervención del SOMU había enfrentado al sindicalista Omar “Caballo” Suárez.
Esa “batalla” se libró en dos tiempos: las PASO del 13 de agosto, que Cristina ganó por menos de dos décimas, y las generales del 22 de octubre en las que Cambiemos se impuso por el 41,35% contra el 37,31% de CFK.
El dato saliente de esa elección fue el triunfo de Cambiemos en la mayoría de los distritos, pero la atención especial se la llevó la pelea bonaerense, por estar Cristina del otro lado.
Las elecciones post pandemia
Y llegamos al final de este recorrido, con las últimas elecciones intermedias registradas hasta el momento: las del 14 de noviembre de 2021. La Argentina estaba saliendo de la pandemia de coronavirus y por eso se habían corrido un mes las fechas de las PASO y las elecciones generales.
Esos comicios marcaron el inicio de la cuenta regresiva para el Gobierno de Alberto Fernández, y empoderaron al entonces jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, quien se sintió presidenciable a partir de esa victoria.
Porque Juntos por el Cambio ganó en la Ciudad de Buenos Aires (no con la contundencia que se esperaba) por 47,09% a 25,06 del Frente de Todos; y en la provincia de Buenos Aires, por 39,77% a 38,59%. En ambos distritos, Rodríguez Larreta había metido mano haciendo curiosos movimientos: devolvió a la exgobernadora bonaerense María Eugenia Vidal a la Ciudad de Buenos Aires, y mudó a la Provincia a Diego Santilli.
No hubo un bunker unificado, pues Juntos tuvo el suyo en la provincia de Buenos Aires, por lo que las fotos centrales de los festejos de JxC mostraron a Larreta levantándole la mano a Vidal y detrás y en un segundo plano aparecía Mauricio Macri. Viendo quizá cómo lo estaban despidiendo tal vez de manera adelantada y cavilando posiblemente los pasos que daría en los dos años siguientes.
Conclusiones
1 - Las elecciones intermedias son cruciales para los gobiernos no peronistas
Mauricio Macri fue el único presidente no peronista en casi un siglo que logró completar su mandato, y su triunfo en las legislativas de 2017 fue fundamental para sostener su gestión.
En contraste, Fernando de la Rúa perdió fuerza tras las intermedias de 2001, lo que precipitó su caída.
2 - La provincia de Buenos Aires es el epicentro electoral
Recurrentemente, las elecciones en este distrito marcan el tono nacional. Se la denomina “la madre de todas las batallas” por su peso en votos y bancas, pero sobre todo por ser el lugar elegido para definir liderazgos.
Ejemplos clave: el triunfo de Cristina Fernández en 2005, la derrota de Néstor Kirchner en 2009, el surgimiento de Sergio Massa en 2013, y la pelea entre Cambiemos y CFK en 2017.
3 - Las elecciones intermedias pueden redefinir liderazgos
Sirvieron para consolidar figuras como Cristina Fernández, Massa y Larreta, y también para debilitar gestiones como la de De la Rúa o el kirchnerismo en 2009 y 2013.
En 2021, confirmaron el declive del gobierno de Alberto Fernández y el ascenso de Larreta como presidenciable.
4 - Las elecciones intermedias no definen un escenario definitivo
En general, las cosas suelen cambiar de una elección a otra. El que surge presidenciable en una elección intermedia muy posiblemente se encuentre con un destino distinto a los dos años.
5 - La forma de medir el “ganador” varía
Aunque técnicamente se debería considerar ganador al que obtiene más bancas, en la práctica se suele destacar al que reúne más votos, lo que favorece a distritos grandes como Buenos Aires. Y ese distrito está claro que ofrece por lejos la vidriera más visible.
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